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Datos para citar este texto:
Jerónimo de Alcalá, Relación de Michoacán, Moisés Franco Mendoza (coord.), paleografía Clotilde Martínez Ibáñez y Carmen Molina Ruiz, México, El Colegio de Michoacán, Gobierno del Estado de Michoacán, 2000, p.340
Folio p en ediciones
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Tenía pues el cazonçi, de sus antepasados, mucho oro e plata en joyas
de rodelas y brazaletes y medias lunas y bezotes y orejeras que tenía
para sus fiestas y areitos. E inquirióse de los que lo guardaban, qué tan-
ta cantidad sería y dellos dijeron y otros aún no han dicho: Tenía en su casa cuaren-
ta arcas, veinte de oro y veinte de placta que llamaban chuperi, dedicado
para las fiestas de sus dioses. Mucha cosa debía de ser. Tenía ansí mismo joyas
suyas en su casa, en otra parte llamada Yhéchenyrenba, en gran cantidad. Tenía
ansí mismo, en una isla de la laguna llamada Apúpato, diez arcas de plata
fina en rodelas, en cada arca doscientas rodelas y mitras para los cativos que
sacrificaban, y mil e seiscientos plumajes verdes Curícaberi; otros tantos
la diosa Xarátanga y otro su hijo Manóvapa, y cuarencta jubones de pluma
rica y cuarencta de pluma de papagayos. Estos habían puesto allí sus bisagüe-
los del cazonçi. Tenía ansí mismo en otra casa, otras diez arcas de rode-
las, en cada arca doscientas rodelas, que no era muy fina la plata y había-
la puesto allí su padre del cazonçi muerto llamado Zuangua; y cuatro mil
e setecienctos plumajes verdes y cinco jubones de aquella pluma rica llama-
da chatani y cinco de papagayos. En otra isla llamada Xanecho tenía ocho
arcas de rodelas de placta y mitras llamadas angáruti, plata fina, cada doscientas
rodelas en cada arca y mitras de plata, y unas como tortas redondas lla-
madas curinda, cuatrocientas, y esta plata había puesto allí su padre llamado Zu-
angua, dedicadas a la luna.

Ansí mismo tenía [en ] otra isla llamada Pacandan, cuatro arcas de rodelas de
plata fina, cada cien rodelas en cada arca y veinte rodelas de oro fino,
que estaban repartidas en aquellas arcas: en cada arca, cinco. Estaban allí sus
guardas y de padres a hijos venían por su subcesion guardar este tesoro. Y
hacían sementeras y ofrescíanlas a aquella plata y había un tesorero mayor
sobre todo.

Así mismo tenía en otra isla llamada Vrándeny, otro tesoro de oro en
joyas. No me han dicho el número que era.
En la misma isla de Apúpato tenía otro tesoro de placta.
Dice adelante la historia: pues como entraron los españoles en sus casas
del cazonçi, donde estaban las cuarencta cajas: veinte de oro y veinte