el libre albedrío tiene poder para evitar cualquier pecado.
29. No sólo son ladrones aquellos salteadores que niegan a Cristo, Camino y Puerta de la verdad y de la vida: sino también, todos los que enseñan que por otra parte que por El mismo se puede subir al camino de la justicia (ésto es: alguna justicia).
30. O que el hombre, sin la ayuda de su gracia puede resistir alguna tentación, de tal forma que a ella no sea conducido, o por ella no sea superado.
31. La caridad perfecta y sincera que proviene de un corazón puro, de una buena conciencia y de una fe non fingida, tanto en los catecúmenos como en los penitentes, puede existir sin remisión de los pecados.
32. Aquella caridad que es la plenitud de la ley no siempre está unida con la remisión de los pecados.
33. El catecúmeno vive justa, recta y sanamente, observa los mandamientos de Dios y cumple la ley, por la caridad obtenida antes de la remisión de los pecados, que finalmente se recibe en el baño del bautismo.
34. La distinción aquélla del doble amor, a saber, del natural con el que Dios es amado como Autor de la naturaleza, y del gratuito, con el que Dios es amado, como beatificador es vana e inventada y discurrida para hacer mofa de las sagradas letras y de muchos testimonios de los antiguos.
35. Todo lo que obra el pecador, o el siervo del pecado, es pecado.
36. El amor natural que surge de las fuerzas de la naturaleza y la sola filosofía, a impulso de la presunción humana, es defendido por algunos doctores con injuria de la Cruz de Cristo.
37. Piensa con Pelagio el que admite algo de bien natural, ésto es, que tiene su origen de las solas fuerzas de la naturaleza.
38. Todo amor de creatura racional, o es vicioso apetito, por el que el mundo es amado, que es prohibido por Juan, o es aquella laudable caridad difundida en el corazón por el Espíritu Santo, por la que Dios es amado.
39. Lo que se hace voluntariamente, aunque se haga por necesidad, sin embargo, se hace libremente.
40. En todos sus actos, el pecador sirve a su pasión dominante.
41. Aquel modo de libertad, que es por necesidad, no se encuentra en las Escrituras bajo el nombre de libertad, sino sólo el nombre de libertad del pecado.
42. La justicia por la que el impío es justificado por la fe consiste formalmente en la obediencia de los mandamientos, que es la justicia de las obras; pero no en alguna gracia infundida al alma, por la que el hombre es adoptado como hijo de Dios y renovado según el hombre interior y se hace partícipe de la naturaleza divina, de tal modo que renovado por el espíritu Santo pueda, en adelante, vivir bien y obedecer los mandamientos de Dios.
43. En los hombres penitentes antes del sacramento de la absolución: y en los catecúmenos antes del bautismo hay verdadera justificación: separada, sin embargo, de la remisión de los pecados.
44. Los hombres son justificados por muchas obras, que son hechas por los fieles para obedecer los mandamientos de Dios como son: obedecer a los padres, devolver el depósito, abstenerse del homicidio, del hurto, de la fornicación, porque son obediencia de la ley y verdadera justicia de la ley: pero no obtienen con ellas incrementos de las virtudes.
45. El sacrificio de la misa es sacrificio no por otra razón, que por aquélla general que hace que en toda obra el hombre se una a Dios en santa sociedad.
46. Al género y a la definición del pecado no pertenece lo voluntari, ni es cuestión de definición, sino cuestión de causa y de origen, si todo pecado deba ser voluntario.
47. De donde el pecado de origen tiene verdaderamente categoría de pecado, sin ninguna razón o relación a la voluntad de la que tuvo origen.
48. El pecado de origen es voluntario en la voluntad habitual del pequeño y habitualmente domina al pequeño, porque no realiza arbitrio contrario de la voluntad.
49. Por la voluntad habitual dominante sucede que el pequeño que muere sin el sacramento de la regeneración, después de haber llegado al uso de la razón, tenga para entonces odio a Dios, blasfeme a Dios y rechace la ley de Dios.
50. Los malos deseos a los que la razón no consiente y que el hombre padece contra su voluntad están prohibidos por el precepto: no desearás.
51. La concupiscencia o ley de los miembros y sus malos deseos, que los hombres sienten contra su voluntad, son verdadera desobediencia de la ley.
52. Todo pecado es de tal condición que puede corromper a su autor y a todos sus descendientes, del modo aquél que corrompió la primera transgresión.
53. Por fuerza de la transgresión, tanto de méritos malos contraen a través del gerente los que nacen con vicios