aquellas cosas, que le convienen. E este ayudamiento non puede ser sin Justicia, la que non podría ser fecha, si non por mayorales, a quien oviessen los otros de obedescer. E estos seyendo muchos non podría ser, que algunas vegadas non se desacordassen, porque naturalmente las voluntades de los omes son de partidas, los unos quieren más valer que los otros. E por ende fue menester por derecha fuerza, que oviesse uno, que fuesse Cabeza dellos, por cuyo sesso, se acordassen, e se guiassen, assí como todos los miembros del cuerpo se guían e se mandan por la Cabeza: e por esta razón convino, que fuessen los Reyes, e los tomassen los omes por señores. Y así sienten, D. August. D. Thom. & alii cum Bobadilla. Polit. lib. 1. cap. 1. ex. n. 15. Pero, además del rey, deben darse otros superiores (inferiores a él), a través de los cuales, como por escalas y gradualmente, se asciende hasta aquél; C. fin. D. 89.: Para esto, la providencia de la gracia divina decretó que hubiese grados diversos y órdenes distintos, para que, manifestando los menores su reverencia a los mayores y brindando los mayores su amor a los menores, se haga una concordia verdadera y una composición de la diversidad y, felizmente, se realice la recta administración de cada uno de los oficios. Porque la totalidad no podría de ningún modo subsistir, si no la conservara este gran orden de la diversidad. Pero, como ninguna creatura puede gobernarse ni vivir en una sola y misma calidad; así, el ejemplo de las milicias celestiales nos instruye, porque, hay ángeles y hay arcángeles que, como es evidente, no son iguales, sino que uno difiere del otro, como sabéis, en la potestad y en el orden.
351. En esta universalidad, del orbe, el primer lugar lo tiene el orden de los eclesiásticos y precede, sin duda, al orden de los seglares y laicos. Así, Inocencio III in c. 6. h. t. Ahí: Para firmamento, pues, del cielo, es decir de la iglesia universal, hizo Dios dos grandes luminarias, o sea, instituyó dos dignidades, que son la autoridad pontifical y la potestad real, pero aquélla que preside los días, esto es las cosas espirituales, es mayor; y, la que preside las cosas carnales, es menor de modo que, cuanta es la diferencia entre el sol y la luna, tanta se reconozca entre los pontífices y los reyes. Esta mayoridad es cierta preminencia en el mayor respecto del menor. y, ciertamente, en el estado eclesiástico, así se procede, como por grados. En el primer grado está el pontífice; después de él, los cardenales, aunque sólo sean diáconos: los patriarcas, los primados, los arzobispos, los obispos, los protonotarios participantes, los arcedianos, los arciprestes, los escolásticos, los custodios, los canónigos de la iglesia catedral y de la colegiata, los protonotarios no participantes y honorarios, los párrocos, los presbíteros, los diáconos, los subdiáconos, los exorcistas, los acólitos, los lectores, los ostiarios, y los iniciados con la primera tonsura, que son llamados: cantores y salmistas. El vicario, sedeplena, obtiene el primer lugar después del obispo, pero sedevacante, después del deán; si es canónigo, se sienta en el lugar propio, como canónigo, Barbosa de Offic. Episc. Alleg. 54. n. 167. Como el obispo, que asiste en la Escuelas como Estudiante, le precede el rector de la universidad. Hevia in Cur. Philip, p. 1. n. 9. En España, la primera dignidad, después del obispo, es el deán, después, en su orden siguen: el arcediano, el chantre, el maestrescuela, el tesorero, y otros, Machado in Sum. lib. 4. pag. 4. tr. 6., Villaroel de regimen Ecless. p. 2. q. 18. art. 4.
352. Entre los regulares, tienen la preeminencia los canónigos regulares, después los clérigos regulares, los monjes, y los mendicantes. Si con los clérigos concurren los regulares, después del obispo siguen los abades, y los prelados y preceden a los canónigos de la catedral, cuando éstos no entran colegialmente con su cabildo; si entran con éste, entonces, preceden éstos a todos los regulares. Si entre los regulares, aun exentos, o entre las cofradías de laicos, surge alguna controversia en las procesiones públicas, o en los cortejos fúnebres, el obispo decide llanamente, Trid. sess. 25. de Regul. cap. 13. Entre aquellos que son iguales en dignidad, se atiende a la prerrogativa del orden, C. 15. h. t. así, entre los cardenales, primero los obispos, siguen los presbíteros, y por último los diáconos. Si en dignidad y en orden son iguales, se atiende a la prerrogativa del ordenante, C. 7. h. t., donde el ordenado por el papa se prefiere a los ordenados por el obispo. Y en C. 12. de Praebend. in 6. el admitido como canónigo por la autoridad del pontífice se prefiere a los admitidos por otro, aunque aquél haya sido admitido después. Y los obispos exentos deben preferirse a los no exentos, Arg. C. 6. de Privil. in 6. El privilegio también da mayoridad. Así, el patriarca de Constantinopla se prefiere a los otros patriarcas, aunque más antiguos, C. 23. de Privil. También entre los cardenales obispos, el de Ostia, al menos antiguamente, era preferido a los demás, porque a él le correspondía consagrar al papa. También, por razón de la ciencia y de la facultad en las universidades, se da la precedencia. Y así, de ordinario, siguen: el teólogo, el canonista, el legista, el médico, el matemático, el filósofo y el gramático, Pomei Indic. Univ. P. 3. cap. 7. f. 120. Si las demás cosas son iguales,