de interrogarlo acerca de aquello, y por ende, a la obligación que él tenía de responderle. Pero si se le ha encomendado algo bajo secreto a un testigo que nada sabía antecedentemente y éste promete guardarlo, aunque el juez lo interrogue bajo juramento, y más aún aunque el reo sea ya infame, no puede el testigo revelarlo. Del mismo modo, quien injustamente sabe algo, v. gr., por haber obligado a un hombre a manifestarle un secreto o por abrir cartas ajenas, no puede revelar eso al juez, a no ser que por casualidad o por la ocultación se siga grave daño a alguien. Oigamos a Sto. Thomás 2. 2. q. 70. art. 1. ad. 2.: Acerca de aquellos hechos que le han sido confiados al sacerdote en secreto por medio de la confesión, de ninguna manera debe dar testimonio, puesto que él no lo sabe como hombre sino como ministro de Dios, y es mayor el vínculo del sacramento que cualquier precepto del hombre. Pero acerca de las demás cosas que bajo secreto se confían al hombre, hay que distinguir. A veces son tales, que el hombre está obligado a manifestarlas en el momento en que llegaren a su conocimiento; por ejemplo, si afectan a la corrupción espiritual o corporal de la multitud, si han de causar daño grave a algún individuo o producir algún otro efecto parecido. En estos casos, todo el mundo está obligado a revelar el hecho, ya testificando, ya denunciando, y la obligación del secreto no puede prevalecer aquí contra ese deber, puesto que entonces se faltaría a la fidelidad que se debe a otros. Pero otras veces los hechos son tales que uno no está obligado a manifestarlos y por tanto, puede uno estar obligado a guardarlos, por lo mismo que los ha conocido bajo secreto, y en este caso, en manera alguna está obligado a publicarlos, aun por precepto de un superior, puesto que el guardar la palabra es de derecho natural, y contra lo que es de derecho natural nada puede mandarse al hombre.
160. La parte que pretende probar algo, ella misma debe presentar por sí sus testigos. L. 1. tit. 16. p. 3. Pues si alguien por propia iniciativa y sin ser requerido se ofrece al juez, se le tiene como sospechoso, por demostrar mucho afecto hacia el litigante por el que quiere atestiguar. Paz in Prax. tom. 1. p. 1. temp. 8. n. 17., a no ser que tal vez quiera declarar para proteger la inocencia o evitar un pecado. Acevedo in l. 4. tit. 17. lib. 8. R. C. n. 9. Por lo demás, quien presenta los testigos debe pagar los gastos de ellos hechos por el viaje al venir, al estar, al regresar, y además, el lucro que dejan de percibir en sus ocupaciones o trabajos, c. 11. §. Proferendo, de Rescript. in 6. l. 11. l. 16. C. h. t. L. 26. tit. 16. p. 3., para que su servicio no sea dañoso a los testigos, principalmente por no estar obligados a servir a otro ni atenderle su negocio con sus propios gastos. Y aunque el que pierde está obligado a pagar estos gastos al vencedor, frecuentemente se le excusa por haber tenido una causa justa para litigar. c. 5. de Dolo, et contum. Y expresa esta excusa al fin de la sentencia diciendo: sin condenación de costas. Y aunque el testigo fuese inducido por ruegos de la parte para que testificara, sigue siendo idóneo. Porque el testigo se corrompe con dinero, no con súplicas. Más aún, la parte puede instruir al testigo acerca de lo que ha de decir trayendo a la memoria el caso o el hecho, para que más fácilmente pueda declarar la verdad. L. 8. tit. 6. lib. 4. R. C. Y regularmente sólo se admiten tres presentaciones de testigos, ya sea sobre nuevas o sobre anteriores posiciones, c. 15. c. 36. c. 55. h. t., lo cual ha sido restringido en esta forma para no prolongar demasiado los pleitos, con perjuicio del juez y de las partes; a no ser que las partes hayan renunciado a otra presentación después de la primera o de la segunda, pues entonces ya no se admite una más, sino en caso de apelación. Una vez terminada la primera instancia, se rescinden sus actas. O también, en el caso de que una parte presente nuevos testigos, que pruebe que no los conocía al momento que renunció a ellos, se admiten desde luego, ya que la renuncia no puede extenderse a lo que se ignoraba, arg. L. 15. ff. de Jurisdict., ya que nada hay tan contrario al consentimiento como el error. No se admite una cuarta presentación de testigos, llamada cuarto plazo, a no ser que la parte contraria en cuyo favor se excluye este plazo, renuncie a su derecho expresa o tácitamente, o a no ser que sobrevenga una solemnidad legal, a saber, que la parte que pide el cuarto plazo jure que ni por sí ni por otros, haya suprimido u ocultado ni las declaraciones propias ni las del adversario, ni haya explorado las declaraciones de los testigos, y que no pide maliciosamente este cuarto plazo. c. 15. c. 36. c. 55. h. t. Si el juez lo niega, la parte podrá apelar. En las causas criminales, para demostrar la inocencia del reo, se presentan testigos aun después de publicados los testimonios. L. 1. §. 27. ff. de Questionib., o cuando el juez hace de oficio la averiguación. Un quinto plazo jamás se admite, ni con solemnidad legal. En España todos los plazos se deciden y se admiten por el juez con tal de que en la causa que se ha de tratar, no exceda un término de 80 días si es de este lado de las montañas y de 120 si es de aquel lado. L. 1. tit. 6. lib. 4. R. C. donde dice: Que si fuere en las ciudades, y villas, de aquende los puertos sea término de 80 días, y si allende los puertos sea término 120 dias, para probar, y haver