Lo que fue interpretado así: La tierra es la gran madre: creo que los huesos son llamados piedras en el cuerpo de la tierra; se nos ordena lanzarlas detrás de la espalda.
225. El juramento conminatorio, v. g., ¡Por Dios, yo te mataré!, se reduce al promisorio, añadida solamente aquella conminación. El execratorio o impetratorio se reduce al asertorio, y, más allá del contestatorio, en el que sólo es invocado Dios como testigo, añade la execración, por la cual Dios es invocado como juez y vengador, D. Thom. 2. 2. q. 89. art. 1. ad 3. et art. 6. in Corp. Ahí: Hay dos clases de juramento: uno, de simple testimonio, es decir, en cuanto se invoca el testimonio de Dios. Otro modo de jurar es por execración. Y en este juramento se pone alguna creatura, en la que se ejerza el juicio divino. Y así suele el hombre jurar por su cabeza o por su hijo o por alguna cosa que ama, como también el apóstol juró 2. ad Cor. 1. [v.23] diciendo: Pongo a Dios por testigo sobre mi alma. Lo que José juró por la vida del faraón [Gen. 42,15], puede entenderse de dos modos: o por modo de execración, como si pusiera en manos de Dios la vida del faraón, o por modo de declaración como testimoniando la verdad de la divina justicia, a cuyo juicio están expuestos los príncipes de la tierra. Del juramento pasaremos a la conjuración, supuesto que no dista mucho de él. Y, no debe tratarse de la conjuración, en cuanto dice vehemencia y firmeza para otorgar un juramento, ni en cuanto significa inducir a jurar, o pedir algo bajo juramento, como dice Gregorio Nysseno in Cantic. acerca de aquellas palabras, C. 2 et 5: ¡Os conjuro, hijas de Jerusalén!, sino en cuanto es un conjuro o maldición hecha por medio de una invocación sagrada. Y en este sentido, es lo mismo conjurar que impeler a alguna creatura, mediante la interposición del nombre divino o de alguna otra cosa sagrada, a hacer u omitir algo, lo que se dice en griego exorcizar y en español conjurar, como dice Nebrija. En la conjuración, intervienen tres personas, como bien observa el eximio Suárez, a saber: la conjurante, la conjurada y aquella por la cual se conjura, como claramente aparece por las palabras del príncipe de los sacerdotes a Cristo señor: Matth. 26 [62] : ¡Te conjuro por Dios vivo a que me digas si tú eres el Cristo, el hijo de Dios!. Esta conjuración puede hacerse respecto del superior, rogándole, y respecto del inferior, ordenándole, D. Thom. 2. 2. q. 90. art. 1. in corp, Ahí: Así como el hombre puede ordenarse a sí mismo para hacer algo, así también a otros: a los superiores, rogándoles; a los inferiores, mandándoles; ambas ordenaciones cuando hay confirmación por algo divino, son conjuraciones. También podemos conjurar a los demonios, según aquello de Marc. ult. [16,17]: En mi nombre echarán los demonios. Hay dos modos de conjurar. Uno, por modo de deprecación, o de inducción, por la reverencia de algo sagrado; otro, por modo de compulsión. No está permitido conjurar a los demonios por el primer modo. Porque ese modo de conjurar se considera relacionado con cierta benevolencia o amistad, la cual no está permitido emplearla con los demonios. Pero el segundo modo de conjuración, que es por compulsión, nos es lícito usarlo para una cosa y para otra no nos es lícito. Porque los demonios, en el curso de esta vida, se constituyen en adversarios para nosotros. Sus acciones, pues, no están sometidas a nuestra disposición, sino a la disposición divina y de los santos ángeles, porque, como dice Agustín en el libro 3 sobre la Trinidad, el espíritu desertor es regido por el espíritu justo. Podemos, pues, conjurando a los demonios, por la virtud del nombre divino, rechazarlos como a enemigos, para que no nos dañen espiritual o corporalmente, según la potestad divina dada por Cristo, conforme a aquello de Lucas 10 [v. 19]: Yo os he dado poder sobre serpientes y escorpiones y sobre todo poder enemigo y nada os dañará. Sin embargo, no es lícito conjurarlos para aprender algo de ellos, ni para obtener algo por medio de ellos, porque esto sería tener con ellos alguna sociedad; a no ser, cuando por un especial instinto o por revelación divina, algunos santos utilizan la operación de los demonios para algunos efectos. Como se lee de Santiago, que por medio de los demonios hizo comparecer ante él a Hermógenes. También las creaturas irracionales pueden ser conjuradas, porque se lee que Simón y Judas conjuraron a los dragones y les ordenaron que se retiraran a un lugar desierto. Porque la operación de la creatura irracional, no sólo se le atribuye a ésta, sino principalmente a Dios, por cuya disposición se mueven todas las cosas; pertenece también al diablo, que por permisión divina utiliza algunas creaturas irracionales para dañar a los hombres. Así pues, la conjuración, de la que alguno hace uso para la creatura irracional, puede entenderse de dos modos. Según uno, que la conjuración se refiera a la misma creatura racional conforme a ella misma, y así, sería vano conjurar a la creatura irracional. Según otro, que se refiera a aquel por quien se hace y se mueve la creatura irracional, y así, de dos maneras es conjurada la creatura irracional: en la primera manera, a modo de deprecación dirigida a Dios, lo que corresponde a aquellos que con la invocación divina hacen milagros. En la segunda manera, a modo de compulsión, que se refiere al diablo, que,