inanimado y líquido, como vino, y se llamaba libación, aunque algunas veces las predichas voces se confundan, y se usen unas por otras. El sacrificio en la ley antigua por razón de la forma era triple. 1.- La Hostia por el pecado, de la cual, parte se le daba al sacerdote y parte se quemaba, y se ofrecía para obtener la remisión de los pecados. Pero si se ofrecía el sacrificio por el pecado del pueblo, o especialmente por el pecado del sacerdote, se quemaba todo. Y convenía este sacrificio en satisfacción de los pecados al estado de los penitentes. 2.- La Hostia pacífica, que se ofrecía a Dios como acción de gracias o por la salud y prosperidad de los oferentes. Y, esto como reconocimiento por el beneficio que se había recibido o se iba a recibir. Lo cual correspondía al estado de perfección en el cumplimiento de los mandamientos. Y tal hostia se dividía en tres partes: una se quemaba en honor de Dios, otra se daba al sacerdote, y la tercera se repartía a los oferentes: para significar que la salud del hombre procede de Dios, bajo la dirección de sus ministros, y con la cooperación de los mismos hombres que se salvan. 3.- El sacrificio llamado holocausto, esto es todo quemado, en el cual toda la víctima, exceptuada la piel, se quemaba y era un sacrificio ofrecido solamente en honor de la suprema Majestad Divina. Y éste correspondía al estado de perfección en el cumplimiento de los consejos, y por lo tanto todo se quemaba para que así como toda la víctima convertida en humo subía a las alturas, así también se significase que todo el hombre y todas las cosas que son de él están sujetas al dominio de Dios y deben serle ofrecidas. En lugar de estas cosas se estableció en la ley de gracia el único sacrificio de la misa, del cual aquéllas eran su figura, Trid. sess. 22. de Sacros. Missae, c. 1. S. Thom. 1. 2. q. 102. Por razón del fin se distinguen cuatro clases de sacrificios: 1) latréutico, que mira puramente al culto de Dios; 2) eucarístico, dedicado especialmente a la acción de gracias; 3) propiciatorio, ofrecido en remisión de la culpa y de la pena; y 4) impetratorio, que se ofrece para pedir algo a Dios. El holocausto estaba por el latréutico; la hostia pacífica por el eucarístico; el impretatorio, por el pecado; y la hostia por el propiciatorio, S. Thom. L. 2. q. 102. art. 3. La misa es un sacrificio latréutico, eucarístico, impetratorio y propiciatorio, y por lo tanto equivale superabundantemente a todos los sacrificios de la ley antigua, Trid. sess. 22. Can. 3. De aquí que los efectos de la misa son cuatro: 1) Es la complacencia de Dios, ya que Cristo Ntro. Señor, que es el principal oferente y la víctima ofrecida por este sacrificio, da a Dios el perfectísimo culto de latría, en el cual Dios se complace; 2) Es acción de gracias por los beneficios divinos, porque los beneficios de Dios se reconocen con la oblación de esta hostia para dar las debidas gracias. Y en relación a estos efectos, este sacrificio produce de modo simple, infinitamente dos resultados, pues por una parte Dios se complace infinita y plenamente en este sacrificio, y por otra nos devuelve bienes infinitos por la gracia. 3) Es remisión de los pecados en cuanto a la culpa y la pena, pero de diverso modo: porque las penas se perdonan inmediatamente por la aplicación de la satisfacción de Cristo; los pecados, en cambio, por lo menos los mortales, no se perdonan inmediatamente sino mediatamente, en cuanto que Dios por este sacrificio da auxilio a los pecadores para la contrición y la confesión, para que de este modo se borren los pecados. Así ex Trid. sess. 22. c. 2. y can. 3., Sto. Tomás, Suárez y otros. 4) Finalmente el efecto es la impetración de todo género de beneficios, también de los temporales, en cuanto que estos conducen a la eterna salud. Respecto de esos efectos, este sacrificio causa de hecho, de modo simple limitadamente, porque Dios no lo acepta sino para remisiones e impetraciones de hecho limitadas. Y esta es la razón porqué para un mismo fin se multipliquen los sacrificios, y se obtenga más con muchos que con uno, y que sea menos provechoso un solo sacrificio ofrecido por muchas cosas que por una sola, Lacroix lib. 6. p. 2. ex n. 45, Suárez y otros comúnmente. Y pertenece a los teólogos tejer una larga disputa acerca de estas cosas. Porque Cristo Ntro. Señor, que en la cruz una sola vez fue víctima cruenta, muchas veces en la misa se ofrece como víctima incruenta; y más aún, él mismo es el Ministro principal de este sacrificio. c. 1. de Sum. Trinit. donde dice: En la misa se contiene y sacrifica aquel mismo Cristo que se ofreció por una vez cruentamente en el ara de la cruz. Trid. sess. 22. de Sacrif. Miss. c. 2. Ya que el sacerdote es el ministro secundario de este sacrificio, y representa a la persona de Cristo, ofrece a Dios este sacrificio y es como el vicario de la Iglesia. Ciertamente este sacrificio de la misa es el mismo en número con el sacrificio de la cruz en cuanto a la substancia de lo que se ofrece, y del principal oferente, porque en uno y otro, él mismo es el principal oferente y la víctima ofrecida, es decir, Cristo. Sin embargo, difieren en cuanto al modo, al tiempo, al rito, a las ceremonias y a otras circunstancias, Trid. sess. 22. de Sacrif. Miss. c. 2. donde dice: Porque la Hostia es una misma, uno mismo el que ahora ofrece por el ministerio de los sacerdotes, que el que entonces, se ofreció a sí mismo en la cruz, con sola la diferencia del modo de ofrecerse. Y aunque en los sacrificios de la ley antigua no se tomaba la carne de los animales, sin embargo en este sacrificio se ofrece la carne de Cristo, ya que es necesario que la verdad exceda a la figura. Y meritoriamente por cierto se ofrece la carne humana: 1.- Porque por razón