|
|
371. El anillo es también ornamento de los obispos y de los pastores de almas, que lo llevan como esposos de sus iglesias. Debe ser de oro y adornado con una piedra preciosa pero sin ninguna figura ni grabado. De donde dice el cardenal Hugo que el prelado debe ser otro anillo que sella con su ejemplo y debe ser redondo a causa de la contemplación de las cosas eternas. E Inocencio dice que es el signo de la fe, según el cual el padre mandó poner un anillo en el dedo al hijo prodigo que regresaba, para que el prelado custodie la iglesia que se le encomendó con su incorrupta fe, para cuya fiel observancia se le amonesta de continuo con un signo visible. Y aunque antiguamente se colocaba en el dedo índice de la mano derecha, sin embargo, hoy en la celebración pontifical se pone en el dedo anular, y así por el continuo uso, se hizo costubre llevar. A algunos abades se les concede el anillo y también a los doctores: pero éste no es sagrado ya que carece de bendición. A los protonotarios, no participantes, y a los doctores, se les prohibe celebrar con anillo. Sacr. Rit. Cong., 11 de Febrero de 1623. Igualmente, también a los canónigos de las catedrales, 20 de Nov. de 1628, y bajo este nombre se entienden también las dignididades canonicales. El Pontífice, por cierto, según Optato
Milevitano, lleva anillo para que se reconozca esposo de la iglesia, y si necesario fuera dé su vida por ella como Cristo, guarde los misterios de la Escritura de los malvados, y proteja los secretos de la iglesia. Entre los sellos del romano Pontífice se enumera el anillo del pescador, con el cual en cera roja sella los breves, así llamado por la imagen
de S. Pedro en el acto de pescar. Otro sello se llama bula, con el cual en la cancelaría apostólica se sellan las bolas de plomo, el cual de una parte tiene la efigie de ambos apóstoles entre los cuales se interpone una cruz, y de la otra parte se pone el nombre del Pontífice reinante. El tercero finalmente
se llama signo, en el cual se escribe alguna sentencia de la Sagrada Escritura, y se pone en las bulas pontificias consistoriales, que se suscriben de propia mano del Papa y de todos los cardenales,
o por lo menos de la mayor parte de ellos. Porque en ellos, además del plomo dicho, se pinta una cruz y se circunscribe alguna sentencia. Así tenía este signo Lucio III + Ayúdanos, Dios, salvador nuestro. De Urbano III era éste + A tí, Señor, levanto mi alma. De Alejandro III, éste: + Enséñame. Señor, tus caminos. Macri Hiero-Lexico V. Annulus et Bulla. Los obispos, algunas veces, se sientan en el trono. Este se coloca de diversa manera según la situación del altar, de tal modo, sin embargo, que se ascienda al mismo por tres gradas que se cubrirán con alfombra o tapetes. La forma de la silla será digna y alta, y sobre ella se pondrá un dosel o baldaquino. Y así el obispo celebra la misa solemne. Otras veces se sienta en el faldistorio. Esta es cierta silla humilde a modo de la antigua silla curul, y se dice faldistorio de falda y estrado, pues las estribaciones y pies de los montes en italiano, casi del mismo modo que en español se llaman faldas. De aquí que esta silla, que suele colocarse al pie del estrado en que se pone trono y a un lado de la cátedra, se llamen así por esta razón. Se pone en el lado de la epístola
por reverencia a la cátedra, que obtiene el lugar más digno en la parte del evangelio. Así pues en este faldistorio celebran solemnemente los obispos, donde carecen de jurisdicción. Como también en su propia diócesis, cuando alguna mayor dignidad está presente, o cuando en la colación
de las órdenes se sientan delante del altar. Pero no deben usar el faldistorio en las iglesias de los regulares, sino que deben poner la cátedra y el baldaquino, Cl. fin. de Priv. El que celebra en el fadistorio, también lo usa para arrodillarse. Estas cosas han sido sacadas con gran trabajo de varios autores que tratan abundantemente de los ritos y ornamentos eclesiásticos. Y no se puede obtener fácilmente mayor claridad de la penumbra de la antiguedad, en cuanto a los ritos y nombres de las cosas predichas. Ya que a veces la misma cosa es llamada por diferentes autores con diversos nombres y el mismo nombre es aplicado a diversas
cosas. Y esta regla debes usar cuando veas aparecer
alguna diferencia, o también contradicción en las cosas predichas. Por último, el amito y los otros utensilios sagrados o benditos no pueden emplearse en usos profanos, sino que, si ya no sirven, deben quemarse, porque no es lícito que las cosas que fueron sagradas se traten mal, y sus cenizas, por respeto, se ponen en el desagüe del bautisterio, donde nadie las pise, o en la pared, o en fosas de los pavimentos. Así Clemente Papa in c. 39. de Cons. D. 1. Ni las cosas predichas pueden venderse, a no ser, en caso de necesidad para otras iglesias. Los ornamentos benditos que no tocan inmediatamente el santísimo sacramento,
pueden tocarlos los laicos y las mujeres. Tocar con la mano desnuda el cáliz o el ara, sin menosprecio, no excede el venial. Los cálices con el sacramento de la sangre de Cristo sólo pueden ser tocados por el sacerdote o el diácono. Si están vacíos, también por el subdiácono y el ministro en la misa, aun el acólito. Y lo mismo se dice del corporal. Así de varios textos, D. 23., a los sacristanes
se les permite por necesidad de su oficio tocar
|