les estaba prescrita la comunión bajo las dos especies. c. 12. de Cons. D. 2., en repudio a la herejía de los maniqueos que se abstenían del cáliz, debido a que atribuían al demonio el origen del vino como de cosa perniciosa, sin embargo, después, para que se aboliese la herejía de los que aseguraban que la sunción de ambas especies era de derecho divino, y para que más se declarase que bajo cualquiera de las especies se contenía todo Cristo, la iglesia prohibió a los laicos, pero no a los sacerdotes, el uso del cáliz. Trid. sess. 21. cap. 1. et Can. 1. Y consta por la común práctica de la iglesia, aunque los griegos aún tengan el uso del cáliz y en Roma lo usen en la iglesia de su propio rito. Y estos cálices quizá sean los que alguna vez se llaman menores o ministeriales. Después se sigue una antífona instituida por S. Gregorio, que antes se decía transitorio y ahora se llama comunión, y se cantaba en el coro, mientras se distribuía la comunión a los fieles. Y, ciertamente, entonces y no en otro momento se debe distribuir como se advierte en el ritual romano: La comunión del pueblo debe hacerse dentro de la misa inmediatamente después de la comunión del sacerdote, a no ser que, alguna vez, por alguna razonable causa, deba de hacerse después de la misa, ya que las oraciones que se dicen en la misa, después de la comunión, miran no sólo al sacerdote sino también a los otros comulgantes. Y por lo tanto, en el Sábado Santo, como no se da la comunión al pueblo esta antífona no se dice. Cuando el obispo da la comunión a los fieles, antes de que la reciban besan su mano. Aunque el sacerdote, cuando celebra, él mismo se da la comunión, sin embargo cuando el Papa celebra solemnemente, le es llevada la sacrosanta hostia por el subdiácono que está a la derecha del Pontífice, que en el alto trono, pero inclinado, recibe la comunión, lo cual dice S. Bonaventura: Cristo, en común, y a la vista de todos padeció, de donde el Papa, cuando comulga el Cuerpo de Cristo, en la misa solemne, comulga a la vista de todos, porque sentado en la cátedra se vuelve hacia el pueblo. Después con una caña de oro (que debe ser bendecida) absorbe la sangre consagrada y comulga. La comunión laical, a la cual por penitencia alguna vez los clérigos eran sometidos, c. 1. 1. q. 7., o es comunión bajo una sola especie, es decir, del pan, o es la sola participación en las oraciones de los laicos, entre los cuales los clérigos penitentes se colocaban en la iglesia. Macri. V. Communio Laica. Después, el pueblo es despedido con aquellas palabras: Ite, missa est. (Idos, la misa terminó), que denota la despedida hecha por los ángeles a los apóstoles, cuando ellos después de la ascensión de Cristo estaban mirando al cielo. Act. 1. v. 10. Estas palabras alguna vez se omiten, y en su lugar se dice: Benedicamus Domino, cuando, a saber, no se dice Gloria. O porque el pueblo no suele estar presente como en las ferias, o por razón de la tristeza. Antes, el Ite, missa est, se decía después de la bendición del sacerdote. Al final, se dice el evangelio de San Juan, a no ser que en los maitines se haya recitado la lección nona con la homilía, v.gr. del evangelio del domingo. Ya que entonces ese evangelio se dice al final de la misa.
383. Por varios casos ocurren defectos en la misa, a los cuales por lo tanto, así se provee en las rúbricas. Si el celebrante antes de la consagración advierte que la hostia está echada a perder, o que no es de trigo, quitada esa hostia, pone otra y hecha la ofrenda, por lo menos con la mente, prosigue desde el punto en el que paró. Si lo advierte después de la consagración, o aun después de la sunción de tal hostia, puesta otra, hará la oblación como arriba, y empezará desde la consagración, es decir, desde las palabras: Qui pridie, quam pateretur, y la primera, si no la ha consumido, la consumirá después de tomar el cuerpo y la sangre, o la dará a otro para que la consuma, o la reservará reverentemente en algún lugar. Pero si la hubiese consumido, de todos modos consumirá la que consagró, porque el precepto de hacer perfecto el sacramento es mayor que el precepto de comulgar en ayunas. Pero si esto sucediese después de la sunción de la Sangre, se debe poner otra vez nuevo pan y vino con agua, y hecha primero la oblación, como arriba, consagrará el sacerdote comenzando por las palabras: Qui pridie, quam pateretur. Y de inmediato, los consumirá y proseguirá la misa, para que el sacramento no quede imperfecto y que se conserve el debido orden. Si la hostia consagrada desapareciere, o por accidente, como el viento, o por milagro, o tomada por algún animal, y no pudiere recuperarse, entonces conságrese otra comenzando desde las palabras: Qui pridie, quam pateretur, hecha primero la oblación, como arriba. Si el celebrante antes de la consagración del vino, aunque después de la consagración del pan, advierte, o que no hay vino o agua, o ni una cosa ni otra en el cáliz, debe inmediatamente poner vino con agua, y hecha la oblación como arriba, consagrar, comenzando por aquellas palabras: Simili modo. Si después de las palabras de la consagración advierte que no se puso vino, sino agua, depositada el agua en un vaso, ponga una vez más vino con agua en el cáliz, y consagre, comenzando desde las palabras predichas: Simili modo. Si esto lo advirtiese después de la sunción del cuerpo, o de tal agua, ponga otra hostia que de nuevo se ha de consagrar, y vino con agua en el cáliz,