mezcle un poco de agua, ofrezca como arriba y prosiga la misa. Si después de la consagración cayere la mosca, o algo parecido, y le da náusea al sacerdote, extráigala, lávela con vino, terminada la misa, quémela, y lo quemado y lo del lavatorio arrójelo en un lugar secreto. Pero si no le causare náusea, y no temiese ningún peligro, consuma el sacramento. Si cayere algo venenoso en el cáliz o algo que provocara vómito, el vino consagrado se ha de vaciar en otro cáliz, y otro vino con agua se ha de poner para ser consagrado de nuevo, y terminada la misa, el contenido del primer cáliz se vierte en un paño de lino, o estopa, conservándola por tanto tiempo como fuere necesario para que se seque, y entonces la estopa se quema, y lo quemado se arroja en lugar secreto. Si algún veneno dañase la hostia consagrada, entonces consagre otra, y consúmala según el modo que se ha dicho, y aquélla consérvela en el tabernáculo, en un lugar separado, hasta que las especies se corrompan, y una vez que pase esto arrójese en lugar secreto. Si al tomar la sangre queda una partícula en el cáliz, con el dedo póngala en el borde del cáliz y consúmala antes de la purificación, o ponga vino, y consúmala. Si se encuentra antes de la consagración que la hostia está rota, a no ser que sea muy notorio para el pueblo, tal hostia se consagra; pero si pudiese haber escándalo para el pueblo, tómese otra y ofrézcase. Pero si de la primera ya se había hecho la oblación, después de la ablución, consúmala. Pero si antes de la oblación aparece la hostia rota, se toma otra entera, si se puede hacer sin escándalo y sin gran demora. Si por causa de frío, o negligencia la hostia consagrada se moja parcialmente en el cáliz, nada se ha de volver a hacer, sino que el sacerdote prosigue la misa, haciendo las ceremonias y los signos acostumbrados sobre la parte de la hostia que no está mojada, pero si toda está mojada, no la saque, sino diga todas las cosas, omitiendo los signos, y tome al mismo tiempo el cuerpo y la sangre, signándose con el cáliz al decir: el cuerpo y la sangre de Ntro. Señor Jesucristo, etc. Si en invierno se congela la sangre en el cáliz, se envuelve el cáliz con paños calientes; si esto no da resultado, se pone en agua hirviendo cerca del altar, cuidando que no entre agua en el cáliz, mientras se licúa. Si por negligencia algo de la sangre de Cristo cayese ya sobre el piso, o sobre una tabla, recójase y consúmase, y límpiese cuanto sea necesario ese lugar, y lo que se desprenda quémese y la ceniza guárdese en el sagrario. Pero si cayese sobre la piedra del altar, recoja el sacerdote la gota, lávese bien el lugar, y la ablución guárdese en el sagrario. Si cayese sobre el mantel del altar y la gota pasase a otro mantel, hasta el tercero, lávense los tres manteles en donde cayó la gota, poniendo debajo el cáliz, y el agua de la ablución guárdese en el sagrario. Pero si cayese sólo en el corporal, o en la vestidura del mismo sacerdote, debe lavarse igualmente y la ablución guardarla en el sagrario. Si en el tapete o paño que se pone para los pies, se lava bien como arriba. Si aconteciere que toda la sangre después de la consagración, se derramare, si quedase algo, o muy poco, consúmalo, y de la otra sangre que se derramó, hágase como se dijo. Pero si no hubiese sobrado nada, ponga nuevamente vino y agua, y consagre desde donde dice: Simili modo postquam coenatum est, hecha primero la oblación del cáliz como arriba. Si el sacerdote vomitase la eucaristía, si aparecen las especies íntegras, reverentemente consúmanse, a no ser que le cause náusea, porque entonces las especies consagradas se separan cuidadosamente, y se ponen en el sagrario. Pero si las especies no aparecieren, se quema el vómito, y las cenizas se guardan en el sagrario. Si la hostia consagrada, o alguna parte de ella cae en tierra, se recoge reverentemente, y se limpia el lugar donde cayó, se rae un poco y el polvo, o la raedura se pone en el sagrario. Si cayese fuera del corporal, en el mantel, o de algún modo, en un lienzo, el mantel, o el lienzo se lavan diligentemente, y la lavadura se pone en el sagrario. Hasta aquí las rúbricas. Si un fragmento de hostia cae en las partes interiores del vestido de una mujer, la misma mujer procure encontrarla modestamente; si no la encontrase, el sacerdote encomiende el fragmento a Dios y prosiga la misa. Si ella la encuentra, con sus propios dedos póngala en el copón, lávese los dedos, y la lavadura póngase en el sagrario. Si cayese sobre el pecho de la mujer, ella modestamente lávese. Si sólo el sacerdote advierte que el fragmento cayó, y prevea muy probable la gran turbación de la mujer, o la ofensa de los que están presentes, no diga nada el sacerdote, sino encomiéndelo a Dios. Si el sacerdote advirtese, después de haberlas consumido, que las especies que tomó están envenenadas, puede provocarse el vómito, y después guardar el vómito y quemarlo. Así Félix Potestas, tom. 1. p. 1. ex n. 373. Los defectos que no son acerca de la substancia de la misa no es necesario suplirlos, si ya el sacerdote ha adelantado mucho, o debería alterar el orden de la misa. De aquí