invoca por los antedichos cuando dice: comunicando y venerando la memoria, etc. Tercero, termina la petición diciendo para que esta ofrenda sea saludable para aquéllos por los que se ofrece. Se acerca después a la consagración misma, en la que primero pide el efecto de la consagración cuando dice: la cual oblación tú Dios, etc. Segundo, realiza la consagración por medio de las palabras del Salvador cuando dice: El cual la noche antes. Tecero, excusa su presunción por la obediencia al mandato de Cristo diciendo: de donde recordando, etc. Cuarto, pide que sea acepto a Dios el sacrificio realizado cuando dice: sobre el cual propicio, etc. Quinto, pide el efecto de este sacrificio y sacramento: Primero, en cuanto a los que lo reciben, diciendo: suplicantes rogamos etc. Segundo, en cuanto a los muertos que ya no pueden recibirlo, diciendo: Acuérdate también, Señor, etc. Tercero, especialmente, en cuanto a los mismos sacerdotes que lo ofrecen diciendo: también a nosotros pecadores. Después se trata de la recepción de este sacramento, y prepara al pueblo para recibirlo: Primero, por la oración común de todo el pueblo (que es la oración dominical, en la que pedimos que nos sea dado el pan nuestro de cada día) y también por la privada que ofrece el sacerdote especialmente por el pueblo cuando dice: Libranos, te pedimos, Señor, etc. Segundo, es preparado el pueblo por la paz que se da diciendo: Cordero de Dios, pues este sacramento es de unidad y de paz, según se ha dicho arriba. En las misas de difuntos en las que se ofrece el sacrificio, no por la paz presente, sino por el descanso de los muertos, se omite la paz. Enseguida, sigue la recepción del Sacramento, tomándolo primero el sacerdote y dándolo después a los demás, porque como dice Dionisio in cap. 3. eccles. Hierarch. : Aquél que entrega a otros las cosas divinas, primero debe él mismo ser participante. Por último se termina toda la celebración de la misa por la acción de gracias, regocijándose el pueblo por la recepción del misterio (lo que significa el canto después de la comunión) y el sacerdote dando gracias mediante la oración, como también Cristo, una vez celebrada la cena con sus discípulos, dijo el himno, como se lee en Mateo 26.”
386. Y después in art. 5. dice: Respondo diciendo que en los sacramentos una cosa es significada de dos maneras, es decir, por las palabras y por los hechos, para que su significación sea más perfecta. Se significan por las palabras, en la celebración de este sacramento, ciertas cosas pertenecientes a la pasión de Cristo, que es representada en este sacramento, o también a cuerpo místico que se significa en este sacramento, y otras pertenecientes al uso de este sacramento, que debe ser con devoción y reverencia. Y por eso, en la celebración de este misterio se hacen unas cosas para representar la pasión de Cristo, o también la disposición del cuerpo místico, y se hacen otras pertenecientes a la devoción y reverencia de este sacramento. A lo primero se ha de decir que la ablución de las manos tiene lugar en la celebración de la misa por la reverencia de este sacramento, y esto por dos razones: Primera, porque no acostumbramos a tratar las cosas preciosas, sino con las manos lavadas, por lo cual parece inconveniente que se acerque uno a tan alto sacramento con las manos manchadas aun corporalmente. Segunda, por su significación, pues, como dice San Dionisio (Eccl. Hierarch. c. 3): la ablución de las extremidades significa la limpieza aun de los pecados más insignificantes, según aquello de Juan 13, 10: el que está lavado no necestia sino lavarse los pies, y tal limpieza se requiere de aquél que se acerca a este sacramento; lo que también se significa por la confesión que se hace en el introito de la misa. Y esto mismo significaba la ablución de los sacerdotes en la antigua ley, como dice San Dionisio en el mismo lugar. La iglesia, sin embargo, no observa esto como precepto ceremonial de la ley antigua, sino como instituido por ella, como cierta cosa conveniente en sí, y no se observa del mismo modo que entonces, pues se omite la ablución de los pies y se observa la de las manos, que puede hacerse con más prontitud, y que basta para significar la perfecta pureza, pues siendo la mano el órgano de los órganos (como se dice en 3 de Anima), todas las obras son atribuidas a ellas, por lo cual se dice en el Salmo 23: lavaré entre los inocentes mis manos. A lo segundo se ha de decir que no hacemos uso del incienso como precepto ceremonial de la antigua ley, sino como establecido por la iglesia; por consiguiente no usamos de él como se había establecido en la ley antigua. Mas nos servimos de él bajo un doble sentido: primero, para excitar el respeto a este sacramento, esto es, para destruir por el buen olor, todo mal olor corporal que hubiese en el lugar, y que pudiera inspirar horror. Segundo, para representar el efecto de la gracia, de la que, como de buen olor, fue Cristo lleno, según aquello de Gen. 27. 27. : manifiesta por nosotros el olor de su conocimiento en todo lugar. Por cuya razón después de haber incensado por todos lados el altar, que designa a Cristo, se inciensa a todos por su orden. A lo tercero, se ha de decir que el sacerdote en la celebración de la misa, hace el signo de la cruz para expresar la pasión de Cristo, que terminó en la cruz. Y la pasión de Cristo se ha cumplido por ciertas acciones como por grados. 1º. Porque primero tuvo lugar la entrega de Cristo que es hecha por Dios, a Judas y a los judíos, lo que se