vamos muchas veces a ella, no somos recebidos en esta forma, sino después de alguna ausencia de largo tiempo que entonces nos hacen el mismo recibimiento. Quando vamos a misa a nuestra Capilla no salen los Capellanes a recibirnos, ni hacen más que levantarse de sus asientos, y hacer genuflexión profunda, sin llegar a tierra, quando vamos pasando a la cortina. Para la confesión de la misa salen dos Capellanes, y haciendo genuflexión en la misma forma, sin llegar a tierra, se ponen de rodillas junto a la cortina, y nos dicen la confesión. Y si es Prelado el que la dice, está en pie, aunque estemos de rodillas. La Gloria nos la vienen a decir. Al credo de la misa estamos en pie, y los Capellanes, que salen a decirle, llegan a la cortina; y haciendo genuflexión profunda, dicen el Credo en pie, porque Nos estamos así; y al et homo factus est, nos ponemos de rodillas con los capellanes, aunque alguno sea prelado, y se levantan luego; y acabado el Credo, haciendo la misma genuflexión, vuelben á su asiento. Al Evangelio trae el Diacono el Misal abierto; y por llevar el Texto descubierto, sin hacer humillación mas de parar un poco antes de la cortina, llega, y nos le da á besar; y dando dos pasos atrás, por haberle cerrado, hace su humillación profunda. El Ministro que nos trae la paz, no hace más humillación que baxarse á darla, por estar Nos de rodillas; y dada, se retira dos pasos atrás, y en lugar de humillarse, se para un poco, y va al Altar. Esto se hace por la Imagen, o Cruz que está en el Portapaz. Los días de la Purificación, y Domingo de Ramos, se dan las candelas, y palmas primero a todo el Clero, y después salimos de la cortina hasta la grada del Altar a recibir del Preste la candela, o palma; y haciendo reverencia nos volvemos a la cortina. El día de ceniza la toma primero el Clero, hasta los cantores, que van en hábito clerical, y después salimos de la cortina a la grada del Altar, donde nos tienen puesta una almohada, y nos ponemos de rodillas a tomar la ceniza, y haciendo la reverencia, nos volvemos a la cortina; y luego la toman el Príncipe, si está allí, y los Grandes, y Cavalleros que se hallan presentes. El Viernes Santo, para la adoración de la Cruz, va primero el Clero, y luego Nos, y los Grandes, y Cavalleros, que allí están; ordenamos, y mandamos que así se haga, y observe con los Virreyes del Perú, y Nueva España. y en L. 23., bajo el mismo título se dice: En las concurrencias de Obispo, y Governador a los Divinos Oficios dentro de la Iglesia, declaramos que la aspersión del Agua bendita antes de la Misa Mayor se debe hacer primero al Obispo, y Clero juntos, y después al Governador; y si el Obispo estuviere en la Capilla Mayor, se le dará la paz, y después al Governador; y estando el Obispo en el coro, saldrán juntos dos Eclesiásticos, quales dispone el Ceremonial, y darán la Paz uno al Obispo, y otro al Gobernador.
388. La misa frecuentemente se llama con el nombre griego de Liturgia que significa acción pública. También se le llama Anáfora, Doxología, Mistagogia, Tisia, Prosfera y Ceremonia. Además con el nombre de misa algunas veces se significan, no la misa, sino alguna solemnidad, u otros Divinos oficios, como nota Macri en Hiero-Lexico, V. Misa. Frecuentísimamente se le da el nombre de oblación y sacrificio. Y esto se hace con razón, porque este único sacrificio de la nueva ley contiene perfectísimamente todas las razones de los sacrificios. Pues es holocausto, ya que se hace principalmente en reconocimiento de la divina excelencia; es propiciatorio, porque se hace en satisfacción de los pecados; es eucarístico, porque se hace en reconocimiento y acción de gracias de la Pasión de Cristo, que fue el sumo beneficio de Dios y la fuente de todos los beneficios; es también impetratorio, porque en él ofrecemos a Cristo en quien y por quien debemos esperar todos los beneficios divinos. Así el Doctor Eximio. Por cierto, Hostia en general se dice lo que se ofrece y así es llamada refiriéndose a la hueste vencida, porque era ofrecida después de obtenida la victoria. La hostia ofrecida en este sacrificio es el cuerpo y la sangre de Cristo: ya que porque la hostia es una misma, uno mismo el que ahora ofrece por el ministerio de los sacerdotes, entonces se ofreció a sí mismo en la cruz, con sola la diferencia del modo de ofrecerse, Trid. sess. 22. c. 2, pues el Cristo está contenido y se inmola incruentamente, es el mismo que se ofreció una sola vez en el ara de la cruz a sí mismo de modo cruento. Se ofrece pues en cuanto existe bajo las especies de pan y vino, bajo las cuales tiene razón de hostia ofrecida a Dios. De donde las especies pertenecen a este sacrificio, sólo como aquello bajo lo cual se ofrece la Hostia, y por las cuales se hace sensible el sacrificio; pero no como parte de la cosa que se ofrece, que no son verdaderamente parte de la cosa ofrecida, aunque estas especies intrínsecamente pertenezcan a la razón del Sacramento de la Eucaristía, por ser parte del signo sensible, en cuanto de por sí significantes. Ni la substancia del pan y del vino pertenecen a este sacrificio, como cosa ofrecida, sino sólo como materia de la cual, transitoria y destruída, se hace la cosa ofrecida, y sin la cual no se haría la consagración