de la iglesia, ni obliga tampoco el precepto del viático, cuando no se puede dar debidamente, porque se ha de tener por más digna la razón del sacramento que alguna necesidad del prójimo, aunque algunos autores disienten de esto. Aunque el sacerdote próximo a la muerte pueda celebrar no ayuno como puede no ayuno recibir el viático de otro. También puede no ayuno celebrar para evitar el peligro de muerte como puede celebrar sin altar, o sin cáliz consagrado, o sin vestes sagradas, siempre que esto no se exija en desprecio de la fe. Así comúnmente los doctores con Lacroix lib. 6. p. 1. ex n. 150., donde los que tratan esto más ampliamente, pueden consultarse. La polución, aunque voluntaria, si se expió por la confesión, no debe alejar de la comunión, y, con más razón, la no voluntaria o la lícita tenida entre cónyuges. Algunas veces sin embargo, se abstienen por decencia a juicio del confesor, y así se ha de entender el texto in C 1. 33. q. 4. donde dice: Si los panes de la proposición no podían ser comidos por aquéllos que se habían acercado a sus mujeres, cuanto más este pan que bajó del cielo, no puede ser violado y consumido por aquéllos que, poco antes, se entregaron a los abrazos conyugales? Y no es que condenemos las nupcias (porque no decimos esto), sino que al tiempo que vamos a comer las carnes del Cordero, no debemos entregarnos a las obras de la carne. O puede este texto entenderse con Sto. Tomás de los ministros de la iglesia casados, como son los griegos. Ampliamente habla de esto Sánchez de Matrim. lib. 9. D. 13.
394. Llegamos así a la tercera parte de este capítulo en el cual se trata de los Divinos Oficios. Por el nombre de oficio divino se entienden aquí las Horas Canónicas, las cuales, ciertamente, se recitan en la iglesia desde el tiempo de los Apóstoles. S. Clem. Const. Ap. lib. 8. cap. 30. No entran bajo el nombre de Divino Oficio o de Horas Canónicas, el oficio parvo de la B. Virgen, ni el oficio de los difuntos, que en el breviario se prescribe para el primer día del mes no impedido ni los Salmos Penitenciales, ni los Graduales. Ni a los predichos está obligado alguien fuera del coro, como consta de la bula de San Pío V. Quod a nobis, que está en el principio del breviario. Pero en el día de la ánimas o de los difuntos hay obligación grave del Oficio de Difuntos, también respecto de aquéllos que usan el Breviario Romano, porque se considera parte de ese día. Así comunmente con Suárez contra algunos. También (es lo más probable) es mortal omitir las letanías en la fiesta de San Marcos y en los días de Rogaciones. Lacroix lib. 4. ex n. 1239. El Oficio Divino se divide en Nocturno y Diurno, en razón de que los antiguos dividían la noche en cuatro vigilias y el día en cuatro estaciones, cada una de las cuales contenía tres horas del día natural. En la primera vigilia, que comenzaba al entrar la noche, se decía el primer Nocturno; en la segunda, que se extendía hasta la media noche, se decía el segundo Nocturno; en la tercera, que comenzaba después de media noche, se decía el tercer Nocturno; en la cuarta, ya cerca de la aurora, se recitaban los Laudes. Desde el nacimiento del sol, comenzaba la primera estación o prima hora, y después de tres horas seguía la tertia que se prolongaba hasta el medio día; desde medio día empezaba la sexta, y después de tres horas la nona, que se prolongaba hasta el ocaso del sol. Salido el sol los fieles recitaban la prima y después, las demás horas del Oficio Divino. Las Vísperas poco antes del ocaso del sol. Finalmente las Completas se decían al crepúsculo del día. Así se deduce de Matth. 27. ex n. 46. Luc. 12. n. 38. Censorino y otros. Son pues siete las horas prescritas por la iglesia, es decir, Maitines con Laudes, Prima, Tercia, Sexta, Nona, Vísperas y Completas. Se da así cierta analogía mística con los siete sacramentos, con las siete peticiones que se contienen en la oración dominical; con los siete dones del Espíritu Santo. Y porque varones santos como David, y otros oraban con este número. Porque, como siete veces al día caiga el justo, es conveniente que ore siete veces, y además de otros misterios de este número, se consideran, con razón, establecidas las siete horas, porque este número corresponde a la pasión del Señor; porque Cristo el Señor en la noche fue capturado; en la hora prima maltratado; en la tercera condenado a la cruz, en la sexta crucificado, en la nona murió; a las vísperas fue bajado de la cruz, y a la hora de las completas fue sepultado. Por lo tanto, la adoración u oración a Dios, puede hacerse en cualquier lugar y en cualquier posición del cuerpo. Sto. Tomás. 2. 2. q. 84. art. 2. ad 2. dice: Como la oración está primordialmente en la mente y de modo secundario se expresa con palabras, así también, la adoración, principalmente, consiste en la interior reverencia a Dios y secundariamente, en algunos signos corporales de humildad: y así nos arrodillamos designando nuestra debilidad, frente a Dios; nos prosternamos, como confesando que no somos nada por nosotros mismos. Y en el art. 3. D. 2. añade: Se elige un lugar determinado para orar, no a causa de Dios, que es adorado, como si se encerrase en un lugar, sino a causa de los mismos que la adoran. Y esto por tres razones: 1. por la consagración del lugar que inspira una devoción especial a los que oran, para ser más bien oídos, como se ve por la oración de Salomón. 3. Reg. 8.; 2. por los sagrados misterios y otros signos de santidad que allí se contienen; 3.