Sánchez in Decal. lib. 2. c. 43. n. 27. La materia y las virtudes de los agnus Dei se explican con estos versos: Bálsamo y cera limpia mezclados con crisma hacen el cordero, que te doy como gran don. Nace santificado de una fuente mística. Destruye los relámpagos. Y todo pecado maligno rompe y sofoca como la sangre de Cristo. Salva a la preñada y al fruto. Da dones a los dignos. Destruye la fuerza del fuego. Llevado límpiamente salva de las desgracias de la inundación. Acerca de los Agnus Dei Gregorio XIII en la Const. Omni. bajo excomunión ipso facto contraída, pero no reservada, prohibe: Que nadie se atreva a pintar los Agnus Dei, bendecidos por el Romano Pontífice o señalarlos de rojo, o sobreponerles oro, o color, ni pintarlos, ni colorearlos, ni ponerlos o tenerlos en venta. El Agnus Dei, más que una reliquia es una sagrada imagen de Dios, porque representa a Cristo místicamente. Ciertamente, esta figura no es otra cosa que cera blanca bendecida por el Pontífice y con la figura de un cordero que se pone encima, se llama Agnus Dei y cada siete años se bendicen. Y aunque sea simonía venderlos más caros, porque están benditos, sin embargo, pueden ser vendidos, según su materia y habida razón del precio por la traída de Roma hasta acá. No es lícito mezclar con su cera bendecida y fundida, otra no bendecida, pero si se hace y la cantidad de cera bendita es mayor, toda queda bendecida, Lacroix lib. 6. p. 1. ex num. 222. Potestá, tom. 1. p. 2. cap. 6. Diana y otros.
420. La beatificación y canonización de los santos pertenece privativamente al Pontífice. c. 1. h. t. ibid. Barbosa et González L. 65. tit. 4. p. 1. allí: Santos canonizados, que quiere tanto decir, como otorgados por Santos, e esto no puede otro facer, sino la Santa Eglesia de Roma. Porque es una de las mayores causas de la iglesia, y por lo tanto debe reservarse al juicio del Pontífice, c. 3. de Baptism. Absolutamente, no pueden los obispos, ni para sus diócesis. Ni los legados a látere, ni otros, aun con la comisión del Papa canonizar. Ni el Concilio General sin el Pontífice, Barbosa in c. 1. h. t. n. 7 y 8 con otros. Pero siempre, desde antiguo, fue necesaria la autoridad del Pontífice, por lo menos tácitamente, canonizando a aquél al que la voz del pueblo llamaba Santo. De aquí que Alejandro III in c. 1. h. t. reprende a todos lo que, engañados por la astucia del diablo, veneran como santo, al modo de los infieles, a algún hombre que muere en una orgía, o de alguna borrachera, y añade: Aunque por medio de él se hiciesen muchos milagros, no os es lícito venerarlo por santo públicamente, sin la autoridad de la iglesia romana. La beatificación, en los primeros siglos de la iglesia, era hecha por los obispos; pero después la reservó para sí el Pontífice, González in c. 1. h. t. n. 7 & 8. Y ciertamente, antes, la canonización consistía en que el nombre del canonizando se ponía en los sagrados dípticos, o en el canon, o en el catálogo de los santos, se sacaba su cuerpo del primer sepulcro y se dedicaban iglesias a su nombre. La primera canonización solemnemente hecha por el Pontífice fue la de San Ulderico, Obispo de Augusta, hecha por Juan XV el día 11 de Junio del año de 983. También, entre los gentiles, la apotéosis fue la sombra de estas canonizaciones, ya que era una consagración, o elevación a la divinidad. Y así alguien alabando a Augusto, dijo: Tarde llegue aquel día, y más tarde que nuestro siglo, en el que el emperador Augusto, dejado el mundo, que gobierna, llegue al cielo y ausente favorezca a los que lo invoquen. Porque para que alguien sea santo ante Dios basta la sola santidad de vida, según aquello del Apoc. 2. v. 10: Se fiel hasta la muerte y te daré la corona de la vida. L. 66. tit. 4. p. 1. Santo tanto quiere decir, como cosa firmada en bien, e esta afirmanza se entiende señaladamente por la fe que ovieron, y por las buenas obras que ficieron en ella, porque se allegaron a firme estado de gloria, que no se puede mudar. Sin embargo, para que en la iglesia alguien se tenga solemnemente por santo, además de la santidad de vida, se requieren milagros, ya que son signos y testimonios de santidad, y que Dios quiere que aquél sea venerado como santo, c. 52. de Testib, L. 66. tit. 4. p. 1. E aun debe saber si fizo milagros en su vida e desde su muerte. Los milagros solos no bastan, porque en los milagros principalmente opera la fe, que sin duda puede darse sin la caridad, 1. Cor. 13. v. 2.: Si tuviere una fe tan grande que pudiera trasladar montañas, pero no tuviere caridad, nada soy. Ya que también por los malos y pecadores alguna vez se hace milagros, por lo menos aparentes, y se dicen profecías, c. 56. c. 79. 1. q. 1, Mateo 7. v. 22. La incorrupción, o integridad corporal, puede acontecer naturalmente, y por lo tanto, para que sea un indicio de santidad, debe probarse la excelencia de la vida y que tal incorrupción no es natural, v. gr. porque el cuerpo está suave y flexible, e incorrupto en las partes más sujetas a corrupción. Lo mismo se ha de decir también de la fragancia, si se perciba algún olor, que exceda a cualquier otro olor natural y sea diferente de todos y así de las demás cosas.
421. La canonización de los mártires no es otra cosa que la declaración del martirio, para lo cual se requiere: 1o. Que conste concluyente