lib. 1. D. 18. et alii comm. Ciertamente el matrimonio puede celebrarse por medio de un intérprete. Y si éste fue elegido por el consentimiento común de los contrayentes, se le debe dar plena fe en las dudas, si algunas ocurren. Sánchez de Matrim. lib. 3. D. 39. n. 4. El consentimiento, de cualquier modo que se exprese, no debe ser fingido ni simulado sino verdadero, cap. 26. h. tit. l. 30. ff. de Rit. nuptiar. Si Ticio contrae con Seya por palabras de presente pero sin la intención de contraer, ciertamente contrae un matrimonio nulo en el foro interno, donde no hay más testigo que la verdad y se atiende a la propia conciencia. Pero en el foro externo, puesto que la Iglesia no juzga las cosas ocultas, este matrimonio se tendrá por verdadero mientras no se pruebe la ficción, cap. 26. cap. 30. h. t. Ni al mismo, aunque lo asegure bajo juramento, se le cree que careció de la intención y del consentimiento, arg. cap. 10. de Probation, para que no se dé ocasión a disolver matrimonios legítimos con gran peligro y daño de los contrayentes e injuria contra el sacramento, y por consiguiente, el mismo Ticio comete grave pecado de injusticia y de sacrilegio, Sánchez de Matr. lib. 1. D. 11. n. 1. Y como este daño no se puede reparar de otro modo, con sujeción a la razón, el que contrae ficticiamente está obligado, desechada la ficción, a dar verdaderamente su consentimiento al matrimonio, y se le puede compeler a éste en el foro externo. Sánchez de Matr. lib. 1. D. 11 ex n. 4. Pero si con otra contrajo verdaderamente y por una censura se le exige cohabitar con la engañada, debe más bien resistir a la censura (que entonces no lo obliga) que acceder a la mujer que no es suya, puesto que por ningún motivo puede cometer un pecado de fornicación, cap. 44. de Sentent. excommun. En caso de que falte el consentimiento solamente de parte de uno porque contrató fingidamente o porque fue inducido bajo un miedo grave, se requiere nuevamente el consentimiento de uno y otro, lo sostienen Felino, Ledesma et alii. Pero como uno ha consentido verdaderamente y su consentimiento es válido y suficiente para el matrimonio, y no ha sido revocado, basta añadir de nuevo sólo el consentimiento de aquel que había contraído fingidamente o por miedo. S. Thom. in 4. D. 29. q. un. art. 3. q. 2. ad 2. S. Bonaventura ibid. Navarro Man. cap. 12.
21. Uno puede contraer matrimonio no sólo por sí mismo sino también mediante un procurador, que tenga mandato especial para ello, el cual no puede ser substituido por otro sino por especial facultad, con tal de que durante el intervalo del contrato de matrimonio no se haya revocado el mandato, cap. fin. de Procur. in 6., lo que también sucede después del Tridentino como lo atestigua la práctica universal de la iglesia. De tal manera que el procurador contraiga en nombre de su principal delante del párroco y los testigos; y el párroco puede decir: Yo os uno a vosotros, procuradores, en cuanto representáis a vuestros principales. Sin embargo, no es necesario que el procurador se presente ante el párroco y los testigos, porque esto no ha sido establecido ni por el derecho ni por la práctica. Sánchez de Matr. L. 2. D. 11. ex n. 20. Gutiérrez et alii. Igualmente puede contraerse matrimonio por medio de carta, con tal de que, donde el Trident. ha sido recibido, la entrega y la aceptación de cada uno de los contrayentes se haga delante del mismo párroco y los testigos. Sánchez de Matrim. l. 2. D. 12. n. 3. Gutiérrez de Matrim. cap. 45. n. 4. Molina de Just. & jur. tr. 2. D. 254. contra Ledesma, Rodríguez in Sum. et alios. El matrimonio contraído ya sea por procurador o por carta, tiene el carácter de sacramento; pues entre los cristianos nunca el carácter de sacramento se separa del de contrato; sino que esto tiene de especial, que puede realizarse por un ausente o por medio de un sustituto, aunque los demás sacramentos no puedan hacerse así, pues Cristo no cambió el contrato sino que lo elevó a la categoría de sacramento. Así contra Durando, Cano, Ledesma et alios, lo sostienen Sánchez de Matrim. L. 1. D. 11. n. 27. et alii. En el matrimonio, en efecto, no sólo hay carácter de contrato, como se celebraba en la antigua ley y aun hoy entre los no bautizados, arg. cap. 3. de Presbyt. non bapt. Sino que en la ley evangélica el mismo contrato de matrimonio fue elevado por Cristo Señor a sacramento, como es de fe contra los luteranos y otros. Trident. sess. 7. de Sacram. in gener. Cano 1 et sess. 24. de Matrim. Cano 1. Paul. ad Ephes. 5. v. 32. Allí dice: Sacramento es éste grande, mas yo hablo con respecto a Cristo y a la iglesia. Lo cual fue muy conveniente, para que se confiriera la gracia divina a los cónyuges para soportar las cargas del matrimonio, puesto que contiene un vínculo perpetuo, principalmente por la Ley de Cristo, según Matth. 5. v. 19. Y ciertamente cuando Cristo asistió a las bodas en Caná de Galilea, o instituyó según algunos este sacramento, o por lo menos lo aprobó, y posteriormente lo instituyó, cuando abrogada la ley del repudio lo restituyó a su natural indisolubilidad con aquellas palabras: Lo que Dios, pues, ha unido, no lo separe el hombre. Matth. 19. v. 7. Sánchez de Matrim. l. 2. D. 4. n. fin. Palacios, Henríquez et alii. El efecto de la gracia sacramental del matrimonio es doble; uno, reprimir la concupiscencia, otro, hacer que los cónyuges eduquen religiosamente su prole, se asistan fielmente