43. Dios en los tiempos pasados hacía a los santos por medio de los tiranos, actualmente los hace por medio de los demonios que, mientras les causan dichas violencias, hace que más se envilezcan y aniquilen en sí mismos y se abandonen en Dios.
44. Job blasfemó y, sin embargo, en ello no pecó con sus labios, porque eso fue por violencia del demonio.
45. San Pablo sufrió en su cuerpo tales violencias del demonio: de donde escribió: No hago el bien que quiero, sino hago el mal que no quiero.
46. Estas violencias son el medio más proporcionado para aniquilar el alma y para promoverla a la verdadera transformación y a la unión, y no hay otro camino: y es el más fácil y seguro.
47. Cuando suceden estas violencias conviene que dejemos obrar a Satanás, no usando de propia industria, o de fuerzas, sino manteniéndonos en nuestra nada: y, aunque vengan poluciones y actos obscenos procurados con las manos y otras cosas más insólitas y peregrinas que éstas, es necesario no inquietarse por ellas, sino que deben ser excluidos los escrúpulos, las dudas, los temores, porque el alma se hace más iluminada y más robusta y más cándida y se adquiere aquella santa libertad. Y, desde luego, no conviene confesarlas y se obra muy sanamente no confesándolas, porque así se vence al demonio y se obtiene, ciertamente, el tesoro de la paz.
48. Satanás que hace tales violencias sugiere, en seguida, que son graves defectos para inquietar al alma, para que no progrese en la vía interna. De donde, para quitarle fuerzas, conviene no confesarlas: porque ni siquiera son pecados veniales.
49. Job, por la violencia del demonio, hacía poluciones con sus manos por el mismo tiempo en que tenía limpias oraciones a Dios, interpretando, así, en tal sentido cierto texto del capítulo 16 de Job.
50. David, Jeremías y muchos de los santos profetas sufrían del mismo modo las violencias de estas impuras operaciones externas.
51. En la Sagrada Escritura muchos son los ejemplos de violencias a actos externos pecaminosos, como el de Sansón, que por la violencia se mató a sí mismo juntamente con los filisteos, se casó con una mujer extranjera, fornicó con la meretriz Dalila: cosas que, por otra parte, eran prohibidas y fueron pecados. Lo mismo Judith que mintió a Holofernes; de Eliseo que maldijo a los niños, de Elías que consumió por el fuego a dos generales del rey Acab, juntamente con sus cohortes. Queda en duda si fue violencia hecha inmediatamente por Dios, o por ministerio del demonio, como sucede en otras almas.
52. Cuando estas violencias, también impuras, vienen sin ofuscación de la mente, entonces el alma puede unirse a Dios y por la cosa misma se une siempre más.
53. Para conocer en la práctica si alguna operación en otras personas fuere violenta, la regla que tengo de tal cosa no sólo es que estas almas protesten que ellas no consintieron o que no pueden jurar que consintieron, en lo cual vemos que son almas que progresan en la vía interna; sino, sobre todo, me dirijo por cierta luz actual y que es superior al conocimiento humano y teológico, por la que conozco de cierto, con interna seguridad, que tal operación es violenta, y estoy persuadido de que esta luz viene de Dios, porque a mí me viene unida a la seguridad de que viene de Dios y no deja en mí sombra de duda en contrario, tal como acontece cuando Dios al revelar alguna cosa, al mismo tiempo, da seguridad al alma de que El es Quien hace tal revelación y el alma no puede, siquiera, ponerlo en duda.
54. Aquéllos espirituales de la vía ordinaria se encontrarán burlados y confusos en la hora de la muerte, con todas sus pasiones por purificar en el otro mundo.
55. Por esta vía interna se llega, aunque con mucha paciencia, a la purificación y mortificación de todas las pasiones, de tal modo que ya no se sienta nada, absolutamente nada, y no tenga nadie inquietud alguna al respecto, como un cuerpo muerto, ya sin alma, se deja llevar a todas partes.
56. Dos leyes y dos voluntades, la una del alma, la otra del amor propio, duran, mientras dura el amor propio. Pero, una vez que se haya aquí purificado y muerto, como sucede en la vía interna, ya no existen ahí las dos leyes, ni las dos voluntades, ni se hace ninguna insinuación, o movimiento inesperado, ni nada se siente, ni siquiera un pecado venial.
57. Por la contemplación adquirida se llega al estado de no pecar más, ni mortal, ni venialmente.
58. De la misma manera, se llega al estado de no hacer reflexión sobre las operaciones propias, porque los defectos nacen de la reflexión.