o para castigar el pecado, o para purificar al pecador.
71. El hombre para su conservación, puede dispensarse de aquella ley, que Dios fundó para su utilidad.
72. La nota de la iglesia cristiana es que sea católica, y que comprenda a todos los ángeles del cielo y a todos lo elegidos y justos de la tierra y de todos los siglos.
73. ¿Qué es la Iglesia, sino la congregación de los hijos de Dios que permanecen en su Seno, de los adoptados en Cristo, que subsisten en su Persona, de los redimidos con su sangre que viven en su Espíritu, de los que obran por su gracia y esperan la gracia de la vida futura?
74. La Iglesia, o sea el Cristo total, tiene al Verbo Encarnado como Cabeza y a todos los santos como sus miembros.
75. La iglesia es un solo cuerpo compuesto de muchos miembros, de los cuales Cristo es la Cabeza, la Vida, la Subsistencia y la Persona: un solo cristo compuesto de muchos santos, de los cuales es el Santificador.
76. Nada más amplio que la Iglesia de Dios, porque la componen todos los elegidos y justos de todos los siglos.
77. El que no lleva una vida digna de hijo de Dios y de miembro de Cristo cesa, en su interior, de tener a Dios por Padre y a Cristo por Cabeza.
78. Cualquiera se separa del Pueblo Elegido, cuya figura fué el pueblo judío, y cuya cabeza es Jesucristo, tanto al no vivir según el Evangelio, como al no creer en el Evangelio.
79. Es útil y necesario en todo tiempo, en todo lugar y para todo género de personas estudiar y conocer el espíritu, la piedad y los misterios de la Sagrada Escritura.
80. La lectura de la Sagrada Escritura es para todos.
81. La santa oscuridad de la Palabra de Dios no es razón para que los laicos se dispensen a sí mismos de su lectura.
82. El domingo debe ser santificado por los cristianos con lecturas de piedad y, sobre todas, de las Santas Escrituras. Es perjudicial querer que el cristiano se aparte de esta lectura.
83. Es una ilusión convencerse de que el conocimiento de los misterios de la religión no debe comunicarse a las mujeres con la lectura de los sagrados libros. No por la sencillez de las mujeres, sino por la soberbia ciencia de los hombres surgió el abuso de las Escrituras y nacieron las herejías.
84. Arrebatar de las manos de los cristianos el Nuevo Testamento o mantenérselo cerrado, quitándoles el modo de entenderlo, es cerrar para ellos la boca de Cristo.
85. Prohibir a los cristianos la lectura de la sagrada escritura, sobre todo del Evangelio, es prohibir el uso de la luz a los hijos de la luz y hacer que sufran cierta especie de excomunión.
86. Privar al pueblo sencillo de este consuelo de unir su voz a la voz de toda la iglesia es uso contrario a la práctica apostólica y a la intención de Dios.
87. Un modo lleno de sabiduría, de luz y de caridad es dar a las almas oportunidad de llevar con humildad y de sentir el estado de pecado, de pedir el espíritu de penitencia y de contrición y de comenzar, por lo menos, a satisfacer a la justicia de Dios antes de que sean reconciliados.
88. Ignoramos qué es el pecado y la verdadera penitencia, cuando queremos ser restablecidos de inmediato en la posesión de aquellos bienes de los que nos despojó el pecado y rehusamos soportar la vergüenza de esa separación.
89. El grado décimo cuarto de la conversión del pecador es que, como ya está reconciliado, tiene derecho de asistir al sacrificio de la Iglesia.
90. La iglesia tiene autoridad de excomulgar y la ejerce, por medio de los pastores principales, con el consentimiento, a lo menos presunto, de todo el Cuerpo.
91. El miedo de una excomunión injusta nunca nos debe impedir cumplir con nuestro deber: nunca salimos de la iglesia, aún cuando por la necedad de los hombres parezcamos expulsados de ella, cuando por la caridad estamos unidos a Jesucristo Dios y a la misma iglesia.
92. Sufrir en paz la excomunión y el anatema injusto más bien que traicionar la verdad, es imitar a San Pablo: tan alejado de levantarse contra la autoridad, o de romper la unidad.
93. Jesús siempre cura las heridas que la desconsiderada precipitación de los sumos pastores inflige sin su mandato. Jesús restituye lo que ellos rompen por celo irreflexivo.
94. Ninguna opinión peor de la Iglesia se ofrece a sus enemigos: que el ver que ahí se ejerce el dominio sobre la fe de los fieles y que se fomentan las divisiones a causa de cosas, que ni lastiman la fe, ni las costumbres.