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de la mujer, Sanchez de Matrim. L. 9. D. 45. n. 6., que arriba dice que el tal médico que lícitamente se expone al peligro de consentir, pero firmemente se propone no consentir, porque movido por la necesidad se pone en ese peligro, con justa razón, puede esperar
de la Divina Misericordia un auxilio mayor, Véase Sánchez de Matr. lib. 9. D. 17. et D. 45 et 46. Torrecilla, tom. 2. tr. 3. praecept. 6. sect. 9. num. 75. et 88. f. 591. Joan Sanchez in Select. D. 21., principalmente en el n. 29. donde cita a muchos. Lacroix, lib. 3. p. 1., ex n. 920., Santo tomás en 4. D. 34. q. 1. art. 2. ad 5., ahí: Entonces,
médicamente podría abrir los claustros del pudor
con algún instrumento y ésto no sería contra el matrimonio, porque no se haría para deleite, sino para remedio. Pero nuestra católica Reina Isabel, ejemplo de castidad, habiéndo contraído una enfermedad íntima, prefirió morir que ser curada por un médico, lo cual le fue permitido, como a las otras mujeres del pueblo les es permitido, aunque no puedan curarse de otra manera, porque,
entonces la muerte se sigue sin intención, Lessio de Just. L. 4. c. 3. dub. 8. n. 60. Sánchez. Caramuel y otros, porque es muy penoso para la mujer casta aparecer desnuda ante el hombre. Así habla el poeta de las ninfas compañeras de Diana,
cuando fueron vistas por Acteón: Sicut erant nudae, viso sua pectora Nimphae precusere, viro, subitisque ululatibus omne impevere nemus: Las ninfas, como estaban desnudas, habiendo visto al hombre, se golpearon los pechos y llenaron con sus repentinos alaridos el bosque entero. La polución tenida en sueños es pecado mortal, si antes, directa
o formalmente fue procurada y la causa no fue retractada, o si agradó después del sueño, o fué aprobada a causa del deleite venéreo, porque, entonces, es lo suficientemente voluntaria para que sea pecado, otra cosa es, si totalmente es involuntaria.
Por un fin honesto, por ejemplo, de salud, o de tranquilidad del ánimo, o de disminuir
la tentación, es lícito desearla con el simple afecto de descarga de la naturaleza, mientras ese deseo no influya eficazmente en la polución. De igual manera, es lícito gozarse de ese medio natural
y tenido sin pecado, ya que el objeto de ese deseo y gozo no es malo, sin embargo, es mejor abstenerse de estos deseos, porque pocas veces carecen de peligro. Por último, muchos autores dan esta regla en nuestra materia; a saber: la polución
querida en su causa tanto pecado será cuanto es ésta misma, de tal modo que, si la causa
es pecado mortal, igualmente, será pecado mortal la misma polución, si es venial, entonces ésta será venial, que si la causa no es ningún pecado,
entonces la polución no será ningún pecado, con tal que nunca haya peligro de consentimiento.
Nadie, tampoco, está obligado a impedir la polución que sobreviene espontáneamente, ni a reprimir la ya comenzada, por ejemplo, en el sueño, con tal que no haya peligro de consentimiento
al placer, ni se le fomente voluntariamente,
sino que puede dejarse, por causa de salud, que la naturaleza se descargue, porque ésto no es procurar la polución, sino soportar que fluya, ya que de otro modo lo corrupto dañaría la salud. Conviene, sin embargo, escudarse con la cruz y, sin otro tocamiento, quietas las manos, rogar a Dios, que no permita la caída en el deleite. El deleite
es, en general, la simple complacencia en algún
objeto. El deleite venéreo, carnal o torpe es el que se siente en torno a las partes genitales por la conmoción del semen, o de los humores que sirven
para la generación, o por el que se conmueven
las partes pudendas del cuerpo, o, a lo menos,
los humores genitales en torno a ellas, como se deduce por Galeno, lib. 14. De usu partium, cap. 6. y 10. Este, alguna vez, se dice sensual, o también sensible, o sensitivo, pero el deleite sensible
se toma verdaderamente en otro sentido: porque éste se percibe sin niguna conmoción en torno a las partes genitales, sino sólo por la proporción,
o por la connaturalidad que una cosa tiene con el órgano de algún sentido, cual es el deleite que se siente por la audición de la música,
por la vista de una pintura, por el aroma de una flor, por el sabor del azúcar, o por el tacto de la seda, o de una cosa suave, o de la blandura del gato. Alguna vez, este deleite, también se dice sensual en el buen sentido, como también, alguna
vez, sensible en el mal sentido se toma por venéreo. La delectación morosa es la delectación deliberada de un acto torpe, que, precisamente, se consuma interiormente, difiere del deseo, porque el deseo es la voluntad eficaz para la cópula,
o que tiende al acto externo. Pero la delectación
consiste sólo en el pensamieento interno, sin que pase a querer ejecutarlo, de lo que se deleita.
Se dice morosa, no por espacio de tiempo, ya que puede consumarse en un instante, sino por la detención de la deliberación y de la advertencia
suficiente para que sea pecado. Porque, si alguno no advierte plenamente la malicia del pensamiento torpe, ni consiente plenamente, no será delectación morosa. toda delectación morosa
es pecado mortal, porque como Cristo el Señor
dice en Mateo 5, 28: Todo el que mira a una mujer deseándola, ya adulteró con ella en su corazón.
Tampoco, en la cosa venérea se da parvedad de materia, cuando la delectación es plenamente deliberada y esta sentencia es probada por Clemente
VIII y por Paulo V y,
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