Lacroix. L. 5. n. 110., lo mismo dice, cuando resulta bastante molesto resistir continuamente en forma positiva, como acontece, cuando la tentación dura largo tiempo, o si obliga a omitir alguna acción honesta, por ejemplo, el estudio, la audición de la confesión, etc., sobre todo, si la acción que debe hacerse es por su naturaleza excitativa de tal concupiscencia, porque, entonces, nadie está obligado a omitirla, por ser causa de la natural de tal deseo, Sánchez, Suárez, Taner y otros, en Lacroix, L. 4. n. 110, y siguientes, donde conviene verlos.
199. Pero porque tales movimientos y delectaciones nos dan aquella retribución que (conforme al adagio popular) acostumbraron ofrecer a sus huéspedes: el ratón en el morral, la serpiente en el regazo y el fuego en el pecho. Como se dice de los judíos, in c. 13. de Judaeis, por lo mismo, el amador de la castidad debe aborrecer, no sólo la culpa, sino también la sombra de ella en esta materia y, por tanto, cuando urja una vehemente tentación no debe rechazarla con un gesto del semblante, ni con el estrépito de la voz, ni con la distorsión del rostro, sino que, levantando el corazón a Dios, a la Santísima Virgen y a los Santos, debe clamar humildemente diciendo: Señor, padezco violencia, Dios mío, ayúdame; y no nos dejes caer en la tentación; no permitas que me separe de Tí. Traspasa mis carnes con tu Temor; en Tí, Señor, esperé, no sea confundido eternamente. Y al mismo tiempo, volviéndose a la Santísima Virgen, dígale: ¡Virgen Singular, Dulce entre todas, líbranos de nuestras culpas y haznos dulces y castos! Bajo tu amparo, etc. Acuerdate, oh piadosísima Virgen, que jamás se ha oído decir hasta ahora que ninguno que haya recurrido a tu protección, implorando tu auxilio, haya sido desamparado de Tí. Yo, animado por tal confianza, corro a Tí, oh Virgen de las Vírgenes, a Tí vengo, gimiendo yo pecador compadezco en tu presencia. No quieras, oh Madre del Verbo, despreciar mis palabras, sino óyeme propicia y escúchame. Y debe distraer la mente en otras cosas, tomar alguna ocupación para el ocio, que es la infeliz cloaca y el fecundísimo semillero de estos pensamientos, sea desterrado; más aún, conviene también cohibir, con alguna maceración, como con un freno, al indómito caballo de la carne. Finalmente, un óptimo remedio es evitar las ocasiones: Contra el ímpetu del deseo sexual, dice S. Agustín, recurre a la fuga, si quieres obtener la victoria. Igual los Santos Padres y, aun los Gentiles exclaman: Dum licet, et modici tangunt praecordia motus, Si piget, in primo limine, siste pedem, Principiis obsta, sero medicina paratur, Cum mala per longas invaluere moras, Se propera, nec te venturas differ in horas. Qui non esto hodie, crea minus aptus erit. Interea tácitae serpunt in viscera flammae, Et mala radices altius arbor agit. Dura aliquis praecepta vocet mea, dura fatemur. Ecce: sed ut valeas, multa dolenda feres. Ut corpus redimas, ferrum patieris et ignem, Arida nec sitiens ora lavabis aqua. Ut valeas animo, quidquam tolerar negabis At pretium pars haec corpore majus habet. Cuando aun los más leves impulsos agitan el alma Si los sientes, detén el pie en el umbral, resiste los primeros asaltos. Tarde se prepara la medicina cuando los males han crecido, Mas, apresurate, y no te abandones a las inciertas horas El que no se hace fuerte, mañana lo será menos, cuando, las llamas ocultas invadan las entrañas y el mal árbol heche raíces más profundas. No faltará quien llame a mis preceptos duros, y duros los confesamos. Así es: para que estés sano, muchos dolores soportarás Para reparar el cuerpo, sufrirás el hierro y el fuego, ni el agua mitigará la sed de tus labios. Para fortalecer el ánimo, todo es bueno Que el precio del alma supera el del cuerpo. En verdad, en esta materia ningún cuidado es demasiado, sobre todo, para aquél que reside en los reinos de ambas Indias: Porque también a éste lo enciende una libido innata y en estas regiones la gente es inclinada a la lujuria y se consume en el vicio de la gentilidad y de sí mismo.