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Cazonci o rey, Cazonci (caçonci, caçonçi, caçonzi, cazonzi, cazonçi)
Función principal: Hacer traer leña, convocar a la guerra, hacer justicia, nombrar caciques y oficiales, bailar en las fiestas
Categoría general: Señores y principales

Características generales

El cazonci era el máximo gobernante del reino tarasco y todos sus habitantes estaban, de una u otra manera, vinculados a él (los tenía a todos en cargo dice el documento) y le debían obediencia. Aunque el término cazonci se ha interpretado de muy diversas formas porque su etimología no es clara, lo cierto es que en la Relación sólo se utiliza para referirse a Zinzicha y a su padre Zuangua, los dos últimos gobernantes previos a la conquista; o bien de manera abstracta, como un cargo, y rutinariamente se intercambia por el término castellano "rey". En varias ocasiones se dice que el cazonci estaba en lugar del dios Curicaueri para hacer traer leña para los cúes (para hacer que la gente llevara leña a los templos), sin embargo es difícil establecer cuál era la relación específica entre ambos. Podría entenderse que el cazonci era simplemente el responsable, en nombre de Curicaueri, de hacer que la gente llevara la leña para los fogones que continuamente estaban encendidos en los templos; o, quizás, que era la representación humana del propio dios. Tal vez, inclusive, podría suponerse que era el propio dios. Se dice, por ejemplo, que las posesiones del cazonci en realidad lo eran del dios y si alguien las tomaba o las recibía quedaba sujeto a la divinidad. Además, las mujeres que el cazonci recibía como esposas eran para Curicaueri a quien hacían mantas y daban de comer antes que al cazonci. De cualquier forma, la función primordial del cazonci era la de "hacer traer leña para los cúes" y el poder para realizarla provenía de su vínculo personal y directo con Curicaueri.

El origen de este vínculo también es difícil de precisar, pero a partir del relato contenido en la segunda parte de la Relación se deduce que había sido transmitido de padres a hijos por lo menos desde Ticatame. En sus orígenes, sin embargo, la relación con el dios Curicaueri no parece haber implicado un poder mayor o distinto al que tenían otros señores por la relación con sus propios dioses (por ejemplo Chanshori con Urendequaequara); aunque ya desde el inicio de la narración se dice que Curicaueri conquistaría toda la tierra. La relación con el dios significaba "tenerlo" o, por lo menos, tener una parte de él, lo cual al parecer consistía en tener un núcleo de obsidiana o de algún otro material del que se sacaban navajas. El cazonci, además, por ser descendiente directo de Ticatame pertenecía al linaje vacuxecha y es posible, incluso, que ser de dicho linaje --tanto por parte de padre como de madre-- fuera uno de los requisitos para ocupar el cargo. Así parece indicarlo Tariacuri cuando, discutiendo con su hijo Curatame, le dice: "sí, así es, yo no soy señor, mas soy isleño. Cómo, ¿tú eres señor? Tú de Corínguaro eres, y una parte tienes de un dios Tangáchuran. Tú, advenedizo eres. Vete a tu pueblo de Corínguaro. Yo no soy señor, ni tú eres señor. Aquí están los que han de ser señores que son Yripan y Tangáxoan. Estos son los señores verdaderos" (f. 106 v). Y es que las madres de ambos no eran del grupo chichimeca. La de Tariacuri era hija de un pescador de Xaraquaro y la de Curatame era hija de Chanshori, señor de Curinguaro.

La manera en que se transmitía el cargo no es tampoco muy clara. Por una parte se dice que el cazonci en turno seleccionaba a uno de sus hijos antes de morir, el cual gobernaba junto con su padre hasta que éste moría; costumbre que, por lo demás, no era exclusiva de los chichimecas, pues también Huresqua fue señor de Curinguaro junto con su padre Chanshori. Pero por otra parte se dice también que cuando moría el cazonci, los viejos, los caciques y los señores entraban en un "acuerdo" para elegir al sucesor. Normalmente elegían a uno de sus hijos pero aparentemente también podía ser algún pariente. Es posible, no obstante, que tal acuerdo fuera sólo parte del ritual para nombrar al sucesor que previamente había sido designado por el cazonci anterior. En todo caso, lo que se desprende de la historia que contaba el petamuti, es que el liderazgo vacuxecha se había transmitido básicamente de padres a hijos, excepto en el caso de Hiripan y Tangaxoan quienes heredaron el señorío de su tío Tariacuri. Pero incluso en este caso, Hiquingaje, su hijo, lo sucedió como señor de Pátzcuaro. Uno de los criterios para elegir al sucesor era que fuera virtuoso; es decir, que no se emborrachara (o que no se emborrachara tanto), que llevara leña para los templos constantemente, que hiciera oraciones y la vela para los dioses, que se sacrificara las orejas, etcétera. De hecho, el cazonci mandaba matar a sus hijos si no se comportaban como debían y, una vez en el cargo, el cazonci podía ser destituido por los viejos y los señores que lo habían elegido si no demostraba ser apto. Tariacuri, por ejemplo, mandó matar a dos de sus hijos, Curatame y Tamapucheca, dejando el campo libre a sus sobrinos; y tanto en la descripción general de la elección de un nuevo cazonci como en el caso particular de la elección de Zinzicha, los elegidos piden a los viejos que los quiten del cargo si no lo desempeñan correctamente. Asimismo, hay indicios de que en la elección intervenía un factor divino y de que, en realidad, era el dios Curicaueri quien designaba al sucesor. Al parecer esto sucedía cuando el dios se le aparecía en sueños al futuro gobernante. Es probable que para ser cazonci debiera soñarse con Curicaueri pero otros dioses también podían designar, o por lo menos habían designado en el pasado, a quienes serían señores. A Hiripan, por ejemplo, se le apareció la diosa Xaratanga, y Carocomaco fue señor de Querequaro por intervención del dios Querenda angapeti. En todos los casos el favor de los dioses se había obtenido después de haber llevado leña a los templos por bastante tiempo y de haber hechos diversas acciones como penitencia. La posibilidad de que cualquiera que fuera especialmente virtuoso pudiera soñar con los dioses permitía que incluso gente de "baja suerte" llegara a ser señor (por ejemplo Zurunban, Carocomaco y Cauiyancha). Por otra parte, se creía que los privilegios y atributos que distinguían a los señores (casas, familia, mujeres, viejos, esclavos y esclavas, alhajas, orejeras de oro, brazaletes, collares de turquesas, plumajes verdes) eran dados por los dioses.

Funciones

La principal función del cazonci, como hemos visto, era "mandar traer leña para los cúes", actividad que estaba íntimamente relacionada con la guerra. De hecho, la manera en que el cazonci convocaba a la gente para ir a la guerra era mediante el mandamiento general de llevar leña para los templos, con lo cual se iniciaban los rituales y ceremonias previos a cualquier actividad bélica. Puede decirse, por lo tanto, que la función primordial del cazonci era la de convocar a la guerra. El cazonci era, en efecto, ante todo un guerrero. De hecho, él mismo iba a veces a la guerra y, si resultaba herido, los valientes hombres (los "caballeros", es decir, los guerreros) lo llevaban cargando de vuelta a su casa. La descripción de la ceremonia de "investidura" de un nuevo cazonci contiene también varios datos que indican el carácter predominantemente guerrero del cazonci. Ésta se realizaba cinco días después de haber sido electo el sucesor, cuando una comitiva encabezada por el petamuti o sacerdote mayor iba por él a su casa para llevarlo, en procesión, al patio donde lo esperaba la gente y en donde se llevaba a cabo la toma de posesión del cargo y la introducción del nuevo cazonci a la casa de su padre. Antes de partir hacia el patio, el cazonci se ponía los siguientes atavíos: "una guirnalda de cuero de tigre [¿de jaguar?] en la cabeza; y un carcaj de cuero de tigre con sus flechas, o de otros animales, de colores; y un cuero de cuatro dedos, en la muñeca; y unas manillas de cuero de venado con el pelo y unas uñas de venados en las piernas, que eran insinias de señor" (f. 33), mismas que utilizaba también el capitán general cuando iba a la guerra. El petamuti, primero, y la gente, después, se dirigían a él con el término "quangua", equivalente a valiente hombre. La parte medular de la ceremonia era el "razonamiento" que el petamuti hacía a la gente reunida en el patio (caciques, sacerdotes, oficiales, señores) por el cual se establecían las obligaciones que le debían al nuevo cazonci. Éstas eran tres básicamente: traer leña cuando el cazonci lo mandara, ir a las guerras y sembrar las sementeras del cazonci cuyo producto se destinaba a sostener las guerras. Por otra parte, el rito final con el cual quedaba inaugurado el reinado del nuevo cazonci consistía en la "entrada" o guerra que éste mismo hacía para capturar esclavos, junto con un mandamiento general a los pueblos para que fueran a la guerra. Finalmente, cuando moría el cazonci, era enterrado con las insignias características del guerrero: arco y flechas, carcaj, rodela de oro, el cuero de tigre en la mano, etc.

Otra de las funciones principales del cazonci era la de presidir las fiestas, aunque no se especifica de qué modo. Probablemente en la primera parte de la Relación, donde se describían las ceremonias que hacían a los dioses, su participación en las mismas era más explícita, pero en lo que queda del documento sólo se mencionan algunos datos que vagamente dan idea de sus actuación en las fiestas. Se dice, por ejemplo, que en ellas bailaba con sus mujeres, que ciertos atavíos eran para bailar en las fiestas, y que recibía y daba de comer a los cautivos de las guerras antes de ser sacrificados. Y aunque el cazonci tenía la dignidad de sacrificador no se dice nunca que él mismo realizara los sacrificios humanos.

El cazonci también era juez. Además de juzgar los casos especialmente graves que le eran turnados por el petamuti, resolvía todo tipo de casos (adulterio, hechicería, robo) que se le presentaban a él directamente sin importar la categoría social de los involucrados. A veces también sentenciaba a muerte a algún principal sin juicio previo.

Por último, los gobernantes de cada pueblo, los caciques, eran puestos por el cazonci quien elegía al sucesor entre los parientes del cacique muerto, le daba sus insignias de señor, mandaba introducirlo a su señorío, le repartía la gente que tendría a cargo y podía destituirlo si no desempeñaba correctamente su cargo. También nombraba a sus oficiales, por lo menos a los mayordomos, eligiendo al sucesor entre los parientes del difunto.

Relaciones de poder, sociales y familiares

El poder del cazonci estaba legitimado, en primer lugar, por su relación directa con el dios Curicaueri, un dios que había sido designado por los otros dioses para ser rey y conquistar toda la tierra; en segundo lugar, por ser descendiente en línea directa de Ticatame, de Tariacuri, de Tangaxoan y de Zizispandaquare, los héroes del linaje vacuxecha, quienes fueron conquistando el territorio, centralizando el poder y unificando el reino. Y en tercer lugar, por el pacto establecido con la gente de los pueblos conquistados, mediante el cual éstos habían prometido obedecer y ayudar a los conquistadores y al dios Curicaueri a cambio de no ser sacrificados. Dicho pacto se renovaba cada vez que era elegido un nuevo cazonci, se establecía con cada uno de los nuevos caciques; se recordaba en las arengas previas a la guerra; se reafirmaba anualmente, durante la fiesta de Equata consquaro, cuando el petamuti contaba la historia de los antepasados del cazonci; y su rompimiento se castigaba con la muerte.

El cazonci era temido y tratado con mucha reverencia. Para hablar con él, los señores debían quitarse el calzado, vestirse con mantas viejas y permanecer alejados. Además poca gente hablaba directamente con él. Inclusive los curitiecha u otros sacerdotes o señores se dirigían primero al petamuti quien transmitía los mensajes al cazonci. Probablemente también su gobernador y el capitán general fungían como intermediarios entre el cazonci y el resto de la gente, y de alguna manera eran sus portavoces, al igual que el petamuti, pues lo que decían era siempre lo que el cazonci les había mandado decir.

Gran parte de los productos tributados eran directamente para el cazonci y para sostener el aparato de gobierno. Éste estaba formado por una serie de oficiales encargados de diversas funciones de gobierno (justicia, guerra, gobierno, tributos) quienes, junto con los caciques, los principales llamados achaecha, los valientes hombres y los "viejos" componían la corte del cazonci. Éste tenía varias mujeres en su casa que le servían y con quienes tenía hijos. Una de ellas, la llamada yreri, era considerada su mujer natural; otras eran sus parientas, otras eran hijas de caciques y señores, y otras más eran esclavas. Algunas además habían sido mujeres de su padre. Y cuando el cazonci deseaba reforzar el vínculo de lealtad con algún principal, le daba alguna de sus hijas o mujeres como esposa. Como hemos visto ya, las mujeres del cazonci se consideraban mujeres del dios Curicaueri y una de sus principales funciones era hacer mantas y ofrendas para el dios. Además de realizar los oficios de la casa (administrar los alimentos, cocinar y servir la comida, guardar las joyas, las mantas y los atavíos del cazonci) bailaban con él en las fiestas. El autor de la Relación hace notar que las mujeres llevaban el pecho desnudo y que se bañaban todas juntas con el cazonci. Los hijos del cazonci eran criados por ayos y amas en sus propias casas. Los parientes de la madre les hacían sementeras y aparte tenía distintas clases de esclavos para su servicio.

Además de las funciones de gobierno, el cazonci realizaba diversas actividades de carácter recreativo. Había, por ejemplo, personas que le contaban historias o "diputados para sus pasatiempos", se bañaba con sus mujeres, jugaba patoli y acostumbraba ir de caza. Esta última actividad quizás no era propiamente recreativa aunque el autor de la Relación así lo da a entender. Debe recordarse que los antepasados del cazonci, los llamados en el documento chichimecas, eran originariamente cazadores y que, a veces, ir de caza significaba hacer una entrada para cautivar esclavos para el sacrificio.

El entierro del cazonci

Cuando el cazonci estaba mortalmente enfermo, los caciques, señores y oficiales estaban obligados a acudir a su casa con presentes (de no hacerlo eran considerados traidores) y permanecían fuera de ella hasta que acontecía el deceso. Luego, junto con sus viejos, se encargaban de lavar y ataviar el cadáver, el cual era trasladado en andas por sus hijos y algunos señores hasta la pira donde sería cremado, en el patio de Tzintzuntzan. La procesión salía a la media noche alumbrada con antorchas, bajo el repique de unos huesos de cocodrilo, conchas de tortuga, el tañido de cornetas y caracoles, el cantar de los señores y el llanto de las mujeres. Delante del cuerpo iban los hombres y mujeres (aproximadamente 40 personas) que serían sacrificados para seguir sirviendo a su señor en el otro mundo llevando a cuestas los utensilios, joyas y vestimenta del cazonci, mientras los barrenderos barrían el camino para que, simbólicamente, no lo perdiera. Los hijos y parientes del cazonci llevaban en hombros, mediante unos travesaños, la tarima de tablas cubierta de mantas, sobre la cual se había puesto el cadáver ataviado con una camiseta delgada, cótaras de cuero, un collar de huesos de pescados blancos, collares y pulseras de turquesas, brazaletes de oro, cascabeles de oro en las piernas, un trenzado de plumas, orejeras de oro y un bezote de turquesas. El cuerpo, al parecer decapitado, iba atado a la tarima con unas cuerdas y cubierto con muchas mantas. Sobre él se ponía un bulto de mantas con la cabeza, adornado con un penacho de plumas verdes, unas orejeras, collares, brazaletes, una trenza, su arco, sus flechas y su carcaj. Detrás del anda iban los señores y la demás gente. Llegando a la pira, los que llevaban el cuerpo daban cuatro vueltas en torno a ella y, al tañido de las cornetas y el cantar de los señores, lo ponían encima y encendían el fuego. Mientras era cremado el cuerpo del cazonci, sus sirvientes eran sacrificados con porras y enterrados detrás del templo de Curicaueri. Al amanecer, los señores que habían permanecido junto al fuego, atizándolo, recogían las cenizas, los restos de huesos, el oro y la plata derretidos, los llevaban a la casa de los papas y hacían con ellos un bulto al que ataviaban nuevamente con todas las insignias del cazonci (los collares de turquesas, el plumaje, las orejeras, etc.) y una máscara de turquesas. Entonces uno de los sacerdotes llamados tiuimencha llevaba el bulto hasta la tumba previamente cavada al pie de las escaleras del templo de Curicaueri y aderezada con petates, mantas, rodelas de oro y plata, flechas, ollas con comida, jarros con "vino", y la gran tinaja donde era metido el bulto con las cenizas del cazonci mirando hacia el oriente. Finalmente, echaban en la tumba más mantas, plumajes, rodelas de oro y plata, "y muchas otras cosas", ponían vigas y tablas encima y la sellaban probablemente con lodo o arcilla ("enbarrábanlo todo por encima").

Tras el entierro, los señores que habían estado en contacto con el cadáver se bañaban y junto con la demás gente consumían, frente a la casa del difunto, una comida hecha especialmente para la ocasión (maíz cocido blanco). Después de comer "poníanse todos cada uno por sí, asentados, cabiscachos, tristes" y guardaban luto en la ciudad durante cinco días, en los cuales no se molía maíz, ni se prendía fuego en los hogares, ni se mercadeaba, y la gente no salía de sus casas. Mientras tanto los señores y caciques oraban y velaban en la casa de los papas.

Aunque en la descripción del entierro del cazonci se dice que las personas que mataban para que le siguieran sirviendo se enterraban detrás del templo de Curicaueri, hay que hacer notar que cuando Tariacuri hace un pacto con el señor de la isla Pacandan habla de formar un "estrado" de gente para su entierro pues, según explica el fraile, acostumbraban matar muchos hombres y ponerlos debajo y encima del cuerpo del señor muerto para que no lo tocara la tierra (f. 119). Después de la ejecución de Zinzicha por Nuño de Guzmán, sus criados recogieron las cenizas y las enterraron en Pátzcuaro y en otro sitio, y con ellas enterraron también una rodela de oro, bezotes, orejeras, cótaras, camisetas, las uñas y el cabello que le habían cortado desde niño, y mataron a una de sus mujeres (58 v).

Nombramiento del cazonci

La erección de un nuevo cazonci se llevaba a cabo en varias etapas. La primera etapa consistía en la elección del sucesor. Pasado el luto de cinco días después de ser enterrado el cazonci difunto, los caciques, los señores, los viejos y valientes hombres, se reunían en el patio del cazonci y decidían, o confirmaban, quién sería su sucesor. El elegido, normalmente un hijo del cazonci muerto, al conocer la decisión, se mostraba reticente sugiriendo que eligieran mejor a su tío pero, apremiado por la insistencia durante cinco días, aceptaba finalmente el cargo. Es posible que este diálogo fuera sólo parte del ritual ya que, como hemos visto antes, el sucesor había sido designado previamente por su padre e incluso, por lo menos algunas veces, había gobernado junto con él. También es posible que la descripción corresponda únicamente a la elección de Zinzicha, quien efectivamente intentó delegar la responsabilidad a su tío, probablemente temeroso de no poder cumplir satisfactoriamente con el reto de enfrentar a los españoles.

La segunda etapa era la ceremonia de investidura. Cinco días después de quedar definido quién sería el nuevo cazonci, una comitiva encabezada por el petamuti y diez obispos o sacerdotes mayores, iba por él a su casa para llevarlo a la de su padre. Antes de partir se ataviaba con las insignias características de señor y, seguido por los señores y caciques, iba al patio donde lo esperaban los demás sacerdotes y todos los oficiales ordenados en "procesiones" de acuerdo a su categoría. El cazonci pasaba entre ellas saludando a uno y otro lado, se sentaba en el portal de la casa de su padre y la gente cerraba un círculo a su alrededor. Entonces el petamuti exigía la obediencia de los caciques, señores y oficiales y terminaba diciendo: "Y ahora íos todos, señores, a vuestras casas. Ya habéis visto cómo nos queda rey, que yo le he metido en esta casa; id alegres y contentos a vuestros pueblos" (f. 34). También el futuro gobernador del cazonci y otros señores amonestaban a los presentes, demandando su obediencia, y después el nuevo cazonci amenazaba de muerte a quien no le obedeciera, con lo cual "quedaba por rey". La ceremonia finalizaba con un convite general por parte del nuevo cazonci a toda la gente.

La tercera etapa incluía una serie de actos de inauguración del nuevo "reinado". Éstos comenzaban en la noche, después del convite, cuando el cazonci velaba en la casa de los papas de Curicaueri mientras se hacía la ceremonia de la guerra. Al amanecer, el nuevo cazonci iba por leña para los fogones acompañado de todos los señores, los espías, los sacerdotes que echaban incienso (los llamados cuiripecha), los mensajeros, los curitiecha y los alférez (nótese que en esta recolección inicial de leña participaban los oficiales directamente relacionados con la guerra); tras lo cual regresaba al portal de su nueva casa (la de su padre) donde se ofrecía otro convite general y a donde acudían todos los señores y caciques con diversos regalos (posiblemente como símbolos de los productos que tributarían. Es importante aclarar que la Relación no menciona en ningún momento cuándo y cómo se establecía el pago de tributos al cazonci, a pesar de la extensa lista de oficiales encargados de recoger, guardar y administrar los productos y servicios tributados al cazonci contenida en el primer capítulo de la tercera parte). Entonces volvían a sus pueblos para hacer saber a su gente cómo había sido nombrado el nuevo cazonci y reiterarles su obligación de obedecer.

Poco tiempo después el cazonci hacía su primera "entrada". Primero hacía un mandamiento general de recolectar leña para los templos y las concomitantes ceremonias de la guerra, y al tercer día se reunía con los señores de su linaje (vacuxecha, águilas) en la casa del águila dedicada a Curicaueri donde les ordenaba ir a la guerra. Luego enviaba mensajeros a todos los pueblos para que también fueran a la guerra. Dos días después, fingiendo que iba de cacería, atacaba algún pueblo enemigo, tomaba cien o más cautivos y volvía con ellos a la ciudad antes que llegaran los demás señores con los cautivos tomados en sus propias entradas. "Este era el principio de su reinado -dice la Relación-- y quedaba entonces por señor asentado y rey, en lugar de su dios Curicaueri. Y hacía sacrificio a sus dioses de aquellos cativos que habían traído de las entradas. Y hacía mercedes a todos aquellos que habían cativado esclavos. Y casábase con todas aquellas mujeres que habían sido de su padre, y andando el tiempo, le metían en su casa otras hijas de caciques y señores" (f. 35).

Representaciones

El cazonci está representado en varias láminas de la Relación. En la lámina 2 lo vemos sentado sobre un banquillo frente al portal de su casa, con una guirnalda verde (¿de trebol?) en la cabeza, vestido con una larga túnica, el bezote en la barbilla, su arco y una flecha en las manos. La imagen completa del cazonci y su casa ocupa casi la tercera parte superior de la lámina, debajo de la cual están representados varios de los muchos grupos de productores y servidores con sus respectivos mayordomos o diputados. Es posible que el personaje sentado sobre un banco y ataviado de forma similar al cazonci sea otra representación del mismo, aunque también podría ser, como lo indican las glosas, su gobernador; lo cual significaría que éste se vestía de la misma manera que el cazonci. En esta segunda imagen se distingue el trenzado rojo del pelo sobre la espalda y, aunque apenas visibles, las cótaras (sandalias) en los pies.

En la lámina 9 también se le representa dos veces, "haciendo justicia" en ambas. En la esquina superior derecha está sentado sobre un banquillo azul en el portal de su casa, señalando con el dedo índice, con la guirnalda en la cabeza, el bezote, la túnica larga y su arco y flechas frente a él. Debajo, en la esquina inferior derecha de la lámina, se repite una imagen muy similar. Con la imagen superior se intentó representar, tal vez, la manera en que el cazonci enviaba ejecutar las sentencias a ciertos principales o, quizás, la función general de juez; mientras que en la imagen inferior claramente está oyendo una causa de adulterio. Frente a él está el agraviado mostrando la manta como prueba del adulterio y los adúlteros con las manos atadas a la espalda, las orejas sangrando por las hendiduras que, también para probar el adulterio, acostumbraban hacerles. Debajo de ellos hay un grupo de personas, probablemente los "querellados", dirigiéndose al cazonci (una de ellas señala con el dedo hacia él). El resto de la lámina muestra la ejecución de diversos delincuentes: un hechicero con la boca y los ojos rasgados, a quien arrastran por los pies con una cuerda; un par de "viciosos contra natura" a quienes clavan sendas varas en los genitales; otros delincuentes a quienes matan con una porra. Notoriamente, los verdugos se parecen a los sacrificadores que aparecen en otras láminas (en la 4 por ejemplo).

En la lámina 10 vemos al cazonci eligiendo a un nuevo cacique. En la esquina superior izquierda está, como en las anteriores, sentado en un banco, señalando con el dedo, con su guirnalda en la cabeza, la túnica larga y sus cótaras, el trenzado del pelo y el bezote; esta vez, entregando las insignias de señor (bezotes, orejeras) a un nuevo cacique.

En la lámina 11 también parece haber sido representado dos veces. Una, en la esquina superior derecha, como de costumbre sentado en su casa sobre un banquillo, con túnica larga, cótaras, el trenzado rojo del pelo y el bezote, señalando con el dedo índice a un individuo que posiblemente es el designado por él para contraer matrimonio con alguna de sus hijas o mujeres. En el centro de la lámina se le ve llevando de la mano a la novia hacia la casa del elegido.

La lámina 13 representa el entierro del cazonci. En la esquina superior izquierda, lo vemos dentro de su casa, acostado, enfermo, rodeado de sus mujeres y de los médicos que intentan curarlo, mientras los señores y caciques esperan su deceso fuera de la casa. La parte inferior de la lámina está ocupada casi en su totalidad por la representación de la procesión que lleva al cazonci muerto hacia el patio donde será cremado. Lo acompañan los que tañen cornetas y caracoles, los barrenderos, un alférez (con una bandera, al parecer de tela, muy distinta a las representadas en otras partes), los que serán sacrificados para servirle en el otro mundo, las mujeres y otros señores (con atuendo de guerreros, posiblemente los valientes hombres). El cuerpo del cazonci cubierto de mantas y ataviado con sus insignias de señor (collares de turquesas, el carcaj, el arco y las flechas, un penacho verde en la cabeza y otro plumaje verde encima, sus cótaras y lo que parece ser una máscara de turquesas) es transportado por sus parientes sobre una tarima de madera. En el extremo derecho de la lámina se ve (abajo) cómo sacrifican con una porra a la gente que lo acompañará, mientras (arriba) el cadáver es cremado en la pira. En el recuadro del centro vemos al tiuime que lleva el bulto con las cenizas del cazonci (adornado con sus collares, la guirnalda de cuero, el plumaje verde, el arco, las flechas y una rodela de oro) hacia la sepultura cavada al pie del templo de Curicaueri, mientras dos hombres tañen sus cornetas.

La lámina 14 ilustra la ceremonia de erección del nuevo cazonci. Después del "acuerdo" en el cual se eligió al sucesor (representado a la izquierda de la lámina) el petamuti lo encamina hacia la casa de su padre (se ve en ella el banquillo vacío) donde lo reciben los "viejos" y otros grupos de señores o sacerdotes. El cazonci va detrás del petamuti ataviado con las insignias características de su rango: la túnica, la guirnalda de cuero, el bezote, el arco y las flechas (¿o dos huesos como los de los sacrificadores?), el carcaj, las cótaras, el cuero de venado en la muñeca y los cascabeles en las piernas. Lleva, además, un objeto en la mano (especie de custodia) difícil de identificar.

Finalmente, en la lámina 15 lo vemos, en la sección superior de la misma, de nuevo sentado en su banquillo con su arco y flecha mientras los curitiecha reciben a los esclavos cautivados en la entrada inaugural del reinado. La túnica del cazonci está adornada en la espalda con lo que podría ser la representación de un sol. Y, en la esquina inferior derecha, el cazonci sentado dentro de su casa, recibe los regalos que le llevan los señores y caciques.

Por otra parte, en la lámina 17 está representado Zuangua, el penúltimo cazonci, también en su casa, sentado sobre un banco rojo, con túnica, la guirnalda verde, el trenzado rojo, el bezote, el arco y las flechas, hablando con los mexicanos, enviados de Moctezuma para pedir su ayuda en contra de los españoles. Y en la lámina 18 vemos a Zinzicha, el último cazonci, de pie, en su casa, ataviado también con todas las insignias de señor: la guirnalda de cuero y el plumaje verde en la cabeza, orejeras, bezote, collares de turquesas, cueros en las muñecas, cascabeles y uñas de venado en las piernas, cótaras, arco, flechas, carcaj y una túnica de colores. A su lado, sosteniéndolo del brazo, don Pedro Cuyniarangari le impide seguir a los principales (Timas y otros señores) que tratan de convencerlo de ahogarse en la laguna; mientras tres españoles a caballo se acercan a la ciudad. A estas imágenes del cazonci podemos añadir las múltiples representaciones de señores, especialmente las de Tariacuri, que aparecen en otras láminas de la Relación. En casi todas ellas, éstos están, como el cazonci, sentados en bancos, vestidos con túnicas largas, con su guirnalda y trenzado en la cabeza, el bezote, las cótaras, el arco y las flechas características de los señores. Casi todos ellos, también, señalan con el dedo índice, la manera de representar, en la Relación, el acto de hablar u ordenar.