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Mechuacan (Tzintzuntzan) (Cibdad de Mechuacan, Cibdad de Michuacan, Mychuacan).
Tzintzuntzan, en la orilla oriental del lago de Pátzcuaro.
Coordenadas geográficas: 19° 37.7" N , 101° 34.7" W . |
La Relación siempre se refiere a Tzintzuntzan con el nombre náhuatl Mechuacan o como Ciudad de Mechuacan [en 1534 se le confirió a Tzintzuntzan el título de Ciudad e Mechuacán por cédula real pero ya desde antes los españoles usaban ese nombre para referirse al lugar. Aunque para la época en que se redactó la Relación la ciudad había sido trasladada a Pátzcuaro, cuando su autor menciona la ciudad de Mechuacan siempre se refiere a Tzintzuntzan].
La historia de Mechuacan, según los datos de la Relación, se remonta a la época en que Pauacume y Vapeani eran señores en Vayameo, cuando el sitio estaba ocupado por un grupo de gente que adoraba a la diosa Xaratanga y cuyo señor era Tariyaran. En una ocasión, los sacerdotes de Xaratanga borrachos se pusieron los atavíos de la diosa, por lo cual ésta se enojó, hizo que les cayera mal el vino y escondió los peces que las hermanas de los sacerdotes buscaban en el lago para quitarles la borrachera. Al no conseguir peces, las mujeres llevaron una culebra y al comérsela los sacerdotes se convirtieron en culebras, entraron al lago, las vieron los chichimecas que estaban en Vayameo y, tanto éstos como los de Mechuacan, tomaron el hecho como augurio y decidieron dejar sus respectivos pueblos. Los de Mechuacan llevaron a la diosa Xaratanga por varios lugares (Quahuen ynchazequaro, Sipixo, Uricho, Huiramangaro, Vacapu) y finalmente se asentaron en Tariaran acuezizan harocotin.
Mechuacan quedó abandonado durante varios años hasta que Hiripan y Tangaxoan paulatinamente volvieron a ocuparlo. Primero pusieron señales de guerra en un sitio llamado Quereta parazicuyo, en Mechuacan, y poco a poco fueron estableciéndose allí pues había buenos árboles y muchos venados, conejos y pájaros: "es lugar que convida para estar en él". Luego sembraron maíz y frijoles y cuando los cosecharon llevaron las primicias a Pátzcuaro para ofrecerlas a Curicaueri. Entonces Tariacuri decidió enviar a su hijo Hiquingaje a vivir con sus sobrinos. Éstos hacían penitencia en una cueva llamada Patuquen y allí recibieron a Hiquingaje. Pasado un tiempo, Tariacuri dio a sus sobrinos una parte del dios Curicaueri para que le hicieran un altar y le llevaran leña. Éstos no hicieron un altar sino que construyeron un templo, una casa de los papas, una casa del águila y una troje para guardar los atavíos del dios. Cuando Tariacuri se enteró, se enojó con ellos porque no tenían gente para sacrificar en el templo e incluso intentó matarlos, pero después reconoció que él era responsable de lo que habían hecho sus sobrinos e hizo un pacto con Barapame, el señor de Pacandan, según el cual éste mandaría cien hombres (al final sólo serán sesenta) a sembrar en la ribera del lago con el fin de que los chichimecas los cautivaran para sacrificarlos en el templo nuevo de Mechuacan (llamado Queretaro).
El sitio no sólo era bueno por los árboles y los animales, sino que parece haber sido un lugar estratégico para vigilar a los enemigos. Hiripan vigilaba a los isleños de Xaraquaro y Pacandan desde el cerro Tariacaherio, Tangaxoan a los de Cumachen y Tetepeo desde el monte Pureperio, e Hiquingaje a los de Curinguaro desde Queretaro. Las señales de guerra (las ahumadas que hacían en los cerros) se veían desde Pátzcuaro y desde Yziparamucu.
Estando en el monte Pureperio, la diosa Xaratanga se le aparece en sueños a Tangaxoan y le pide que limpie el lugar en donde aún estaban sus templos, su baño y su juego de pelota y que vaya por ella a Tariaran. Con este pretexto Hiripan, Tangaxoan e Hiquinaje, según un plan ideado por Tariacuri y con la ayuda de varios pueblos, conquistan Tariaran. Aunque nada se dice en la Relación sobre el regreso de Xaratanga, para la época de Zuangua había un templo para esa diosa en Mechuacan. Antes de atacar Tariaran, Tariacuri les dice a sus sobrinos e hijo que ellos serán señores, Hiripan en Cuyacan, Tangaxoan en Mechuacan e Hiquingaje en Pátzcuaro. Cuando muere Tariacuri, Hiripan cumple sus órdenes y le construyen una casa a Tangaxoan en Mechuacan.
Tras la muerte de Tangaxoan, su hijo Zizizpandaquare fue señor en Mechuacan a donde trasladó a Curicaueri y su tesoro; y desde entonces Mechuacan se convirtió en la única cabecera del reino. Tangaxoan, Zizispandaquare y Zuangua fueron enterrados en Mechuacan. Las costumbres que se describen en la tercera parte de la Relación son muy probablemente las costumbres vigentes cuando Zuangua era el cazonci. En Mechuacan radicaba el cazonci con su corte, allí se hacía la justicia general durante la fiesta de Equataconsquaro, allí se juntaba la leña recolectada para hacer las ceremonias de la guerra y allí se llevaban los esclavos capturados en las guerras. Los habitantes de la ciudad hacían flechas todos los días y las entregaban al quanicoqua vri quien las guardaba. Muchos otros productos se recibían y se guardaban en Mechuacan, tanto para uso del cazonci como para las fiestas y ceremonias de los dioses.
Los españoles, al mando de Cristóbal de Olid, entraron a Mechuacan en 1522 después de que los tarascos se rindieron en Api, un lugar cercano a la ciudad, y permanecieron allí durante cuatro meses. Antes de la llegada de Olid ya habían estado otros españoles en Mechuacan quienes fueron recibidos como dioses y quienes al regreso tomaron unas mujeres indígenas de donde se derivó el nombre de tarascos con el cual los españoles designaron a los habitantes de Michoacán. Otros dos españoles habían llegado a Mechuacan también antes de Olid, quienes pidieron gente para conquistar Colima.
Aunque la Relación no proporciona una descripción detallada de Mechuacan, sí menciona ciertas características arquitectónicas de la ciudad. Por ejemplo, dice que a la entrada de la ciudad había dos altares a los cuales se llevaban los dioses que se traían de las guerras y en donde eran recibidos los esclavos capturados en las mismas. Cuando llegaron los españoles a la ciudad fueron a los patios de los cúes grandes y escaramuzaron en el patio, que era muy grande. Luego fueron a la casa del cazonci y volvieron al patio "de los cinco qúes grandes" [las actuales yácatas de la zona abierta al público]. Al pie de los templos vieron los cuerpos y la sangre de los ochocientos esclavos que habían sido sacrificados para evitar que se unieran a los españoles, y después de verificar que ninguno de los cuerpos era de español subieron a los templos y tiraron por las gradas las piedras de los sacrificios y una imagen del dios Curita caheri. Por otra parte, la diosa Xaratanga le explica con detalle a Tangaxoan cómo era el sitio antes de que se la llevaran a Tariaran o, quizás, qué edificios debía construir para recibirla: estaba el asiento de su templo (quizás se refiriera al basamento del templo, es decir a la pirámide), la casa de las plumas de papagayos, la casa de las plumas de gallina, al norte estaba o estaría el juego de pelota donde daría de comer a los dioses a medio día, y en medio estaba el asiento de los baños llamado Puque huringuequa donde se harían sacrificios para los dioses de la mano izquierda llamados Viranbanecha. También está el dato de las construcciones que Hiripan y Tangaxoan habían hecho en Queretaro: el templo para Curicaueri, la casa de los papas, la casa del águila y la troje para guardar los atavíos del dios.
En cuanto a la geografía, la Relación menciona la buena calidad del lugar para vivir (la abundancia de árboles, de animales de caza y de aves), las tierras "tempranas" para sembrar en la ribera del lago, los cerros Tariacaheri y Pureperio (muy probablemente el actual cerro Yahuarato). En la época de Tariyaran había un barrio llamado Yauaro y un camino comunicaba Mechuacan con Vayameo. En la época de Zuangua había, cerca de su casa, un lugar llamado Arataquaro. La ciudad de Mechuacan se utiliza comúnmente como referencia geográfica. Por ejemplo se dice que Zichaxuquaro estaba a poco más de tres leguas de la Ciudad de Mechuacan. Pumeo, Viricaran, Pechataro, Hiramucu, Pareo, Yziparazicuyo, Changueyo y Curinguaro estaban a una legua o un poco más de la ciudad. Uruapan estaba a ocho leguas y Api a media legua por el camino a México. Los sacerdotes de Ucareo tardaron tres días en llegar a Mechuacan y, en cambio, don Pedro hizo día y medio hasta Taximaroa que estaba a dieciocho leguas.
Notas: Sitio 001 de Gorenstein y Pollard (1983)
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