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Zinzicha (Tangaxoan, Zinçicha, el cazonci).
Señor de Michoacán, hijo de Zuangua, último cazonci.
Zinzicha, el hijo mayor de Zuangua, también llamado Tangaxoan, fue electo señor de Michoacán muy poco antes de la conquista española. Aunque Zuangua murió ya viejo y de alguna manera sus hijos deben haber estado preparados para la sucesión, el inesperado deceso, junto con la inminente llegada de los españoles, produjo cierto caos en el gobierno tarasco que afectó la llegada de Zinzicha al poder. Al parecer Zuangua no había designado quién de sus hijos sería señor, o por lo menos no lo había hecho cuando los dioses le enviaron mensajes de que otros hombres llegarían a su tierra, y quizás por eso se desató una lucha por el poder tras su muerte. En todo caso Zinzicha empezó a actuar como señor inmediatamente después de la muerte de su padre porque él recibió a la embajada de mexicanos que llegaron a Michoacán a solicitar su ayuda para pelear en contra de los españoles. Sin embargo, Zinzicha no creyó tener todavía la autoridad necesaria para tomar decisiones, o quizás simplemente no supo qué hacer, y decidió sacrificar a los mensajeros mexicanos para que le llevaran el mensaje a Zuangua.
Poco después se reunieron los, tal vez pocos, viejos y señores que no habían muerto en la epidemia de viruela (en la cual había muerto Zuangua) y oficialmente eligieron y "alzaron" a Zinzicha como cazonci. Zinzicha intentó declinar al cargo, sugirió que fueran electos sus hermanos menores o Paquingata, el señor de Cuyacan (Ihuatzio), pero "importunado" por los viejos acabó por aceptar. Posiblemente Zinzicha se sentía incapaz de enfrentarse a una situación hasta entonces no vista (la presencia española) pero también es posible que las negativas formaran parte del ritual de elección de un nuevo cazonci. Aunque Zinzicha era el hijo mayor y por ello parece haber tenido preeminencia para suceder a su padre, su elección no parece haber convencido a sus hermanos. Por lo menos eso le hizo creer Timas diciéndole que éstos le querían quitar el señorío y que se echaban con sus mujeres, razón por la cual Zinzicha los mandó matar, aunque después lloraba arrepentido de haberlo hecho, sobre todo porque la llegada de los españoles era cada vez más inminente.
Posiblemente al enterarse de que un español había estado en Taximaroa fue cuando Zinzicha casó a una de sus hijas o mujeres con don Pedro para subsanar la pérdida de sus hermanos. Poco después llegaron los primeros españoles a la capital tarasca. Zinzicha organizó una partida de caza para amedrentar a los españoles, según explica el autor de la Relación, o quizás para dar de comer a los dioses pues Zinzicha consideró que los españoles eran dioses. Los mandó ataviar como a sus dioses, con guirnaldas de oro en la cabeza y rodelas en el cuello, les ofreció cinco venados y les pusieron ofrendas de vino, pan de bledos y frutas. Aceptó que comerciaran con los mercaderes pero por otro lado les ordenó a éstos que no compraran nada de lo que llevaban los españoles. No obstante, los sacristanes sí intercambiaron las mantas de los dioses por los plumajes y otros bienes que llevaban los españoles, lo cual indica la poca autoridad que para entonces tenía el cazonci. El propio Zinzicha también intercambió regalos con los españoles. Entre muchas otras cosas Zinzicha les dio mujeres a los españoles, motivo que originó el nombre de "tarascos" para designar a la gente de Michoacán. Los españoles le dieron al cazonci diez puercos y un perro para que cuidara a su mujer, que éste mandó matar en cuanto se fueron los españoles. Zinzicha desconcertado se preguntaba qué hacer y sus viejos, que tampoco entendían qué pasaba, trataban de animarlo. Cuando llegó otro grupo de españoles, Zinzicha los recibió amigablemente e incluso les dio veinte principales con su gente para ayudarlos en el primer intento infructuoso de conquistar Colima.
Finalmente llegaron las noticias de que los españoles, al mando de Cristóbal de Olid, acompañados de muchos mexicanos, estaban en Taximaroa. Zinzicha consultó con sus consejeros y determinó reunir gente de guerra en varios pueblos del camino entre Taximaroa y Tzintzuntzan. Mientras sus consejeros reunían los ejércitos, Timas convenció al cazonci de que era mejor ahogarse en el lago antes de ser capturado y esclavizado por los españoles. Cuando ya se encontraba listo para ahogarse, llegó don Pedro, quien había estado con los españoles en Taximaroa y venía a decirle a Zinzicha que Cristóbal de Olid quería que saliera a recibirlo en Quangaçeo. Zinzicha acabó por seguir los consejos de don Pedro y se escabulló de Timas y los otros señores que lo instaban a ahogarse. Saliendo por un hueco de su casa se fue con sus mujeres a un monte cercano, primero, y luego se fue a Uruapan. Allá lo siguieron Timas y los otros señores y todavía intentaron hacerlo huir más lejos, pero Zinzicha decidió permanecer allí hasta tener noticias de don Pedro y Huizizilzi que habían ofrecido recibir a los españoles.
Zinzicha permaneció oculto en Uruapan hasta que alguien lo denunció. Huizizilzi, con dos españoles, fue por él y lo llevaron de vuelta a Tzintzuntzan en donde lo mantuvieron custodiado para evitar que huyera otra vez. Entonces se enteró de que las arcas de su casa habían sido saqueadas y para cumplir con las demandas de los españoles mandó buscar los tesoros que se encontraban en otras partes. Después, acompañado de una gran comitiva de señores y caciques, visitó a Cortés en Coyoacán. El miedo que tenía se disipó con el buen recibimiento que le ofreció Cortés. Después de ver la ciudad de Tenochtitlan destruida y el trato que le daban a Cuauhtémoc por haber sido "malo", aceptó sin problemas dejar de pedir tributos a sus pueblos, como le pidió Cortés, quien estaba planeando encomendarlos a los españoles.
Zinzicha regresó a Michoacán contento, jugando patoli, y más o menos siguió gobernando al mismo tiempo que colaboraba con los españoles. Seguramente con la anuencia de Zinzicha, Huizizilzi se unió con su gente al ejército español y participó en la conquista de Colima, fue después a Pánuco y finalmente acompañó a Olid a las Hibueras en donde murió. Don Pedro participó también en la sujeción de Zacatula cuando acompañó a los españoles y entregó las anclas que Cortés envíaba allá. Después el mismo don Pedro, siguiendo las órdenes del cazonci, fue a Capacuero a matar a Timas y a los otros principales que habían intentado matar a Zinzicha y de allí partió a Colima para llevar una carta. La relación con Cortés aparentemente siguió siendo amistosa. Por lo menos en otra ocasión Zinzicha volvió a visitar a Cortés y convino en enviar a México a quince muchahos, hijos de principales, para que se educaran con los franciscanos. Después le entregó a Andrés de Tapia los objetos de oro y plata que todavía tenía y que Cortés le pedía para que no se los entregara al presidente de la Audiencia.
A pesar de la relación pacífica entre el cazonci y Cortés, los encomenderos no estaban satisfechos con la presencia de Zinzicha y el poder que todavía ejercía. En cuanto Nuño de Guzmán llegó a México como presidente de la primera Audiencia, los encomenderos de Michoacán acusaron al cazonci de seguir recibiendo servicios y tributos de los indios, de haber mandado matar a algunos españoles y de seguir practicando sacrificios humanos. Nuño de Guzmán, que necesitaba la ayuda de los tarascos para emprender la conquista de Jalisco, mandó por él. Tras una conversación que se fue volviendo cada vez más violenta, Guzmán mantuvo al cazonci preso mientras don Pedro se encargaba de conseguir los pertrechos para la guerra y el oro y la plata que Guzmán le solicitaba. El maltrato cada vez más duro, el encierro, la impotencia y la soledad mermaron mucho el estado físico de Zinzicha. Cuando llegó con Guzmán a Michoacán sabía que su fin estaba próximo y pidió a sus viejos que cuidaran a sus mujeres y a sus hijos. Guzmán, convencido de que el cazonci estaba planeando atacar por sorpresa a los españoles en Cuynao y cada vez más enojado porque Zinzicha no le daba suficiente oro y plata ni le indicaba cuál era el camino para ir a Jalisco, mandó torturar al cazonci y a otros señores hasta que fray Martín de Jesús se lo impidió. Después, en una hamaca y con grillos, el cazonci, para entonces ya moribundo, fue llevado a la conquista de Jalisco y llegando al río Lerma Guzmán llevó a cabo el proceso judicial en su contra. Después de los interrogatorios que bajo tortura se le practicaron a él y a otros señores, Guzmán dictó sentencia de muerte. Zinzicha fue arrastrado por un caballo, luego le dieron garrote y finalmente lo ahogaron. Su cadáver fue quemado en una pira y las cenizas que sus criados lograron recoger fueron enterradas siguiendo las costumbres antiguas, una parte de ellas en Pátzcuaro y otra en otro lugar en donde además enterraron a una de sus mujeres.