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Hija de Chanshori (mujer de Tariacuri, señora de Curinguaro).

Primera mujer de Tariacuri.

Cuando Tariacuri residía en Hoataro pexo, su vecino Chanshori decidió casar a su hija con él para apropiarse del dios Curicaueri a través de su descendencia. Tariacuri aceptó a la mujer con quien procreó un hijo, Curatame. A pesar de las advertencias de su padre, la mujer regresaba continuamente a su pueblo (Curinguaro) y en una ocasión ya no regresó. Tariacuri fue a buscarla y Chanshori obligó a su hija a volver con su marido haciendo caso omiso a las quejas de ésta, quien, al parecer asesorada por sus primos y amantes Xoropiti y Tarequazingata, argumentaba que Tariacuri siempre hablaba mal de sus parientes políticos y amenazaba con matarlos. A regañadientes, la mujer volvió a Hoataro pexo, no sin antes detenerse en Yziparamucu, el pueblo de sus primos, con quienes se embarrachó y cometió adulterio como era su costumbre. Al día siguiente se bañó y con una jícara llena de pescados regresó a Hoataro pexo. Tariacuri estaba sentado en el portal de su casa comiendo y la mujer, nerviosa, dudando si entrar o no, "miraba y parábase muchas veces a la puerta, como quien ha hecho algud mal y de rato en rato acechaba para querer entrar; y ataviábase las naguas apretándolas, y juntaba las manos estregándolas una con otra" (f. 90). Finalmente se decidió a pasar, puso el pescado delante de Tariacuri inventando que había ido a comprarlo y se metió a la casa, pero parada en la puerta escuchó cuando Tariacuri le pidió a su tía que cocieran aquel pescado "de burdel", del cual nadie comería, y que las sobras se las pusieran como ofrenda para Curicaueri, al parecer para contrarrestrar la afrenta que se le había hecho al dios, pues la mujer, antes que de Tariacuri, lo era del dios Curicaueri.

Tiempo después llegaron de visita a Hoataro pexo Xoropiti y Tarequazingata. Tariacuri los recibió y su mujer, que se había puesto "una buena saya y otros vestidos" salió también a recibirlos. Luego, cuando Tariacuri se fue al monte, supuestamente por unas hierbas para quitar la borrachera, la mujer se atavió muy bien y comenzó a darles de beber a sus amantes, insinuando que ella era la dueña de la casa, hasta que acabó retozando con ellos. A la mañana siguiente Tariacuri regresó del monte con leña para los fogones y al entrar a su casa encontró el vino derramado. Molesto preguntó por qué no habían barrido, su tía salió a su encuentro y le notificó que su mujer estaba enferma. Cuando Tariacuri quiso entrar al aposento donde yacía la mujer su tía trató de impedirlo, diciéndole que comiera primero, que ella levantaría y bañaría a la mujer para que la viera. Pero Tariacuri siguió de largo y encontró a su mujer dormida cubierta con una manta. Tariacuri le descubrió el rostro con su arco "y vió que estaba toda entiznada, y la saya mal compuesta y los pechos todos entiznados y el vino por los labrios", y la volvió a cubrir.

A pesar de haber descubierto el adulterio de su mujer, Tariacuri no le hizo daño, en gran parte por miedo a las posibles represalias de Chanshori. A partir de entonces, sin embargo, dejó de comer y se dedicó exclusivamente a ir por leña para los templos hasta quedar tan flaco que la cinta que usaba en la cintura se le metía "muy allá en las tripas" y no se podía tener en pie. Finalmente, la tía de Tariacuri, engañándolo, lo obligó a comer y después le aconsejó que buscara otras mujeres en Tariaran. Cuando Tariacuri volvió de Tariaran con sus nuevas mujeres, la hija de Chanshori muerta de celos se fue a Curinguaro y "nunca más tornó". Enojado por la afrenta, Chanshori expulsó a Tariacuri de Hoataro pexo y luego lo persiguió insistentemente impidiendo que se asentara de manera definitiva. Finalmente, cuando Tariacuri se encontraba en Vrecho, con la ayuda de Curicaueri pudo vencer a los de Curinguaro. Por el gran número de guerreros capturados y sacrificados, Tariacuri comentó que, si su mujer fuera varón, sería un valiente hombre, pues siendo mujer había provocado aquella matazón y así había dado de comer a los dioses hasta aplacarles el estómago.

Tiempo después, Huresqua, el hijo de Chanshori, que para entonces ya era el señor de Curinguaro, le exigió a Tariacuri que le diera las plumas y el oro que había obtenido en sus entradas a occidente. Tariacuri le envió flechas de colores diciendo que eso era lo que pedía Huresqua. Entonces éste llamó a su hermana para saber si efectivamente las flechas que había mandado Tariacuri tenían los nombres que él les daba (plumajes, oro, plata, etc.). La mujer dijo que Tariacuri era un viejo loco, que lo que mandaba no eran más que plumas y piedras sin valor y que nunca lo había oido decir tales cosas cuando hacía flechas ni que les pusiera esos nombres. Entonces Huresqua rompió y quemó las flechas anticipando su propio fin, como predijo su padre Chanshori quien sospechó que aquellas flechas tenían alguna divinidad.