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Mujer de Hucario (Mujer de Vcareo).

Mujer que presencia el concilio de los dioses.

De acuerdo con lo que un sacerdote le contó al autor de la Relación de Michoacán, antes de que llegaran los españoles la diosa Cuerauaperi tomó en su casa a una de las mancebas de Viquixu, el señor de Ucareo, y la llevó hacia el camino de Araro. Allí le dio un brebaje que le "mudó el sentido" y le dijo que alguien la llevaría a presenciar un concilio de los dioses. Más adelante, la mujer encuentra un águila blanca con una verruga en la frente (el dios Cuiricaueri) quien la lleva en su lomo, volando, hasta el monte Xanoata hucacio donde estaban reunidos todos los dioses de la provincia. El propósito del concilio era el de comunicar a los dioses que llegarían otros hombres a la tierra (los españoles) y que debían suspenderse todas las prácticas relacionadas con el culto prehispánico (sacrificios humanos, ofrendas a los dioses, fuegos, etcétera). Después de hacérselo saber a los dioses reunidos en el concilio, el dios Tiripamequarencha le dice a la mujer de Ucareo que vaya a decirselo a Zuangua. De pronto, la visión desaparece y la mujer se encuentra al pie de una encina cerca de un peñasco.

Poseída aún por la diosa Cuerauaperi, la mujer regresa a Ucareo cantando, entra a la casa de los papas en donde la esperaban los sacerdotes, da cuatro vueltas, pasa sobre el fuego y dice que tiene hambre. Los sacerdotes le dan a beber sangre (porque la diosa Cuerauaperi comía sangre), tocan sus trompetas y atabales, ponen incienso en los braseros, la llevan en procesión, la bañan y la visten al parecer con los atavíos de la diosa Cuerauaperi: unas naguas "muy buenas", una camiseta, una guirnalda de trébol y un pájaro "contrahecho" en la cabeza y unos cascabeles en las piernas. Luego le avisan a Viquixo --quien en ese momento estaba haciendo la ceremonia de la guerra-- que su mujer ha vuelto. Éste envía por los sacerdotes de Zinapequaro y Araro (este último llamado Baricha) y, mientras llegan, se baña. Los sacerdotes llegan al amanecer y, junto con Viquixu, van a ver a la mujer a quien ofrecen mantas, vino e incienso, le ponen vestidos nuevos y le preguntan qué fue lo que le dijo la diosa. Entonces la mujer les cuenta lo que dijeron los dioses en el concilio. Viquixo, temeroso y con ciertas dudas de que la mujer dijera la verdad, envía a los sacerdotes de Zinapequaro y Araro a Mechuacan para que trasmitan el mensaje a Zuangua.