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Nuño de Guzmán (Guzmán).

Presidente de la primera audiencia.

La imagen que proporciona la Relación de Nuño de Guzmán es la de un hombre cruel, codicioso e inhábil para relacionarse con los señores indígenas. El contraste con la imagen de Cortés, su antítesis, puede deberse a que efectivamente así era Guzmán pero también puede ser un reflejo de la relación tirante que había entre Guzmán y los franciscanos o, quizás, a la opinión del propio don Pedro Cuynarangari.

Los diálogos entre Guzmán y Zinzicha que se reproducen en el documento revelan el miedo de Guzmán por el poder que todavía podía tener el cazonci así como su desesperación por las pocas riquezas que estaba obteniendo, miedo y desesperación que se traducían en rabia. En cuanto Guzmán llegó como presidente de la primera audiencia mandó llamar a Zinzicha, a don Pedro y a otros señores de Michoacán, entre ellos a un pariente del cazonci llamado Tareca. Posiblemente Guzmán quería confirmar la sujeción del cazonci a la Corona, o quizás sólo pensaba conseguir su ayuda para ir a conquistar Jalisco; sin embargo, desde el inicio se dice que Godoy fue a Michoacán a "prender" a Zinzicha y a los otros señores y que éstos estaban "tristes", quizás porque sabían que la invitación no era muy amistosa. La primera entrevista del cazonci con Guzmán, en efecto, fue volviéndose cada vez más violenta. Primero Guzmán se enojó porque no le habían llevado ningún presente, luego no les creyó cuando dijeron desconocer en dónde estaba Teulculuacan y Çiuatlan (lugar en donde, según Guzmán, solo había mujeres) y, finalmente, su ira estalló cuando el cazonci le dijo que todo el oro y la plata que le quedaba se la había entregado a Andrés de Tapia siguiendo las órdenes de Cortés. Entonces Guzmán decidió retener al cazonci en México mientras don Pedro iba a Michoacán a reunir pertrechos para la guerra (jubones de algodón, flechas, rodelas, arcos "con casquillos de cobre", alpargatas y cótaras) y a conseguir más oro y plata. Guzmán encerró al cazonci en un aposento de su casa, acompañado de "un cristiano" (posiblemente García del Pilar) con la única libertad de caminar por una terraza. Don Pedro logró juntar seiscientas rodelas de oro y seiscientas de plata que le entregaron a Pilar, tal cómo éste lo pedía, de las cuales tomó doscientas para sí. Cuando Guzmán recibió las cargas le pareció que era muy poco, enojado hizo más duro el encierro del cazonci y le pidió que enviara por más. Don Pedro juntó entonces otras cuatrocientas rodelas de oro y cuatrocientas de plata que los principales entregaron otra vez a Pilar, quien nuevamente se quedó con una parte. Guzmán cada vez más enojado amenazó al cazonci, le hizo saber que los españoles se quejaban de él porque se robaba los tributos y le preguntó si quería morir, dándole a entender que tomaría en cuenta las quejas de los españoles (las cuales supuestamente no creía que fueran ciertas) y que lo condenaría a muerte por ello. El cazonci contestó que le placía morir y Guzmán, creyendo que se burlaba de él, lo volvió a encerrar. Entonces el cazonci, llorando, le pidió a sus principales que le encargaran a don Pedro que consiguiera más oro y plata con los caciques. Don Pedro consiguió todavía otras doscientas rodelas de oro y doscientas de plata más varias lunetas, orejeras y brazaletes. Pilar se quedó con cien de aquellas joyas y Guzmán, furioso porque era tan poco, las tiró al suelo y las pateó.

Después de tener preso al cazonci durante seis meses (nueve lunas, cada una de 20 días), Guzmán lo llevó a Michoacán desde donde emprendería la conquista de Jalisco. Cuando llegó ya estaban listos cuatrocientos jubones de algodón que había mandado hacer, cuatrocientos arcos, doscientas flechas con casquillos de metal y muchas hachas de cobre, además de cuatro mil cargas de maíz e "infinidad" de gallinas. Guzmán le preguntó al cazonci si quería ir a su casa o permanecer con él, Zinzicha dijo que quería ir a su casa para ver a sus hijos, pero Guzmán le respondió: "¿a qué has de ir? ya no has venido a tu tierra y estas casas no son tuyas, donde estás agora. Haz llamar aquí a tus hijos e tu mujer, que ningún español entrará en tu aposento y aquí te entoldarán una cama y estarás". Al día siguiente le entregaron a Guzmán los jubones y las armas y volvió a enojarse porque era muy poco, temiendo además que habían hecho más pero que lo habían mandado a Cuynao en donde, pensaba Guzmán, los tarascos esperaban a los españoles para matarlos. Golpeó a don Pedro con su espada, lo puso en prisión junto con el cazonci y ordenó a Pilar y a Godoy que les dieran tormento para que confesaran en dónde estaba el tesoro, si era verdad que habían apostado sus ejércitos en Cuynao y cómo se llegaba allá. Gracias a la intermediación de fray Martín, entonces guardián del convento de Tzintzuntzan, los españoles suspendieron el tormento y, junto con Ábalos y don Alonso (quienes al parecer habían llamado a fray Martin para que interviniera) los llevaron a la casa en donde se alojaba Guzmán. Éste muy enojado regañó a Ábalos y a don Alonso y le pidió ocho mil guerreros al cazonci. Zinzicha le dijo a Guzmán que él mismo los pidiera pues los pueblos ya eran de él, pero éste, seguramente sabiendo que no podría reunir a la gente sin ayuda del cazonci, burlonamente le contestó: "tú solo has de inviar ¿cómo, no eres señor?" y además le pidió más oro. Cuando llegaron los ocho mil hombres, los capitanes españoles se los repartieron sin orden y muchos de ellos huyeron.

Guzmán partió hacia Jalisco entre el miedo y el caos, llevando presos a los señores indígenas y al cazonci moribundo en una hamaca y con grillos. Finalmente, llegando al río Lerma, inició el juicio del cazonci. Después de atormentarlo a él y a los testigos Guzmán dictó sentencia. El cazonci fue arrastrado por un caballo, luego le dieron garrote y lo ahogaron y finalmente quemaron su cadáver. Al parecer Guzmán pretendía sentenciar a muerte a don Pedro y a los demás señores pero recibió una carta del contador Albornoz requiriéndole que no lo hiciera. Así, Guzmán prosiguió su ruta hacia Cuynao. Al llegar cerca del pueblo sus habitantes gritaron y Guzmán creyó que eran los ejércitos tarascos que el cazonci había enviado allá. Cuando entraron a Cuynao la gente había huido y Guzmán, seguro de que lo habían hecho por órdenes de los señores tarascos, envió a unos principales al pueblo a donde habían huido los de Cuynao. Pero allí los habían sacrificado a todos. Entonces Guzmán fue a ese otro pueblo y como, en efecto, hallaron los cadáveres de los sacrificados comenzó a creer que era verdad que los tarascos no habían apostado sus ejércitos en Cuynao. Aún así, cuando llegó a Acuyceo y encontró a un hablante de tarasco nuevamente pensó que los ejércitos del cazonci lo estaban esperando. Entonces envio a don Pedro pero éste no encontró a nadie. Luego Guzmán siguió conquistando hasta llegar a Jalisco, en donde retuvo a don Pedro y a los demás señores hasta que fray Jacobo de Testera y fray Francisco de Bolonia le "rogaron" a Guzmán que los liberara.