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Pauacume II.
Señor de los chichimecas, hijo de Curatame I, padre de Tariacuri.
Pauacume y su hermano mayor, Vapeani, fueron los últimos señores de Vayameo. En ese tiempo los chichimecas entablaron contacto con los habitantes de Mechuacan (Tzintzuntzan) a donde llevaban leña para los templos de Xaratanga del mismo modo que los de Mechuacan llevaban leña a los templos de Curicaueri. En una ocasión, los sacerdotes de Xaratanga se emborracharon y se pusieron los atavíos de la diosa, quien enojada hizo que les sentara mal el vino. Para quitarse la borrachera, los sacerdotes pidieron a sus hermanas que les consiguieran pescado del lago, pero éstas no encontraron ninguno porque Xartanga los había ocultado. Entonces las mujeres llevaron una culebra, sus hermanos se la comieron y convertidos en culebras, se metieron al lago y nadaron hacia Vayameo en donde las vieron los chichimecas, quienes, tomando el acontecimiento como un augurio, abandonaron Vayameo y fundaron nuevos pueblos. Vapeani y Pauacume fueron los últimos en dejar Vayameo. Con su dios Curicaueri se fueron primero a la orilla del lago, a un lugar llamado Capacurio, luego a Patamuangacaraho, a Vazeo zarauacuyo, a Xenguaran y a Honchequaro en donde permanecieron algún tiempo.
Estando en Honchequaro, Vapeani y Pauacume yendo de caza se fueron acercando a la ribera sur del lago de Pátzcuaro. Desde el monte Tupen divisaron la isla Xaraquaro y a un pescador, llamado Curiparaxan, a quien llamaron a la orilla del lago. Conversando con el pescador se enteraron del nombre de las islas, de quiénes eran sus señores y de los dioses que tenían, descubriendo así que eran parientes de los isleños. A petición de Vapeani y Pauacume, Curiparaxan les entregó a su hija, niña aún. Vapeani y Pauacume se mudaron entonces a Tarimichundiro en donde la niña se hizo mujer, contrajo matrimonio con Pauacume y dio a luz a Tariacuri. Quizás Vapeani estaba casado desde antes pues cuando nació Tariacuri ya tenía dos hijos: Zetaco y Aramen.
Cuando Caricaten, el señor de Xaraquaro, tuvo noticias de la relación que el pescador había contraído con los señores chichimecas, les ofreció a éstos más mujeres y los invitó a ser sacerdotes en la isla. Los hermanos chichimecas recibieron las insignias de sacerdotes (guirnaldas de hilo y una tenazas de oro para colgarse al cuello) y un barbero les cortó el cabello (haciéndoles "en las molleras unas entradas"). Vapeani, como sacerdote de un lugar o templo llamado Quacari xangatien, y Pauacume, como sacrificador, residieron en Xaraquaro algún tiempo, hasta que los de Curinguaro convencieron a los isleños para que los expulsaran de la isla. Los de Curinguaro conocían bien a Vapeani y a Pauacume pues habían vivido juntos en Vayameo y probablemente desde entonces se habían enemistado. El señor de Curinguaro, Chanshori, había abandonado Vayameo tras el episodio de las culebras y con su dios Hurendequavecara había fundado Curinguaro. Vapeani y Pauacume, despojados violentamente de sus insignias, regresaron a vivir a Tarimichundiro.
Fue entonces cuando, al explorar los alrededores, descubrieron el lugar en donde se encontraban unas peñas, llamadas petazequa, y varios manantiales que reconocieron como el lugar elegido por los dioses para que se asentaran, Çacapu hamucutin Pazcuaro. Vapeani y Pauacume limpiaron el lugar, contruyeron una plataforma y sobre ella edificaron tres templos, tres fogones y las casas de los papas, pero siguieron viviendo en Tarimichundiro.
Mientras tanto, los de Curinguaro, anticipándose a una posible revancha de Vapeani y Pauacume, los citaron en Ataquaho para pelear. Los chichimecas no tenían muchos atavíos para la guerra pero, como pudieron, consiguieron plumas de águila y de "gallinas blancas" (¿garzas?) con las cuales hicieron unos plumajes (¿penachos?) para cubrirse las espaldas y sus banderas. En la batalla Vapeani y Pauacume resultaron heridos y su gente los llevó de vuelta a Tarimichundiro, en donde les prepararon unas camas elevadas ("hiciéronles unos zarzos de cañas altos del suelo de una parte y de otra") para que convalecieran dentro de la casa de las águilas (supuestamente era peligroso que los heridos durmieran en sus casas). Allí permanecieron tres días curándose de las heridas. La gente (¿los médicos? ¿los sacerdotes?) entraba y salía llevando unos sahumerios con cañutos (¿de incienso? ¿de tabaco?) que calentaban en los fogones que se encontraban a ambos lados de la puerta. Los isleños, aparentemente amigos otra vez de los chichimecas, los visitaron y velaban junto con los chichimecas a la entrada de la casa. Una noche los heridos recibieron la visita de una tía suya, la mujer de Curu zapi, quien supuestamente al enterarse de la batalla y de que sus sobrinos estaban heridos llevaba dos mantas para cubrirlos con ellas, si aún vivían, o para quemarlas en su nombre, si es que habían muerto. Sin embargo, Vapeani sospechó de inmediato que su tía había sido envíada por los de Curinguaro, con quien tenía tratos, y la corrió del lugar. La mujer, en efecto, había sido enviada por los de Curinguaro para averiguar si Vapeani y Pauacume habían muerto o no. Los isleños que velaban a la entrada vieron salir a la mujer y creyendo que Vapeani y Pauacume estaban concertando algo con los de Curinguaro también abandonaron el lugar.
Los de Curinguaro no cejaron en su intento de acabar con los dos hermanos y nuevamente recurriendo a los isleños les tendieron una celada para matarlos. Siguiendo las instrucciones de los de Curinguaro, los isleños convencieron a Vapeani y a Pauacume de ir a la orilla del lago en donde desembarcarían, provenientes de la isla, las mujeres que habían dejado allá, quienes supuestamente desconsoladas lloraban por volver con sus maridos. Vapeani y Pauacume pensaban ir por ellas sin tomar mayores precauciones, pero sus viejos Chupitani, Nuriuan y Tecaqua (hermanos entre si y parientes de Vapeani y Pauacume) les sugirieron mandar gente por delante para verificar que no se trataba de una trampa. Así lo hicieron y, efectivamente, descubriendo la celada se salvaron del ataque sorpresa. Una vez más, los de Curinguaro dieron las mismas instrucciones a los isleños, pero esta vez les sugirieron poner las celadas en tres partes. Nuevamente Vapeani y Pauacume aceptaron ir a la ribera por sus mujeres creyendo en la supuesta inocencia de los isleños, quienes argumentaron que la vez pasada los de Curinguaro, sin ellos saberlo, les habían tendido la celada. Chupitani, Nuriuan y Tecaqua volvieron a recomendar que fuera gente por delante para descubrir la celada, en caso de haberla. Los que se adelantaron pasaron la primera y la segunda celadas sin que nada sucediera, entonces Vapeani y Pauacume, seguros de que no había peligro, emprendieron su marcha y fueron flechados por el tercer grupo de isleños que se ocultaba en el camino. Vapeani murió inmediatamente. Pauacume, que por ser el menor era más ligero, huyó corriendo pero los isleños lograron alcanzarlo en la ladera del monte Çacapu hacurua, en Patzcuaro, y allí lo mataron. Enterados del suceso, Chupitani, Nuriuan y Tecaqua llevaron unos plumajes y un collar de oro (llamado cezaretaqua) al lugar en donde los isleños tenían los cuerpos de Vapeani y de Pauacume. Los isleños negaron otra vez haber tenido algo que ver con la muerte de los dos hermanos, pero finalmente aceptaron los plumajes y entregaron sus cadáveres, los cuales fueron incinerados y sus cenizas, dentro de unas ollas adornadas con máscaras de oro, collares de turquesa y plumajes, fueron enterradas al pie de los templos que los dos hermanos habían construido en Pátzcuaro.