y los españoles no le hicieron mal y díjole el capitán: "huelga en tu casa y reposa". Y ninguno entraba en su casa porque lo había ansí mandado el capitán, que no entrasen, sino sus prencipales. Y envió el cazonçi a don Pedro con aquellas áncoras a Çacatula, que era por la fiesta a catorce de noviem- bre del presente año. Y fueron a llevar las áncoras mil e seiscientos hom- bres y dos españoles. Y dijéronle en el camino a don Pedro que se compusie- se porque le viesen los señores de Çacatula. Y púsose muchos collares de turquesas al cuello. Y llevaron las áncoras y volvióse a Mechuacan con mu- cho cacao que le dieron los españoles para Cristóbal de Olí. Luego, como vino don Pedro, llamóle el cazonçi y díjole: "ven acá ¿qué haremos de aquellos prencipales que me quisieron matar por la soberbia que tuvieron, que me escapé de sus manos? Ellos no se escaparán de las mías: ve y mátalos, que eres valiente hombre". Díjole don Pedro: "señor, sea como mandas." Y partióse y llevó cuarenta hom- bres consigo, cada uno con sus porras, y pasó la laguna en amenesciendo. Y aquel prencipal llamado Timas habíase huído a Cápacuero y tenía sus espías puestas por los caminos. Ya sabía cómo le quería hacer matar el cazonçi y estaba esperando quien le había de ir a matar. Y llegó don Pedro con la gente que llevaba y hallóle asentado, con collares de turquesas al cuello y unas orejeras de oro en las orejeras, y cascabeles de oro en las piernas y una guirnalda de trébol en la cabeza, y estaba borracho. Y don Pedro llevaba una carta en la mano y como le vió aquel prencipal, díjole: "¿dónde vas?". Díjole don Pedro: "a Colima vamos, que nos envían allá los españoles". Y lle- góse a él y díjole: "el cazonçi ha dado sentencia de muerte contra ti". Díjole aquel prencipal "¿Por qué, qué hecho yo?". Díjole don Pedro: "yo no lo sé, inviado soy". Díjo- le el prencipal llamado Timas: "¿por qué viniste tú? ¿Eres tu valiente hombre? Peleemos entrambos. ¿Con qué pelearemos, con arcos y flechas o con porras?". Díjole don Pedro: "con porras pelearemos". Díjole aquel prencipal: "qué, ¿eres muy valiente hombre? ¿dónde estuviste tú en el peligro de las batallas donde pelean enemigos con enemigos? ¿Dónde mataste tú, allí, alguno? ¿a qué veniste tú? Seas bien venido, pues que mi sobrino el cazonçi lo manda, sea ansí, yo poco faltó que no le maté a él, íos vosotros que no me habéis de ma-
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