Ticátame, sus cuñados acordándose de la injuria rescebida, tomaron un collar de oro y unos plumajes verdes y trujéronlos a Oresta, señor de Cumanchen, para que se pusiese su dios llamado Turésvpeme y pidieron ayuda para ir contra Ticátame. Y juntáron- se sus cuñados con los de Cuimanchen y hicieron un escuadrón y en amaneciendo estaban todos en celada, puestos cabe un agua que está junto, allí en el pueblo; y pusieron allí una señal de gue- rra: un madero todo emplumado, para que la viesen los de Ticá- tame y saliesen a pelear. Y como fuese muy de mañana, fué por un cántaro de agua la mujer de Ticátame, y sus hermanos que esta- ban allí saludáronla en su lengua, que eran serranos, dijéron- la: "¿eres tú por ventura la madre de Sicuírancha?". Respondió ella: "yo soy. ¿Quién sois vosotros que lo preguntáis?". Dijeron ellos: "nosotros somos tus hermanos; ¿qué es de Ticátame, tu marido?". Respondió ella: "en casa está. ¿Por qué lo decís?". Respondieron ellos: "bien está; venimos a probarnos con él porque flechó a nuestros hermanos". Y la mujer como oyó aquello, empezó a llorar muy fuertemente y arrojó allí el cántaro y fuése y entróse en su casa llorando. Díjole Ticátame: "¿quién te ha hecho mal, madre de Sicuírancha?. ¿por qué vienes así llorando?". Respondió ella: "vienen mis hermanos los que se llaman Zizánbaniecha, y los de Cumanchen". Díjole Ticáta- me: "¿A qué vienen?", respondió ella: "dicen que a probarse conti- go porque flechaste sus hermanos". Dijo él "Bien está, vengan y pro- barán mis flechas, las que se llaman huréspondi, que tienen los pedernales negros y las que tienen los pedernales blancos y co- lorados y amarillos. Estas cuatro maneras tengo de flechas, probarán una déstas a ver a qué saben y yo también probaré sus varas con que pelean, a ver a qué saben". Y viniendo sus cuñados cercáronle la casa; y Ticátame sacó unas arcas hacia
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