"Zuangua". Dijeron los chichimecas: "también son nuestros agüelos del camino. ¿Cómo es esto?, ¿parientes somos?. Nosotros pensábamos que no teníamos parientes: topado habemos parientes. ¿Cómo es esto?. ¡Somos parientes y de una sangre!". Respondió el pescador: "sí, señor, vuestros parientes somos". Dijéronle los chichimecas: "pues isleño, ¿cómo te llamas?". Respondió el pescador: "señores, llámome Cúriparaxan". Di- jéronle: "bien está ¿no tienes alguna hija?". Respondió: "no, señores". Dijeron los chichimecas: "¿qué dices?, sí tienes, ¿por qué dices que no?". Respondió él: "señores, no he engendrado hijos, que soy viejo y mi mujer mañera". Dijéronle los chichimecas: "¿qué dices, isleño. Hijos tienes. No lo decimos por lo que piensas, que no queremos mujeres para a- delante; decimos porque Curícaueri ha de conquistar esta tierra y tú pisaríes por la parte la tierra y por la otra parte el agua, y no- sotros también por una parte pisaremos el agua y por la otra la tierra y moraremos en uno, tú y nosotros". Y respondió el pesca- dor: "así es la verdad, señores. Yo tengo una hija que aún es pe- queña: no es de ver porque es fea y pequeña". Respondieron ellos: "no hace al caso que sea pequeña. Ve y tráenosla y sácala acá fuera, y también nosotros nos subiremos al monte y mañana haremos flechas y esotro día nos juntaremos aquí, tú y no- sotros, y hablaremos siempre aquí y no lo sepa ninguno. Tú y tu mujer solos lo decid, uno a otro". Y despidiéndose el pescador se fué y empenzó a bogar con su canoa y a en- trarse en la laguna, y los chichimecas se subieron al mon- te. Y el siguiente día hicieron todos flechas y esotro día vol- viéronse a sus casas. Y el pescador, luego, muy de mañana en- tró en su canoa con su hija y tomó puercto y puso la hija a la ri- bera. Y los chichimecas tardáronse que se estaban escalen- tando. Ya el sol iba muy alto y estábase asentado cabe la
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