a nuestro tío, porque no diga que habemos de estar y vivir entrambos; pues que aún vive nuestro tío, verá nuestra muerte, que no tenemos gana de vivir. Vámosle a decir lo que nos dijo Hiuacha". Y partiéronse para ir donde estaba su tío Taríacuri, el cual era ya muy viejo y cansado. Y tenía unas orejeras de oro en las orejas y algunas turquesas al cuello y una guirnalda de trébol en la cabeza. Y estaban arrimadas a él sus mujeres que le tenían, y llegando sus sobrinos, dijo a las mujeres: "ma- dres, levantadme que vienen mis sobrinos: que quieren hablar una cosa de importancia". Y levantáronle y asentáronle en una silla de espaldas y díjoles: "entraos allá dentro". Y como llegasen sus sobrinos, saludóles y díjoles: "seáis bien venidos, hijos". Y ellos a él así mesmo le saludaron, y quebrantaron aquella cañaheja y saca- ron las plumas blancas y pusiéronselas en la mano. Y díjoles Ta- ríacuri: "¿pues qué es esto, hijos?". Y contáronle lo que les dijo Hiuacha, el señor de Taríaran. Y díjoles Taríacuri: "pues, hijos, ¿qué decís? ¿Pensáis de pelear?". Dijeron ellos: "sí, padre, que habemos de pelear, pues que estás vivo, vernos has cómo vamos a morir, porque no digas que queremos estar y vivir no- sotros, morir queremos y verás nuestra muerte". Díjoles Taríacuri: "¿qué decís, hijos? ¿Quién tenéis en vuestra compañía para querer pelear y hacer guerra a los otros?". Dijeron ellos: "¿por qué, padre, no habemos de tener com- pañia? Muchos somos. Ahí está un prencipal llamado Cueçe y Cassímato y Quiriqui y Quacángari y Anguáziqua y Capáuaxanzi, que son valien- tes hombres de los nuestros. Y de los isleños, ahí están: Zapíuatame y Zan- neta y Chapata y Atache hucane, que eran de los antepasados de don Pedro que es agora gobernador, que se hecieron amigos de los chichimecas. Parés- cenos que somos hartos". Díjoles Taríacuri "¿Qué decís, hijos? Vosotros que tanto ha que encopezastes a querer hacer guerra. Como quien dice mucho tiempo ha que empezastes y diestros estáis. No quiero quebrar vuestras palabras ni estobar vuestro parecer. Déjame primero hacérselo saber a Huresta,
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