teníamos concertado todos los dioses antes que viniese la luz, y agora no sa- bemos qué palabras son éstas". Los dioses probaron de contradecir esta mutación y en ninguna manera los consintieron hablar: "sea ansí, como quieren los dioses. Vosotros los dioses primogénitos y de la man[o] izquierda, íos todos a vuestras casas, no traigáis con vosotros ese vino que traís, quebrá todos esos cántaros, que ya no será de aquí adelante como hasta aquí, cuando está- bamos muy prósperos. Quebrá por todas las partes las tinajas de vino, dejá los sacrificios de hombres y no traigáis más con vosotros ofrendas, que de aquí adelante no ha de ser ansí. No han de sonar más atabales: rajaldos todos. No han de parescer más qúes ni fogones, ni se levantarán más humos. To- do ha de quedar desierto, porque ya vienen otros hombres a la tierra; que de todo en todo han de ir por todos los fines de la tierra, a la man[o] derecha y a la man[o] izquierda y de todo en todo irán hasta la ribera del mar, y pasarán a- delante y el cantar sea todo uno y que no habrá muchos cantares como tenía- mos, mas uno solo por todos los términos de la tierra. Y tú, mujer, que estás aquí que nos oyes, publica esto y háganselo saber al rey que nos tiene a to- dos en cargo, Zuangua." Respondieron todos los dioses del concilio y dije- ron que ansí sería, y empezaron a limpiarse las lágrimas, y deshízose el concilio y no paresció más aquella visión. Y hallóse aquella mujer puesta al pie de una encina y no vió en aquel lugar ninguna cosa cuando tornó en sí, mas de un peñasco que estaba allí, y vínose a su casa por el monte y llegó a la media noche y venía cantando, y oyóla venir un sacristán de la diosa Cuerábaperi, que abrió la puerta, y despertó los sacerdo- tes y decíales: "señores, levantaos que viene la diosa Cuerávaperi, que ya ha a- bierto la puerta". Decía esta gente que cuando aquella diosa Cuerábaperi tomaba alguna persona, que entraba en ella y que comía san- gre; por eso dice este sacristán o guarda, que había venido la diosa Cuerá- vaperi. Y estaban todos desnudos los sacerdotes, y asentados con sus guirnaldas de trébol en las cabezas, y todos entiznados. Y entróse aquella mujer de largo en la casa de los papas y dió cuatro vueltas, y levantó- se y pasó el fuego y tendióse de la otra parte del fuego, y los sacerdotes empezaron a sacrificarse de las orejas y decía la mujer: "padres, padres,
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