| hambre tengo". Y empezaron a dalle sangre y tenía la boca abierta y tra-gaba aquella sangre que le daban, que sentían ellos que la pasaba por la
 garganta, y tenía todos los bezos ensangrentados de la sangre que
 le daban. Y empezaron a tañer sus trompetas y atabales y echaron encienso
 en los braseros y trujéronla en una procesión cuatro vueltas, cantando con
 ella y bañáronla y ataviáronla. Pusiéronle unas naguas muy buenas y o-
 tra camiseta encima, y pusiéronle una guirnalda de trébol en la cabe-
 za y pusiéronle un pájaro contrahecho en la cabeza, y unos cascabeles
 en las piernas y trujeron mucho vino y empezáronle a dar de beber. Y
 fuéronselo a decir a su marido, que era el señor de Vcario, questaba hacien-
 do la cirimonia de la guerra, echando encienso en los braseros y díjoles, "¿Pues,
 qué hay, viejos?". Dijéronle ellos: "la señora es venida". Dijo él: "ay, ay, ¿a qué hora vino?". Dijé-
 ronle ellos: "señor, ahora, poco ha, vino". Dijo él: "bien está, hacéselo saber al sacer-
 dote de Araro llamado Baricha y al de Zinápequaro: id y calentá los baños". Y
 era de noche, y fuese a su casa y bañóse en un baño caliente, y salió luego por
 la mañana y vinieron los sacerdotes que fueron a llamar y díjoles: "agüelo,
 dicen que es venida la señora, ya la tornamos a ver a la diosa Cuerávaperi; vá-
 mosla a saludar". Y vistióse, que se había bañado. Y fueron los sacerdotes a lleva-
 lle ofrenda y mantas y vino y encienso, y ofreciéronselo todo [a] aquella
 mujer y desnudáronla y vistiéronle otros vestidos nuevos y saludáronla
 diciendo: "señora, seas bien venida". Y ella les tornaba a saludar. Y preguntá-
 ronle: "señora, ¿cómo te halló la diosa?". Dijo la señora: "en casa estaba y allí me vió." Dijé-
 ronle: "¿qué te dijo? cuéntalo aquí, ¿qué habemos de decir al rey?". Respondió
 ella: "¿qué me había de decir, agüelos? Como me vió allí no me hizo mal, mas un
 águila me llevó y oí en lo alto del monte donde había un concilio de los dioses.
 Dicen que otra vez han de venir hombres de nuevo a la tierra." Y contóles
 todo lo que había oído en el monte llamado Xanóato hucaçio. Y apartáronse
 todos los sacerdotes en el patio y abajaron las cabezas en corrillos y dijo
 el señor de Hucario: "agüelos, ¿cómo, esta mujer no lo dice de mala ques?, dice que
 han de venir otra vez hombres a la tierra: ¿dónde han de ir los señores questán? ¿quiénes
 nos han de conquistar? ¿han de venir los mexicanos o los otomíes a conquistarnos,
 o los chichimecas? Dice que todo el reino ha de estar solo y desierto. Idlo a decir
 
 
 
 
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