| al rey; no pienso que le placerá dello, ¿cómo, no os descuartizará vivos?, ¿cómo, no ossacrificará? Aparejaos a sufrir. Yo no quiero ir por agora a la guerra
 mas estarme aquí, porque no me maten en la guerra. Mátenme aquí los
 que vinieren, sacrifiquenme aquí y cómame la diosa Cuerávaperi. Id, por-
 que riñirá el rey". Y partiéronse aquellos sacerdotes y vinieron en tres
 días a la cibdad de Mechuacan y el cazonçi llamado Zuangua, estaba a la sazón
 cerca de su casa, en un lugar llamado Arátaquaro, y estaba borracho y saludó
 a los sacerdotes y díjoles: "madres, seáis bien venidas": porque desta manera de-
 cían a los sacerdotes de la madre Cuerávaperi. Y ellos ansí mismo le saludaron.
 Díjoles: "pues, ¿qué hay, viejos? ¿cómo venístes?". Y contáronle todo lo que habían visto
 y oído [a] aquella susodicha mujer y respondió Zuangua y díjoles: "por qué dijo
 eso el pobre de Viquixo ¿Es él rey? ¿por qué se turba? ¿Cómo, no es de baja suerte y
 huérfano? ¿por qué os había de descuartizar, viejos? ¿Dónde vino? ¿El es rey?; cómo, ¿no es es-
 clavo de los cativos?; y vosotros, ¿quién sois? Que de nosotros es la pérdida
 del señorío, que somos señores y no de nosotros solos, mas empero de todas las Pro-
 vincias; yo no lo oiré, que primero moriré y no será luego, porque aún estaré algu-
 nos días y seré rey. Aquí están mis hijos, que les partiré el señorío y serán señores.
 Ahí está mi hijo Zinçicha, que es el mayor y Tirímarasco, Cuyny, Sirángua, Chácinisti,
 Timas, Taquíani, Patamu, Chúysico. Todos estos hijos tengo y no sé quién será
 el que señalará por rey nuestro dios Curícaberi. Aquél oirá todo esto y el pobre no
 será mucho tiempo señor, porque será maltratado, pobre de la gente baja; cua-
 tro años será maltratado, después de los cuales sosegará el señorío, y yo no
 lo oiré, que primero moriré. ¿Esto es a lo que venís, viejos? Quiero os dar a beber y busca-
 ros algunas mantas." Y sacáronles naguas de mujer y otros atavíos
 y guirnaldas de oro para la diosa y plumajes, y diéronselo y díjoles: "yo os qui-
 ero también contar a vosotros otra cosa, viejos. Estas mismas palabras que
 vosotros habéis traído, trujeron de tierra caliente, y dicen que andaba
 un pescador en su balsa pescando por el río con anzuelo, y picó un bagre
 muy grande y no le podía sacar y vino un caimán, no sé de donde, de los de aquel
 río y tragó aquel pescador, y arrebatóle de la balsa en que andaba y
 sumióse en el agua muy honda, y abrazóse con él el caimán y llevóle a su casa
 aquel dios-caimán, que era muy buen lugar, y saludó aquel pescador y díjo-
 
 
 
 
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