Y llevaron los indios cuatrocientas lunetas de oro y rodelas y o- chencta tenacetas de oro al cazonçi, y dijo que no diesen a Guzmán más de doscientas de aquellas joyas y hizo a los indios que volviesen lo otro. Y enojóse Guzmán de ver tan poco y dieron tormento también a don Pedro, que muestra hoy en día los cordeles en los brazos. Ansí mismo dieron tormento a don Alonso y a Abalos y pidíanles el ídolo de oro y de los hoyos, y dijeron: "nosotros no sabemos nada desto." Dijéronles: "ya ha dicho la verdad de todo el cazonçi, y de aquí a tres días se ha de volver a su casa; si vos- otros decís la verdad también os iréis vosotros a vuestras casas. De- cí qué tanto oro tiene el cazonçi." Dijeron ellos: "nosotros no lo habe- mos visto, ni sabemos nada desto que preguntáis." Dijéronles los espa- ñoles: "dicen que tiene mucho oro." Dijeron ellos: "quizá sí tiene, nosotros no se lo habemos visto". Dijeron los españoles: "cómo, ¿no tiene oro? Y él os ha dicho que no digáis dello." Dijeron ellos: "nunca se lo habemos visto." Y dejáron- les de preguntar Guzmán y los alguaciles y un navatlato desta lengua, corcobado. Y hizo llevar los viejos y los sacerdotes antigos y pre- guntóles también Guzmán sobre el oro, y dijeron ellos: "¿qué habemos de hablar nosotros que somos viejos? ¿Cómo habemos de saber nada desto? ¿No somos una cosa por ahí sin provecho?". Y no les preguntaron más. Y dió sentencia Guzmán contra el cazonçi, que fuese arrastrado vivo a la cola de un caballo y que fuese quemado. Y atáronle en un petate o estera e atá- ronle a la cola de un caballo, y que fuese quemado. Y iba un español en- cima, y iba un pregonero diciendo a voces: "mirá, mirá gente, éste que era bellaco que nos quería matar. Ya le preguntamos y por eso die- ron esta sentecia contra él, que sea arrastrado. Miralde y tomá enjem- plo. Mirá gente baja, que todos sois bellacos." Y desatáronle del peta- te o estera, que aún no estaba muerto, y atáronle a un palo y dijéronle: "Dí si fueron otros contigo en este maleficio: ¿cuánctos érades? ¿has de morir tú solo?". Díjoles el cazonçi: "¿qué os tengo de decir? No sé nada." Y diéronle garrote y ahogáronle y ansí murió. Y pusieron en rededor dél mucha leña y quemáronle. Y sus criados andaban cogendo por allí las cenizas, y hízolas
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