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Datos para citar este texto:
Jerónimo de Alcalá, Relación de Michoacán, Moisés Franco Mendoza (coord.), paleografía Clotilde Martínez Ibáñez y Carmen Molina Ruiz, México, El Colegio de Michoacán, Gobierno del Estado de Michoacán, 2000, p.689
Folio p en ediciones
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Y llevaron los indios cuatrocientas lunetas de oro y rodelas y o-
chencta tenacetas de oro al cazonçi, y dijo que no diesen a Guzmán
más de doscientas de aquellas joyas y hizo a los indios que volviesen
lo otro. Y enojóse Guzmán de ver tan poco y dieron tormento también
a don Pedro, que muestra hoy en día los cordeles en los brazos. Ansí mismo dieron
tormento a don Alonso y a Abalos y pidíanles el ídolo de oro y de los hoyos,
y dijeron: "nosotros no sabemos nada desto." Dijéronles: "ya ha dicho la verdad
de todo el cazonçi, y de aquí a tres días se ha de volver a su casa; si vos-
otros decís la verdad también os iréis vosotros a vuestras casas. De-
cí qué tanto oro tiene el cazonçi." Dijeron ellos: "nosotros no lo habe-
mos visto, ni sabemos nada desto que preguntáis." Dijéronles los espa-
ñoles: "dicen que tiene mucho oro." Dijeron ellos: "quizá sí tiene, nosotros
no se lo habemos visto". Dijeron los españoles: "cómo, ¿no tiene oro? Y él os ha dicho
que no digáis dello." Dijeron ellos: "nunca se lo habemos visto." Y dejáron-
les de preguntar Guzmán y los alguaciles y un navatlato desta lengua,
corcobado. Y hizo llevar los viejos y los sacerdotes antigos y pre-
guntóles también Guzmán sobre el oro, y dijeron ellos: "¿qué habemos de
hablar nosotros que somos viejos? ¿Cómo habemos de saber nada desto?
¿No somos una cosa por ahí sin provecho?". Y no les preguntaron más. Y dió
sentencia Guzmán contra el cazonçi, que fuese arrastrado vivo a la cola de
un caballo y que fuese quemado. Y atáronle en un petate o estera e atá-
ronle a la cola de un caballo, y que fuese quemado. Y iba un español en-
cima, y iba un pregonero diciendo a voces: "mirá, mirá gente, éste que
era bellaco que nos quería matar. Ya le preguntamos y por eso die-
ron esta sentecia contra él, que sea arrastrado. Miralde y tomá enjem-
plo. Mirá gente baja, que todos sois bellacos." Y desatáronle del peta-
te o estera, que aún no estaba muerto, y atáronle a un palo y dijéronle: "Dí
si fueron otros contigo en este maleficio: ¿cuánctos érades? ¿has de morir
tú solo?". Díjoles el cazonçi: "¿qué os tengo de decir? No sé nada." Y diéronle
garrote y ahogáronle y ansí murió. Y pusieron en rededor dél mucha leña
y quemáronle. Y sus criados andaban cogendo por allí las cenizas, y hízolas