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Datos para citar este texto:
Jerónimo de Alcalá, Relación de Michoacán, Moisés Franco Mendoza (coord.), paleografía Clotilde Martínez Ibáñez y Carmen Molina Ruiz, México, El Colegio de Michoacán, Gobierno del Estado de Michoacán, 2000, p.510
Folio p en ediciones
127 v 510

y sacaron de comer y no les dieron a ellos, mas pasáronse de largo
los que daban la comida y dieron a los suyos. Y sacaron mantas y cami-
setas y hizo mercedes Hiuacha no más de a los suyos, y a ellos no les dieron
nada. Y como no hacían caso dellos, dijeron: "vámonos a nuestro pue-
blo". Y tomaron todos sus arcos y íbanse, y un viejo, que era mayor-
domo de Hiuacha, entró en una troj y sacó un cañuto muy gordo
de cañaheja que estaba lleno de plumajes y fuese tras ellos y íbalos
llamando y decía: "señores chichimecas, esperaos ahí, que os quiero decir
un poco". Y dijo Tangáxoan a su hermano: "señor Hirepan, ¿qué viene decien-
do aquel viejo?". Dijo Hirepan: "dice que esperemos aquí, que nos quiere decir
un poco. Venga, a ver qué quiere". Y llegó a ellos y saludáronle y dijéron-
le: "bien seas venido, agüelo", que ansí decían a los viejos y a los
sacerdotes. Y él también los saludó y quebrantó el cañuto de cañaheja
y sacó dél muchos plumajes y púsoselos en la mano a Hirepan y dí-
joles: "hijos, llevad estas plumas a Curícaueri, vuestro dios, que destas plu-
mas hace sus atavíos: ochocientas son. Estas trujeron de las islas
de la laguna en rescate de jicales, y ruégo os que sean para apartar-
me a mí y a mis parientes, que los libertéis, que no acertó en lo que dijo Hi-
uacha, que ya no tenemos cabezas conosotros, porque muy fuertemente
conquistará la tierra vuestro dios Curícaueri. Ruégo os que me libertéis y a-
partéis de los cativos". Díjole Hirepan: "¿cómo te llamas, agüelo?". Dijo
el viejo: "señor, llámome Parangua y un hermano mío menor se llama Zi-
paqui". Díjole Hirepan: "bien, bien, habla a todos los tuyos y escoge
todos tus parientes; que así será como dices". Y fuéronse su camino
y llegaron a Pázquaro y no hablaron a Taríacuri ; mas fuéronse todos
enojados de largo, al cu nuevo a Querétaro, donde tenían su asiento,
en Michuacan. Y como llegaron fuéronse al monte a cortar le-
ña para los cúes, ellos y los isleños, que andaban juntos. Y Hirepan
subió en un árbol que no era gordo y abrazóse con las ramas