La extorsión es el más común de los crímenes en Centroamérica hoy, y el más despreciado. Es un fenómeno criminal creciente que ejemplifica una tendencia mundial. En muchas sociedades, la "ola democrática" y el triunfo del fundamentalismo de mercado ha ido acompañado de una creciente incertidumbre: el Estado se ha vuelto criminal, los delincuentes falsifican al Estado. Para aquellos que se encuentran en el medio, la distinción entre depredador y protector es a menudo imposible (Bayart, Ellis, y Hibou 1999, Comaroff y Comaroff 2006; Goldstein 2012). Tales condiciones están llenas de oportunidades para los empresarios que acumulan poder y beneficios al subsumir la amenaza soberana de la violencia, combinándola con una promesa de proteger (por un precio) e imponiendo su propia marca de orden.
Basado en varios años de investigación etnográfica y en el análisis de los medios de comunicación, este documento hace un mapa de las geografías en expansión de la extorsión en la Ciudad de Guatemala para trazar los enredos entre el mundo y su inframundo, para iluminar las condiciones de profunda incertidumbre sobre la supervivencia urbana cotidiana. Desde el final de la guerra civil más larga y sangrienta de América Central (1960-96), la ciudad de Guatemala se ha convertido en un epicentro de la violencia homicida, atribuida en gran parte a Barrio 18 y a La Mara Salvatrucha, las principales bandas transnacionales (maras) para extraer la renta de los residentes y negocios en sus territorios. Comienzo con el surgimiento de las raquetas de extorsión mara, pero en última instancia, las maras no son el problema. Son el rostro espectral de la extorsión, pero de hecho se han convertido en un modelo comúnmente mimado y una pantalla de humo que oculta redes de agentes estatales, instituciones financieras, empresas privadas e innumerables civiles alimentándose de la economía de extorsión.