Esta ponencia se enfoca en exhumaciones de fosas clandestinas en búsqueda de “desaparecidos” realizadas en Los Cabitos, el fuerte militar ubicado en Ayacucho, Perú, que operó como cuartel general de la contrainsurgencia en los andes del centro sur peruano. Al cabo de seis años (2004-2009), la investigación arqueológica forense demostró la existencia de hornos crematorios en el antiguo campo de tiro del fuerte en los que los militares peruanos presumiblemente incineraron los cuerpos de sus víctimas para desaparecerlos sin rastro alguno. Específicamente, la ponencia describe las formas de duelo que las madres quechua-hablantes que participan en dichas exhumaciones elaboran, al confrontar la verdad forense sobre el presumible destino final de sus desaparecidos, para examinar el tipo de duelo que emerge entre familiares que hacen frente a “la tumba ausente” (Lifton 1987). Inspirados en Freud, antropólogos han conceptualizado este proceso como “interrumpido” (Suárez-Orozco 1991), “disminuido” (Robben 2000), o “incompleto” (Domínguez 2009), para enfatizar que, al no haber tumba, los familiares son incapaces de completar su duelo y asumir nuevas subjetividades. Si bien conceden que dicha incapacidad no es paralizante sino condición de posibilidad de resistencia, dichas interpretaciones se enmarcan en una lectura normativa del duelo que presupone plenitud y que evacúa del análisis temas de materialidad y agencia no-humana, como si la respuesta al terror de estado fuera sólo un problema discursivo. En cambio, examinando cómo, en su trabajo de duelo, madres quechua-hablantes entretejen materialidad, biografía, y agencia no-humana, esta ponencia elabora sobre una forma de duelo subjuntivo que reclama no tanto nuevas subjetividades cuanto nueva comunidad política.