la verdad, tíos, esperad un poco". Y atavióse y púsose unos cascabeles de oro en las piernas y turquesas al cuello y sus plumajes verdes en la cabeza, y aquellos principales también. Y decíanle: "señor, traigan los plumajes que eran de tu agüelo y pondrémonoslos un poco, que no sabemos quién ha de ser rey y el que se los pondrá." Y mandó el cazonçi que trujesen los pluma- jes y hizo sacar brazaletes de oro y rodelas de oro, y tomábanselas aque- llos principales y bailaban todos y don Pedro tenía mucha pena consigo, y decía: "¿para qué le quitan sus joyas al cazonçi? ¿para qué las quieren éstos? cómo, ¿no andan por ahogarse y morir? Cómo le engañan y lo dicen de men- tira lo que dicen, y con cautela y traición y le quieren matar. Cómo, ¿oye- ron ellos lo que yo oí a los españoles? Yo que fuí a ellos, yo lo oí muy bien y no vienen enojados. Y vi los señores de México que vienen con ellos. Si los tuvieran por esclavos, ¿cómo habían de traer collares de turquesas al cuello y mantas ricas y plumajes verdes, como traen? ¿Cómo no les hacen mal los españoles? ¿Qués lo que di- cen éstos?". Y salieron las señoras questaban en casa del cazonçi y preguntaron a don Pedro, qué nuevas traía al cazonçi. Respondióles don Pedro: "señoras, muy buenas nuevas le truje: que no vienen airados ni enojados los españoles, que no sé lo que le dicen estos principales." Y espantáronse aquellas señoras y re- torciánse las manos y lloraban y decíanle: "pésanos que no le habías traído estas nuevas de placer." Y tenía mucha pena don Pedro consigo porque staba solo y aún no había venido su hermano Huçizilzi. Y entróse el cazonçi en un aposento de su casa y llamábanle aquellos principales y decíanle: "señor, vamos, sal acá". Y el cazonçi hizo hacer secretamente un portillo en una pared de su casa, que salía al camino, y tomó todas sus mujeres, que era de noche. Y hizo matar todas las lumbres, y salióse huyendo por allí, y subióse al monte con sus mujeres, que estaba cerca. Y ansí se libró de sus manos, y fueron tras él aquellos prin- cipales, así borrachos como estaban y compuestos, y iban sonando sus cas- cabeles por el camino. Y el cazonçi fuese a un pueblo llamado Vrapan, o- bra de ocho o nueve leguas de la cibdad. Y supiéronlo aquellos principa- les y fuéronse tras él, que iban preguntando por él, y llegaron don- de él estaba y díjoles: "seáis bien venidos, tíos: ¿cómo venís por acá?". Di- jéronle: "señor, venimos preguntando por ti, ¿dónde vamos, señor? Vámonos al-
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