mucho. Y fueron por el cazonçi, Viçiçilçi y dos españoles, y adelantóse de los españoles y llegó a Vrúapan, donde estaba el caçonçi, y díjole: "señor, vamos a la cibdad, que vienen por ti dos españoles y yo me adelanté, no hayas miedo, es- fuérzate." Y díjole el cazonçi: "vamos, hermano, no sé donde me hicieron venir los que me han tractado desta manera por rencor que tienen conmigo, que de verdad no son mis parientes." Y como se quisiese partir, dijéronle aquellos prencipa- les que le habían quisido matar: "señor, ¿qué haremos?". Díjoles: "allá voy a Mechua- can". Y quedáronse allí aquellos prencipales. Y toparon con los españoles y abrazáronle y dijéronle: "no hayas miedo que no te harán mal, que por ti veni- mos". Díjoles el cazonçi: "vamos, señores". Y llegaron a Pázcuaro y salióle a re- cibir don Pedro y saludóle y díjole: "señor, seas bien venido." Díjole el cazonçi: "y tú también seas bien venido, hermano. ¿Cómo te fué? ¿dónde fuiste?". Díjole don Pedro: "muy bien me fué y no hay ningún peligro, todos los españoles están alegres: dice el capitán que vayas a velle allá a México." Dijo el cazonçi: "va- mos, pues, que ya me traen." Y llegaron a la cibdad y empezaron a ponelle guar- das al cazonçi, porque no se les escondiese otra vez y pidiéronle oro y llamó sus prencipales y díjoles: "vení acá, hermanos, ¿dónde llevaron el oro que estaba aquí?". Dijeronle: "señor, ya lo llevaron todo a México". Díjoles el cazonçi: "¿dón- de iremos por más? Mostrémosles lo que está en las islas de Pacandan y Hu- ránden. Y envió unos prencipales que se lo mostrasen a los españoles, y vinieron los españoles de noche, y ataron todo aquel oro en cargas y hicieron ochen- ta cargas de aquel oro, de rodelas y mitras, y lleváronlo de noche a la cibdad. Y dijo Cristóbal de Olí al cazonçi: "¿por qué das tan poco?, tra- e más, que mucho oro tienes, ¿para qué lo quieres?". Y decía el cazonçi a sus prencipales: "¿para qué quieren este oro? Débenlo de comer estos dio- ses por eso lo quieren ctancto". Y mandó que mostrasen a los españoles más oro y plata questaba en una isla llamada Apúpato. Y hicieron sesencta car- gas dello, y en otra isla llamada Vtuyo, diez cajas. Que hicieron de toda aquella vez trescientas cargas de oro y plata. Y dijo el cazonçi: "¿Qué haremos, que ya nos lo han quitado todo?". Dijo a los españoles que no te- nían más y díjoles: "esto que estaba aquí no era nuestro, mas de vosotros que sois dioses, y ahora os lo lleváis porque era vuestro". Díjole Cristóbal
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