que tenía, pidíale oro al cazonçi y decía que le dejaría salir. Y pagábaselo cada vez que había de salir, le daba dos tazas de oro y otras dos de pla- ta, y no le dejaba salir más de a la puerta a hablar con sus prencipales y después le hacía entrar dentro. Tornó a inviar el cazonçi y dijo a los pren- cipales: "id otra vez a mi hermano don Pedro y decilde: ¿qué tengo de hacer? ¿Cómo, no soy hombre? que me tienen ansí. Que traiga más oro". Y vinieron los mensaje- ros y hiciéronlo saber en Mechuacan cómo estaba el cazonçi, y dijeron los prencipales: "¿qué haremos? ¿Dónde lo habemos de haber? Busquémoslo por ahí." Y busca- ron cuatrocienctas rodelas de oro y otras tantas de plata, y lleváronlo a México y mostráronlo al navatlato Pilar, como les tenía mandado, y tomó secretamente cien rodelas de oro y ciento de plata, y dijéronle los pren- cipales: "señor, ¿qué haremos?, pues que tú tomas todo esto. ¿Cómo, no hablarías por noso- tros y iríamos con nuestro señor el cazonçi a una casa fuera de aquí, en la cibdad, donde nos habemos de ir? Díselo a Nuño de Guzmán." Díjoles el navatla- to: "vamos, no tengais miedo, yo se lo diré," Y mostraron el otro oro y plata a Guzmán y díjole al cazonçi: "¿por qué traéis tan poco? ¿No tenéis vergüenza? ¿Cómo, no soy yo señor?". Díjole el cazonçi: "¿dónde lo habemos de haber? ¿Es otra cosa de por ahí? ¿Ya, no lo han traído todo?". Díjole Guzmán: "mucho hay". ¿Eres, tu, señor pequeño? Si no me lo traes, yo te tractaré como mereces, que tú eres un bellaco y desuellas los cristianos. Pues sabiendo yo esto, ¿cómo te he tractado? ¿para qué quieres el oro? Tráe- lo todo porque los cristianos todos están enojados contra ti, que dicen que les hur- tas de los pueblos los tributos y les robas los pueblos y dicen que te ma- te por la pena que les das. Yo no los creo. ¿Por qué no me crees esto que te digo? ¿quieres morir?". Díjole el cazonçi: "pláceme de morir." Dijo Guzmán: "bien está, metelde allá dentro que quiere morir, y no salga fuera. ¿Por ventura ríeste de lo que te digo, porque no te he maltratado?". Y metiéronle dentro, en un aposento donde él estaba. Y empezó a llorar y dijo: "¿qué haremos? Id otra vez a don Pedro, mi her[mano], que pida el oro questá en Vruapa, lo que ofresció a los dioses mi agüelo, y lo questá en Çacapu y lo del pueblo de Naranjan y lo de Cumanchen y lo questá en Ványqueo, porque aquello es mío y no se lo tomo a los caciques. Quizá los caciques desos pueblos no mirarán la miseria en que estoy y no lo darán sabiendo lo que dicen que robo los pueblos de los españoles, que aquí se han quejado a Guzmán". Y llega-
|