haber comido pidieron licencia los mensajeros y dijeron: "señor, ya
habemos comido; dános licencia que nos queremos tornar". Res-
pondió Ticátame: "esperáos, sacarános algunas mantas".
Y despidiólos y díjoles a la partida: "una cosa os quie-
ro decir que digáis a vuestros señores, y es que ya saben
cómo yo con mi gente ando en los montes trayendo leña
para los cúes, y hago flechas y ando al campo por dar
de comer al sol y a los dioses celestes y de las cuatro
partes del mundo y a la madre Cueráuaperi, con los ve-
nados que flechamos, y yo hago la salva a los dioses
con vino y después bebemos nosotros en su nombre;
y acontece algunas veces, que flechamos algunos ve-
nados sobre tarde y seguímoslos y así los dejamos, y
por ser de noche ponemos alguna señal por no perder
el rastro y atamos algunas matas. Mirá que no me toméis
aquellos venados que yo he flechado, porque yo no
los tomo para mí, mas para dar de comer a los dioses. Juntá-
os todos y avisáos unos a otros desto que os digo y mi-
rad que no me los toméis ni llevéis, porque sobre esto ter-
nemos rencillas y reñiremos. No lleguéis a ellos, mas
en topando algunos destos venados herildos, cobril-
dos con algunas ramas y bien que comeréis la carne y
haréis la salva a los dioses, mas no llevéis los pellejos. Y íos en buen hora". Pasa-
dos algunos días que moraba en aquel monte Hireti
Ticátame, tuvo un hijo en aquella señora llamado
Sicairancha. Y yendo un día a caza Ticátame, flechó un
venado en aquel dicho monte de Vrínguarapexo y, no le
acertando bien, fuése herido y siguióle, y como fuese de
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