fuera y abriólas a priesa, que tenía de todas maneras de flechas en
aquellas arcas guardadas. Y como quesiesen entrar todos a una
por la puerta ataparon la puerta, y Ticátame armaba su arco y ti-
raba de dos en dos las flechas y enclavaba a uno y la otra pasa-
ba delante a otro. Y flechó a muchos y mató los que estaban allí ten-
didos. Y siendo ya medio día, acabó las flechas, no tenía con qué tirar y
traía su arco al hombro y dábales de palos con él. Y ellos arre-
metieron todos a una y enclavábanle con aquellas varas y sa-
cáronle de su casa arrastrando, muerto; y pusieron fuego a su ca-
sa y quemáronle la casa, quel humo que andaba dentro había
cerrado la entrada. Y tomaron a Curícaueri y lleváronselo y fué-
ronse. Y no estaba allí Sicuýrancha, que había subido al monte a
cazar. Y como vino su mujer y vido el fuego, empezó a dar gritos
y andaba alrededor de los que estaban allí muertos,
y vido a su marido questaba en el portal, verdinegro de las
heridas que le habían dado con las varas. Y vino Sicuírancha, su
hijo, y dijo: "ay madre, ¿quién ha hecho esto". Respondió la madre;
"¿Quién habíe de hacer esto, hijo, sino tu tío y tu abuelo?, ellos
son los que lo hicieron". Y dijo Sicuýrancha: "bien, bien, ¿pues, qués de Cu-
rícaueri, nuestro dios?, ¿llévanle, quizá?". Respondió ella: "hijo, allá
le llevan". Dijo él: "bien está, quiero ir allá también y que me ma-
ten. ¿A quién tengo de ver aquí?". Y fuése tras dellos. Iba dando
voces. Y Curícaueri dióles enfermedades a los que le llevaban:
correncia y embriaguez y dolor de costado y estropeciamiento,
de la manera que suele vengar sus injurias. Y como les diese
estas enfermedades, cayeron ctodos en el suelo y estaban
todos embriagados. Y llegó Sicuírancha donde estaba Curí-
caueri, que estaba en su caja cabe el pie de un[a] encina,
y como vió la caja, dijo: "aquí estaba Curícaueri, quizá le
llevan". Y abrió el arca y sacóle y dijo: "aquí está". Y llevaron una
soga como sueltas, con que ataban los cativos para el sa-
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