que, viniendo la primera vez a visitar esta provincia de Mechua-
cán, me dijo dos o tres veces, que por qué no sacaba algo
de la gobernación desta gente. Después que vi a v[uestra] S[eñorí]a inclina-
do a lo mismo que yo, concebí en mí que v[uestra] Il[ustrísi]ma S[eñorí]a daría
favor a mi deseo, y por hacelle algún servicio, aunque balbucien-
do de poner la mano para escrebir algo por relación de los
más viejos y antiguos desta Provincia, por mostrar a v[uestr]a Seño-
ría, como en dechado, las costumbres desta gente de Mechuacán, para
que v[uestra] S[eñorí]a las favorezca rigéndolos por lo bueno que en
su tiempo tenían y apartádoles lo malo que tenían. Y ape-
nas se verá en toda esta escriptura una virtud moral, mas ceri-
monias y idolatrías y borracheras y muertes y guerras.
Yo no he hallado otra virtud entre esta gente, si no es la libera-
lidad que, en su tiempo, los señores tenían por afrenta ser es-
casos, y digo que apenas hay otra virtud entre ellos, porque
aun nombre propio para ninguna de las virtudes tienen, donde pa-
resce que no las obraban, porque para decir castidad se ha de
decir por rodeo en su lengua y así de otras virtudes como
es templanza, caridad, justicia, que aunque tengan algunos
nombres, no las entienden, como carescía esta gente de libros.
Y en muchas cosas acertaran si se rigieran según el dictamen
de la razón; mas como la tienen todos tan afascada con sus i-
dolatrías y vicios, casi por hierro hacían alguna buena obra.
Y permite n[uestr]o Señor que, como les provee de religiosos que de-
jando en Castilla sus encerramienctos y sosiego espiritual,
les inspira que pasen a estas partes y se abajen no solamente
a predicalles según su capacidad, mas aun de enseñales
las primeras letras, y no solamente esto, mas aun abajarse
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