que vengan a un lugar llamado Yéngoan, y todos vosotros, y allí comeréis. Id e decildes que vengan, que allí tengo una troj de camisetas para que se cubran sus mujeres, que así las trataron a las pobres". Y como volviesen los mensajeros y oyesen lo que decía Taríacuri, dijeron: ¿"Esto es lo que dice el rey, que tomemos a- quel maíz y lo comamos?. Aquello no es sino de Curícaueri y no suyo, y si lo tomamos, ¿dónde habremos otro tanto? ¿Y las mantas que dice, son suyas dél? No son suyas, sino de Curícaueri, ¿dónde ha- bremos otras tantas? ¿Cómo no hemos de engendrar hijos? Y aquí están Yrepan y Tangáxoan, nuestros hijos. Quizá los maltra- tarán por pedírselo. Mas vamos a Quarácuri, que mandó esto". Y a- sí se partieron todos. Tenía esta gente una costumbre, que si tomaban algún maíz o mantas de las trojes de los dio- ses que estaban deputadas para las guerras, aquellos que las recebían, aunque fuese dado gracioso, ellos o sus hijos quedaban obliga- dos por ello y los hacían esclavos. Y Cétaco fué a morar con los suyos en el monte. Y Aramen, su hermano menor, era muy valiente hom- bre, éste hizo su asiento en Hirázeo y asentóse con los suyos a la subida de una cuesta. Y tornóse Taríacuri a Pázquaro. Y ha- cíase un gran mercado en Paréo, que estaba cerca de allí. Y ve- nía a este mercado su mujer de Carícaten, señor de la isla de Xa- ráquaro, desde la isla. Y Aramen fué acaso al tiánguez, y era muy hermoso Haramen y venía todo entiznado, como se usaba. Pú- sose cabe el mercado, y mirándole aquella señora, mujer de Carí- caten (las señoras como son incontinentes), envió por él y dormieron juntos. Pasaba muchas veces la laguna por venille a ver y descendió Aramen al mercado, y allí se topan ellos, y no había quien los viese. Como los señores acostumbran a beber do [borrado] están sus mujeres,
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