taban comiendo y dábanles de papirotes. Y su madre, con otra hija suya, andaba por otra parte, así pobremente mendigando. Y acaso llegóse una mujer de uno llamado Niníquaran a ellos y paróselos a mirar y díjoles: "hijos, no comáis eso que coméis que lo train entre los pies y se ensucian por ahí". Y díjoles: "¿De dón- de sois, hijos?". Respondieron ellos enojados: "hermana, no sabemos de dónde somos; ¿por qué nos lo preguntas?". "¿Cómo os llamáis?". Respondieron ellos: "hermana, no sabemos cómo nos llamamos. ¿Por qué nos lo preguntáis?". Dijo ella: "no lo digo sino por preguntar. Cómo, ¿no tenéis madre? ¿Ella no os dice vuestros nombres?". Respondieron ellos: "sí, hermana, madre tenemos y ella nos dice nuestros nombres". Dijo ella: "hijos, no habléis a- sí enojados, que no lo digo sino por preguntar". Entonces dijo Tangá- xoan : "sí hermana, ¿qué es lo que dice mi hermano? Yo me llamo Tangáxoan y él se llama Yripan". Y la mujer oyendo esto, les dijo: "¿qués lo que decís, hijos? Que vosotros sois mis sobrinos, yo soy sobrina de vuestro padre, que eran hermanos vuestro padre y el mío". Respondieron e- llos: "así es, hermana. El uno dicen que se llamaba Çétaco y el otro A- ramen, los que nos engendraron". Y dijo ella: "ay, señores. Yo os quiero llevar a mi casa; vamos allá". Dijeron ellos: "vamos, hermana". Y di- jo ella: "allí tengo un maizal, que están las mazorcas verdes que me comen los tordos. Allí los ojearéis y comeréis allí cañas verdes de maíz". Y llevólos a su casa y guardábanle aquel maizal y daban voces a los tordos, ojeándolos. Y como estuviesen allí algunos días, oyó decir dellos un señor de Hetóquaro llamado Chapá y envió unos viejos y díjoles: "id por dos chichimecas que dicen que están en un lugar lla- mado Hucáriquaro, que están con la mujer de Niníquaran, que dicen
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