para ayunar en la casa de los papas, como tenían en costumbre. Y siendo ya la vigilia de la fiesta, llamó Curátame sus viejos y díjoles: "id a mi padre Taríacuri, que venga a ver mi fiesta y llamá también a mis primos Hiripan y Tangáxoan, que vengan a mirar, que quiero salir de ayuno y verán cómo se prueban este malhechor y un truhán que han de pelear". Y fueron los viejos a Taríacuri y dijéronle lo que decía su hijo. Respondióles y díjoles: "decidle que salga y que baile, que yo voy". Y fuéronse los mensajeros y llamó Taríacuri todas sus mujeres y díjo- les: "madres, ¿a qué han venido aquí? Vamos a la fiesta. ¿Habéis hecho algo de fiesta?". Respondieron ellas: "sí, señor". Y trujé- ronle a mostrar lo que habían hecho; muchas maneras de pan y muchas frutas. Y llamó sus viejos Chupitani, Tecaqua y Nu- ríuan y díjoles: "vení acá, a ver cuál es mejor, la fiesta que nos venieron a decir o esto, todo que está aquí, todos estos manteni- mientos". Respondieron ellos: "señor, aquélla es sino una fiesta que se cansan de mirar y hace viento que ciega a los ojos y todo el regocijo es sino una mañana, y esta comida muy mayor cosa es. ¿Quién se podrá sufrir sin comer? Que todo esto es como leche con que se crían los hombres. ¿Quién se podrá sufrir un día y una no- che sin comer? ¿Quién podrá dormir? Aunque sea un niño que anda a gatas, dándole un pedazo de pan, lo come". Díjoles Taríacuri: "así es la verdad. Vení acá, mujeres, y torná a meter esta comida en casa. Vamos nosotros al barrio llamado Çacapu hacá- rucuyo, allí seremos espías, porque no vengan nuestros enemigos de la laguna. Y entre tanto hará su fiesta el que es señor
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