apesgaban hacia tierra; y empenzaron los maguéis, aun hasta los chi- quitos, de echar en medio másteles largos que parescían maderos. Y em- penzaron hasta las mochachas pequeñas de empreñarse, que aún no habían dejado la niñez y tenían ya las tetas grandes como mujeres, por la preñez, y a- si niñas como eran, traían hijos a las espaldas en sus cunas. Y empenzaron las mujeres mayores de parir piedras de navajas y no hacían sino parir navajas negras y blancas y coloradas y amarillas, todo esto parían. Y empenzaron a hacer cúes por todas partes y estaban todos cercados de ra- jas de encina. Y empenzáronse de emborrachar y llamaban las madres de la nube negra, madre de la nube blanca y otra madre de la nube amari- lla y otra madre de la nube colorada. Y estaban todos esparcidos, emborra- chándose, como que no hubiera ningud viejo en el pueblo que les dijera: hijos, ¿qué es esto que hacemos? En el tiempo pasado no solía ser así. Hagamos nuestra oración en la casa de los papas y velemos y traigamos leña para los cúes. Mirá los agüeros que tenemos, que no es buena señal, pues todo se perdió en Hetóquaro, el servicio de los dioses. Y allí tampoco ha de haber rey. Y todo está desierto porque no llovió un año. Y como eran de los nuestros, todos se perdieron por hambre, quel señor de Hararo llamado Thicúricata y otro llamado Thiácani, los llevaron por esclavos. Y por los males que hacían en Hetóquaro castigaron los dioses. Ya vi en ellos que dieron hambre; que el que tenía cinco hijos empenzó a vendellos y daban por un poco de maíz un hijo y dos tamales, y en acabando de vender los hijos, vendían la mujer y dábanle un tamal; y a la postre no tenien- do que dar, se vendían a sí mesmos porque les diesen de comer. Esto es lo que hizo un señor llamado Ticúricata y otro Thiácani de Hararo, y por esto quedó desierto Hetóquaro. Así mesmo en el pueblo de Vániqueo, murió el señor llamado Sycuindi cuma y dejó sus hijos llamados Cócopara y Pacús quaçita zancápara. [tachado] No ha de ser señor ninguno dellos, mas ha de quedar todo desierto. Así mesmo en Cumachen era señor Hen- ziua y murió y dejó tres hijos llamados Tangáxoan, Nondo y Carata.
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