le tengo de nombrar, que no le conozco. Mirá que no sé dónde está Querenda angápeti. Ve a buscalle y hazle saber deste hombre que sube encima de su cu". Y fué Syrúndaran hacia meridión, don- de tiene casa y mujeres Querenda angápeti y donde tiene su vino para beber y atabales para bailar, y no le halló allí Sirunda arán; y fué hacia poniente y tampoco le halló y fué hacia sententrión y tampoco le halló, y al infierno. Después que no le halló en todos estos lugares, donde tiene sus casas, fué al cielo donde él hace sus gran- des fiestas y estaba compuesto, que tenía un cuero de tigre en una pier- na y un collar de turquesas a la garganta y una guirnalda de hilo de colores en la cabeza y plumajes verdes y sus orejeras de oro en las orejas. Y como Querenda angápeti vió venir a Sirunda arán, entróse a su casa a dormir y echóse a dormir. Y estaba un viejo a la puerta que era portero y llegó a él Sirunda arán y sa- ludóle el viejo y díjole: "abreme". Díjole el viejo: "¿qué dices, señor? No tengo de abrir quel señor Querenda angápeti duerme y qui- zá vienes tú a sacalle sus mujeres de casa". Y oyéndolo de dentro de casa Querenda angápeti, dijo: "ven de largo, hermano Syrunda arán". Y el viejo como oyó hablar a Querenda angápeti, dijo a Sirunda arán: "señor, ya es levantado; entrá a él a ver lo que le quieres". Y como entrase díjole Querenda angápeti: "¿a qué vienes?". Díjole Sirún- daran: "señor, tu mujer me envía y díjome: 've a buscar a Que- renda angápeti, que no sé dónde anda'. Que tuvieses por bien de ir allá alguna vez a tu casa, que un hombre ha sobido cerca de la entrada del cu, que no sabe cómo se llama, que no sabe qué nombre le ponga, ni sabe qué es lo que pide". Respondió Querenda an- gápeti: "ya yo le he visto subir y él no nos conosce a nosotros. Aquél
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