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Datos para citar este texto:
Jerónimo de Alcalá, Relación de Michoacán, Moisés Franco Mendoza (coord.), paleografía Clotilde Martínez Ibáñez y Carmen Molina Ruiz, México, El Colegio de Michoacán, Gobierno del Estado de Michoacán, 2000, p.475
Folio p en ediciones
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de los cúes que habéis hecho? Que los han visto ya los dioses desde el
cielo y los dioses de las cuatro partes del mundo y el dios del in-
fierno y la madre Cueráuaperi". Y tomando su arco y flechas que tenía a
la entrada de su aposento, dijo: "estos bellacos; yo estoy para flecharos
a todos". Y puso una flecha en el arco y, como ellos lo viesen, lavantá-
ronse todos de presto y saliéronse de casa. Y soltó la flecha tras ellos
y dió un golpe en la pared y resurtió; y Hiquíngaje volvió la cabeza atrás
a ver si le había herido. Y fuéronse a sus casas y iban tristes y no hablaba nin-
guno dellos. Y iba delante dellos Hiripan y llegando a su casa, pu-
siéronse todos mustios, las cabezas bajas, y después fuéronse por leña
para los cúes. Era ya media noche y estaba Taríacuri en la casa de los
papas, a un rincón arrimado, en su vela, y llamó sus viejos y dijo: "Chu-
pítani, Tecaqua, Nuríuan, vení acá. Decí, ¿qué haremos por lo que han hecho
mis hijos?". Dijeron los viejos: "mándalo, tú, que eres señor". Dijo Taríacu-
ri: "¿qué tengo de decir?, ¿que mis hijos no tienen culpa?, ¿que no lo hicieron
de su autoridad sino que yo les di aquella piedra? Pues ve, Chupitan,
al señor de la isla de Pacandan llamado Várapame. Dile que ya somos vie-
jos y cansados y que queremos ya ir al dios del infierno. Pues que dón-
de tomaremos a la partida gente que llevemos co[n] nosotros para nuestro estra-
do. Y dirásle que te señale dónde ha de ser la pelea, en una sementera de
maíz verde a la ribera. Y que si yo matare allí a los suyos, que aquellos
que murieren será mi cama y estrado para mi muerte, y que si él matare
de los míos, que también será estrado para su muerte. Que, ¿dónde los habemos
de llevar a la partida?". Acostumbran los señores e señoras, cuando morían,
de matar mucha gente consigo que decían que los llevaban para el
camino y que aquellos eran su estrado y cama y que encima dellos los
enterraban. Mataban algunos hombres y echábanlos en la sepul-
tura, y encima de aquéllos ponían al señor muerto, y sobre él, ponían
más muertos, así que no llegaba la tierra a él. Y aquellos muertos