de los cúes que habéis hecho? Que los han visto ya los dioses desde el cielo y los dioses de las cuatro partes del mundo y el dios del in- fierno y la madre Cueráuaperi". Y tomando su arco y flechas que tenía a la entrada de su aposento, dijo: "estos bellacos; yo estoy para flecharos a todos". Y puso una flecha en el arco y, como ellos lo viesen, lavantá- ronse todos de presto y saliéronse de casa. Y soltó la flecha tras ellos y dió un golpe en la pared y resurtió; y Hiquíngaje volvió la cabeza atrás a ver si le había herido. Y fuéronse a sus casas y iban tristes y no hablaba nin- guno dellos. Y iba delante dellos Hiripan y llegando a su casa, pu- siéronse todos mustios, las cabezas bajas, y después fuéronse por leña para los cúes. Era ya media noche y estaba Taríacuri en la casa de los papas, a un rincón arrimado, en su vela, y llamó sus viejos y dijo: "Chu- pítani, Tecaqua, Nuríuan, vení acá. Decí, ¿qué haremos por lo que han hecho mis hijos?". Dijeron los viejos: "mándalo, tú, que eres señor". Dijo Taríacu- ri: "¿qué tengo de decir?, ¿que mis hijos no tienen culpa?, ¿que no lo hicieron de su autoridad sino que yo les di aquella piedra? Pues ve, Chupitan, al señor de la isla de Pacandan llamado Várapame. Dile que ya somos vie- jos y cansados y que queremos ya ir al dios del infierno. Pues que dón- de tomaremos a la partida gente que llevemos co[n] nosotros para nuestro estra- do. Y dirásle que te señale dónde ha de ser la pelea, en una sementera de maíz verde a la ribera. Y que si yo matare allí a los suyos, que aquellos que murieren será mi cama y estrado para mi muerte, y que si él matare de los míos, que también será estrado para su muerte. Que, ¿dónde los habemos de llevar a la partida?". Acostumbran los señores e señoras, cuando morían, de matar mucha gente consigo que decían que los llevaban para el camino y que aquellos eran su estrado y cama y que encima dellos los enterraban. Mataban algunos hombres y echábanlos en la sepul- tura, y encima de aquéllos ponían al señor muerto, y sobre él, ponían más muertos, así que no llegaba la tierra a él. Y aquellos muertos
|