viábanos él para que te lo hiciésemos saber y no queríamos venir". Dijo- les Taríacuri: "pues, ¿qué le dejistes?". Respondieron ellos: "no le deji- mos nada". Dijo él: "discretos sois. Vení acá y mandaros he lo que habéis de hacer. Estas palabras que oístes, mías son. El señor de Pacandan señaló cien hombres y paresce que torna ahora a decir que sean sesenta. ¿Cómo lo habíades de entender? Id a Aráueni donde se- ñalan que han de venir a regar una sementera. Y tu Hirepan, óyeme. Tú, que eres el mayor, irás por la ribera de la laguna a un lugar llamado Patuquen y por otro lugar llamado Hiuazi harata y tomarás otro lugar llamado Syuange y allí pondrás tu celada. Y tú, Tangáxoan, que eres el menor, irás por el camino derecho y irás por Yuazi xanchácuyo y darás sobre ellos. Y miraréis a la laguna aquel principal llamado Zipin canaqua, que estará en la laguna en una canoa y alzará el agua con los re- mos, que será señal cómo está gente a la ribera, y así los cati- varéis". Respondieron ellos: "así será como nos dices, señor". Y pasaron la laguna. Y luego de mañana hicieron flechas y en a- nocheciendo, partiéronse a la guerra y fueron por donde les dijo Ta- ríacuri. Que era todo muy fragoso, que estaba cerrado el camino con zarzas y pusiéronse en sus celadas. Y amanesció y venieron los de la isla a regar su sementera, y habían ya pasado todos, que estaban en la ribera sesenta hombres, y tornóse con las canoas Zipin canaqua y es- tando en medio de la laguna, alzó el agua hacia arriba, como estaba concertado. Entonces levantáronse todos a una y dieron todos grita y como no tenían donde ir los de la isla, cativáron- los a todos y lleváronlos al cu nuevo de Querétaro. Y iban to- dos haciendo gran ruido y cantando, y trujeron cuarenta a Pázquaro para sacrificar en los cúes, y sacrificaron veinte
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