encina. Y estaba al pie de aquella encina y quitéme el carcaj de fle- chas de las espaldas y púsele allí cerca de mí, y mi guirnalda de cuero de tigre también, y traspúseme un poco durmiendo, y ansí de improviso vi venir una persona, una vieja que no sé quién era, la cabeza cana a trechos y unas naguas de yerbas, de una manta basta, puestas, y otra manta de lo mismo, que traía cubierta. Y lle- góse a mí y empujóme y díjome: 'despierta, Tangáxoan, ¿cómo di- ces que eres huérfano y duermes? Despierta un poco. Mira que yo soy Xarátanga. Vé por mí y limpia el camino por donde tengo de venir. Yo estoy en el pueblo de Taríayaran; limpia a donde tengo de estar y vé a mirar aquí bajo de este monte, donde está cerrado con zarzas, y verás el asiento de mi cu. Allí es mi casa donde se llama la casa de las plumas de papagayos y la casa de las plumas de galli- na, y mira a la man[o] derecha, donde ha de estar el juego de la pelota. Allí tengo de dar de comer a los dioses a medio día. Y verás allí el asiento de mis baños que se llama Puque hurínguequa que está en medio, donde algunas veces tengo de sacrificar a los dioses de la mano izquierda llamados Vyránbanecha, dioses de tierra caliente. Limpia todo aquel lugar donde yo estuve otra vez y tór- name a traer a Michuacan, que ya no saca provecho de mí mi ma- dre, que no me temen. Ya no hay quien hable y haga traer leña para mis cúes. Hazme esta merced y mira mis espaldas, los plumajes que tengo puestos en las espaldas y en la cabeza, y mira mis vestidos, y ten cui- dado de renovar mis atavíos. Y yo también te haré merced: que yo haré tu casa y tus trojes y estarán mantenimientos en ellas, y haré que tengas mujeres en encerramiento en tu casa y andarán viejos por tu casa y será muy grande la poblazón. Y pondréte orejeras de
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